Con un presupuesto de 80 mil pesos y rodada en tres fines de semana, Paciente 27 ha sido la cinta más ovacionada en el festival de cine FERATUM, pues se trata de una oscura historia con gran manufactura no solo en su narrativa, sino en sus efectos especiales no aptos para quien odie las vísceras.
Por Francisco Valenzuela
Todo sucede en una clínica para enfermos mentales, donde tres personajes deben atender la rutina de revisar la evolución de los pacientes, pero las cosas se ponen mal cuando uno de ellos, César, comienza a comportarse de forma extraña, quizá perturbado por la presencia de un adulto mayor etiquetado con el número 27.
El espacio tan reducido donde todo sucede hace de esta película una entrega claustrofóbica sin concesiones, renuncia a artificios en su iluminación y sus tiros de cámara sacan el máximo jugo de una locación tan pequeña.
Alejandro G. Alegre dirige, coproduce, escribe, edita y fotografía una película solvente que del terror psicológico pasa al destazadero humano, toda una pesadilla de la que no se puede escapar.
El relato cumple con un buen suspenso y sorprende al espectador con un final acertado, esa desesperanza que se experimenta cuando uno aparentemente despierta de un sueño, pero luego descubre que no, que la pesadilla no tiene conclusión.