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Apología del deletreo: unas líneas de pura literatura

Por Leonardo Segura

Me declaro culpable. Soy un iletrado al que le maman los corridos tumbados y el alucín… (también las drogas), además de fantasear con dinero y poder que el marketing ha sabido vender a la juventud de este país. Pero esta vez me tocó estar en una feria del libro y la lectura: qué cosa más extraña, pensarán.

Me considero una persona ecléctica, odio la rigidez y, sobre todo, a aquellos que juzgan con un aire vanaglorizante de pulcritud intelectual; sin embargo, me gusta escuchar lo que tiene que decir la gente.

Así fue que asistí a la Conferencia Magistral del escritor Guillermo Fadanelli (cuyas obras no he leído, pero habitaba ya en mi imaginario literario). Llegó un hombre alto con overol Dickens y un sombrero de cazador que hablaba con los ojos entrecerrados, no sé si por el sol de las cinco de la tarde que caía en el rostro del escritor y del presentador Francisco Valenzuela, pero que le creaba un aura de misticismo al reconocido narrador.

Además de mencionar a grandes pensadores de varias latitudes, me llegaron varias sentencias que arrojó sin tapujos y que permiten vislumbrar su pensamiento: “Prohibido prohibir”, en el contexto de un gobierno estatal de izquierda que ha generado controversias por mandar una reforma al Congreso local para limitar la expresión que haga mención a la apología del delito.

Guillermo habló sobre los incómodos corridos tumbados, sobre la ética y sobre cómo hemos dejado de hacer comunidad para dar paso a invisibilizar cada vez más a las minorías, recalcando que es importante escuchar a todos, por muy pocos que estos sean. Sin diálogo no se construyen acuerdos, sin acuerdos vivimos a expensas de lo que dicte la mayoría, por más aberrante que esta sea.

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¿Es momento de huir o resistir? Dos días después, y llegando casi al final de la actividad, tuvo lugar la presentación del libro La Armada Invencible del escritor tapatío Antonio Ortuño, un metalero que tiene 21 libros publicados, un asiduo narrador de sátira que le gusta cuestionar e incomodar a través de sus letras a más de uno. También salió a flote la música prohibida en Michoacán y cómo los metaleros llevan toda la vida viviendo en la marginación de la corrección política y social.

Apología

Compré La Fila India, que trata de los mexicanos racistas a quienes les incomodan los migrantes centroamericanos que pasan por el territorio nacional y que tienen mucha similitud con la sociedad moreliana que desprecia y odia a los habitantes de las casas de estudiantes de la Universidad Michoacana: ¡que se vayan a estudiar a su estado! ¡Pinches Oaxacos! ¡Prietos, muertos de hambre, delincuentes!, son varias expresiones que he oído a lo largo de mi vida contra la juventud de otros estados que busca una vida mejor, lejos de la marginación, del olvido.

Siguiendo mi bagaje, terminé en un conversatorio de escritores michoacanos dedicados a la novela negra o la literatura noir. Leyeron su arte, reflejo de una realidad que es mejor no mencionar (según las leyes estatales aprobadas en materia de apología del delito). Bajan los homicidios, suben los desaparecidos. ¿Qué es mejor en este país? ¿Ser un muerto o un desaparecido? Concretamente, ese conversatorio, y siguiendo a rajatabla el delito de apología, pudo ser cancelado e imputar multas y delitos a los organizadores y participantes. ¿Cómo se les ocurre narrar sobre tortura, sobre violencia, sobre narcotráfico? ¿Estamos hoy ante una literatura tumbada? ¿Ante la limitación de la libertad de expresión? ¿Ante la ausencia del reflejo de la realidad? Vivir en una burbuja e ignorar los problemas no logrará resolver nada. Lo cierto es que nuestra clase política no lee. ¿Estamos a salvo o debemos incomodarlos?

A la mierda, nadie te va a comprender, di y haz lo que quieras. Al final todos vamos al mismo lugar.

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