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Aristegui, MVS y los matrimonios modernos

Por Francisco Valenzuela 

Los matrimonios modernos ya no son como antes, cuando el compromiso ante Dios (y eventualmente ante un juez) obligaban a una pareja a permanecer juntos sin importar cuantas catástrofes les pudieran suceder. Infidelidades, maltrato físico o psicológico, ruina económica, mal sexo o una espantosa rutina; todo se podía superar con el pretexto de mantener unida a la familia y no ser mal visto por la sociedad, siempre tan puntillosa con las historias ajenas.

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Pues bien, el matrimonio de MVS con la periodista Carmen Aristegui no soportó una segunda crisis. La primera fue hace cuatro años, cuando la periodista dio por válidas las suspicacias en torno al presunto alcoholismo de Felipe Calderón, a quien lo retó a demostrar que estaba lejos de esa adicción. La empresa de Joaquín Vargas consideró que esta actitud violaba el código de ética y la echó.

Las redes sociales se volcaron a favor de la conductora y ésta ofreció una conferencia en Casa Lamm de la Ciudad de México, donde solo habló y no aceptó preguntas. Paradójico: la periodista que hace las preguntas más puntillosas se negaba a aceptar cualquier cuestionamiento.

Propuso hacer una tregua, hablar en buenos términos, y regresar al aire. La empresa aceptó y luego de renovar cláusulas y colocar a un ombudsman le regresó su espacio matutino.

El matrimonio superaba su primera gran crisis y los amigos en común lo celebraron, no sin desconfiar del marido, a quien ya lo miraron como el villano, el entregado al Calderonismo.

La pareja siguió su camino, con la mujer más empoderada, más respetada por la mayoría y cuestionada solo por algunos que no se dejan llevar por las tendencias abrumadoras, por los trending topics.

Cuestionada por periodistas y analistas brillantes, objetivos.

Y cuestionada también por algunos periodistas envidiosos, que los hay.

En ese lapso, la periodista y su equipo marcaron agenda con investigaciones brutales como la famosa casa blanca de la nueva pareja presidencial, filtraron audios y testimonios que involucraban al presidente del PRI en el DF en una red de prostitución, y antes insistieron en que unas camionetas de Televisa transportaban droga por Centroamérica.

Aristegui fue la conductora más escuchada de MVS, y una de las más escuchadas en toda la radio nacional. Un matrimonio feliz, en apariencia, porque finalmente lo que sucede en casa hasta el vecino de al lado puede que lo ignore.

Desde que trabajaba en W Radio, Aristegui era un fenómeno de audiencia, pero también un dolor de cabeza para sus patrones; según relató el entonces director de la estación, la periodista nunca hacía caso de las líneas de trabajo: llegaba tarde con frecuencia, se alargaba al aire impidiendo pautas comerciales y “robaba” tiempo al programa que le seguía. Cuando la empresa filial de Televisa y Grupo Prisa se cansó de tanta rebeldía le escribió una serie de condiciones que Carmen no aceptó. Terminaba así uno de sus casamientos.

Con MVS es probable que haya pasado lo mismo: se trataba de una pareja desgastada, que seguía en pie porque a fin de cuentas el medio obtenía rentabilidad y ella hacía lo que más le gusta: periodismo libre de modelos empresariales que someten al oficio a estrategias de marketing. Por ello, a diferencia de otros conductores de MVS Noticias, Aristegui podía dedicar las horas que se le diera la gana a cubrir un solo tema, el que más le obsesionara, como aquellas largas y eternas deducciones sobre las mentadas camionetas de Televisa, donde a fin de cuentas no se demostró nada que inculpara a la empresa.

Y como en los matrimonios que se sostienen con alfileres, la gota que derramó el vaso fue una vil tontería. Como cuando el esposo olvida que tenían una cena esta noche, como cuando la esposa hace una fiesta sin avisar a su cónyuge. Aparentemente, el equipo cercano a Aristegui se unió a Mexicoleaks involucrando a MVS… sin consultarlo. Lo que se pudo arreglar en corto, fue el pretexto para que el marido gritara a los cuatro vientos que ya no quiere a su mujer, que la odia, que no la soporta. La atacó sin piedad no solo en su propio canal, sino a través de desplegados en diarios nacionales. “Mi mujer me engaña, sépanlo”, se leía en los innecesarios desplegados.

Ella, de medias verdades como también es, no nos contó toda la historia. Nunca aceptó que involucraron a la empresa sin pedirle permiso, pero tampoco lo negó. El marido, como segunda reprimenda, echó a sus cuñados de la casa, los acusó de abusivos, de traidores, como si le hubieran robado los centenarios que guarda abajo del colchón.

El divorcio está consumado y ahora no hay posibilidad alguna de reconciliación. Cada uno andará por su lado y ambos perderán mucho: MVS perderá mucha audiencia y será mal visto sobre todo por los miles de usuarios en redes sociales, mientras que Carmen difícilmente encontrará un espacio radiofónico poderoso que la apoye, así que tal vez tenga que aventurarse a ir por la libre, a crear una web de noticias, pero por más apellido que tenga, Internet no es tan poderoso como una emisión de radio convencional que se puede escuchar mientras te bañas, mientras conduces o mientras sales a correr.

Pregúntenle a Ferriz de Con.

No tendrá los millonarios recursos de un patrón adinerado, no tendrá el sustento de un marido que prefiere quedarse solo, triste y desprestigiado que seguir a su lado.

Lo que pase con MVS ya a nadie le importa; lo que pase con Carmen Aristegui sí. Ojalá encuentre un espacio similar, ojalá que conozca a una nueva pareja que quiera llevar un matrimonio singular, diferente, emocionante.

Carmen no es la pareja perfecta, es obsesiva, arrogante y altanera, pero, con todo y eso, es la pareja ideal.

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