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Bellas de noche, la vida después de fichar

“Les voy a conseguir otra mamá”, decía mi padre a sus cuatro hijos chilangos que sin embargo no le hacíamos caso; más bien, le seguíamos la broma con cierres como “bueno, pero que la nueva se Olga Breeskin”.

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Y es que en la época ochentera esa mujer era la fantasía de todo hombre adulto, una diosa con dos versiones: la decente que tocaba el violín en Siempre en Domingo, y la perversa que protagonizaba películas de ficheras como El Padrino es mi compadre, la misma que inició como bailarina exótica en centros nocturnos del entonces Distrito Federal.

Hoy, en pleno siglo XXI, la señora Olga Breeskin ya no toca para hombres fantasiosos, sino para mujeres y hombres de fe, aquellos quienes buscan respuestas a través de la iglesia cristiana.

Su vida actual y la de otras ex vedetes del cine mexicano es llevado al género del documental en Bellas de Noche, película dirigida por María José Cuevas, quien las grabó por más de ocho años hasta obtener un material lleno de anécdotas que van del humor al drama.

Lyn May, la Princesa Yamal, Rosy Mendoza y Wanda Seux complementan a estas antiguas divas que luego de una vida de mucho dinero, sexo y drogas hoy se refugian en otras realidades: una rodeada de perros escandalosos, otra con un nuevo amor, sin que falte la que ha escrito un libro de metafísica o la que aprende de técnicas de belleza.

Entre recreaciones de las divas y el recurso de materiales de archivo, Cuevas va tejiendo una serie de vidas cruzadas en un punto que marcó su ebullición hacia finales de los 70 e inicios de los 80, cuando a los burdeles mexicanos llegaron chicas sudamericanas que fusionadas con el talento nacional marcaron una época dorada que posteriormente se traslapó con una cinematografía protagonizada por machos sementales, albures de barrio bajo y sexo al margen de lo explícito.

El hecho de que todas sostengan una amistad con la directora permite que el espectador descubra muchos detalles, que se meta a sus casas para verlas tal cual, con maquillajes y sin ellos,  sin dobles discursos, con una Lyn May en perfecto estado de salud física, bromista, sabedora de que el sexo es la mejor medicina para mantener la juventud.

No es un documental amarillista, no van a encontrar “candentes revelaciones” como las que abundan en programas de espectáculos o revistas de chismes; el cinéfilo hallará cómo estas mujeres se han sobrevivido a sí mismas para seguir adelante, cómo han logrado insertarse en una cotidianidad inimaginable en sus años de gloria, pues ahora son mujeres maduras que ya no podrían vivir de su cuerpo socialmente aceptado y deseado.

Estrenado durante la Gira de Documentales Ambulante, Bellas de Noche ha resultado una muy grata sorpresa y al menos en su función de Morelia se ganó la fuerte ovación del público que llenó la sala, pues está alejado de pretensiones estéticas y sobre todo es un trabajo lleno de feminidad, no solo por quienes protagonizan las historias, sino por una directora que de mano de su hermana Ximena en la edición logran una película que rinde homenaje a estas actrices y bailarinas que rompieron con la moral y el costumbrismo mexicano, que ahora mismo son materia de escarnio para una prensa rosa salpicada de morbo, frivolidad y estupidez.

Sí, más de ocho años de investigación han valido la pena, pues Cuevas logra un documental contundente que podría sintetizarse en una frase de la cinta: «Hay que ser fuerte, pues ningún ser humano quiere a la gente derrotada».

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