Revés Online

Blues por correo

Preámbulo: destapo una Carta Blanca, la última que queda en mi refrigerador, y comienzo a escribir al calor rural, casi rudimentario, de Blind Boy Fuller.

libro

En estos días en que lo único que llega por correo postal son estados de cuenta, avisos, folletos y recibos, el que de repente te lleguen noticias de un viejo amigo de verdad que se agradece, y si esas noticias llegan en forma de poesía y blues, obviamente que aquello adquiere un valor extraordinario.

Conocí a Enrique Carlos hace ya varios años, no recuerdo cuántos –en realidad soy malo para llevar el recuento del tiempo transcurrido. El encuentro se dio a partir de su primer poemario, Crisantemo cielo, el cual fue presentado en el Encuentro de Letras Independientes que organizaban Alejandra Quintero y sus secuaces y para lo cual yo me encargaría de los comentarios.

Previa lectura del libro nos conocimos, tomamos café, comimos quesadillas, escuchamos a Sui Géneris en mi vocho y nos fuimos a la presentación. Tiempo después conocí a su heterónimo, Charly Cisneros, el bajista de la banda tapatía Naranjito Blues.

Ahora, de manera inesperada llega a casa un paquete, y en su interior, dos discos que no tenía: Naranjito Blues / Dos / Lado N y Naranjito Blues / Dos / Lado B, con Charly Cisneros al bajo, y dos trabajos literarios de Enrique Carlos, el poemario El show de los muertos y Poema.

La voz poética de Enrique Carlos siempre, desde su primer libro, me ha gustado pues es personalísima, sin aspavientos, sin afanes grandilocuentes, es un poeta que dice y en su decir logra una musicalidad que suena a ese blues que explota en el pecho, que llega hasta el tuétano pues no hemos de olvidar que, pretensiones aparte, la poesía y el blues comparten ese cometido.

Así pues, de repente, aunque se llamen distinto, Charly Cisneros y Enrique Carlos se fusionan y el bajista dota de contundencia los versos del poeta, como cuando dice “Yo sé que guardar silencio es un llanto / peor que el llanto. / Que lo único posible son nuestros monstruos / proyectados hacia el centro”, y que el poeta de repente mete las manos al bajo y hace que temas como Hard flip adquieran una emotividad y una vitalidad apabullantes que lo llevan a uno de paseo por el swing, el blues y el be bop sin olvidar su marcada influencia del Chicago blues, y es que, además, los otros integrantes de Naranjito Blues también son extraordinarios músicos.

Esa esencia compartida de ambas personalidades no sólo habla de sus diferentes facetas, sino incluso de la congruencia entre el decir y el hacer, y es que así como el poeta tiene esa voz personal e íntima que lo hace entrañable al platicarnos sus versos, Naranjito Blues, de 2007 a 2012, cumplió una loable misión: llevar de vuelta el blues a las calles, que sonara de nuevo en las banquetas, fuera de los foros culturales de la academia, donde se lo apropiaron para convertirlo, igual que el jazz, en un artículo de lujo.

Así, durante esos cinco años, si usted se paseaba por Guanatos, de repente, al doblar la esquina, podía toparse con cuatro fulanos haciendo lo que más aman: bluesear, y alrededor de ellos, una multitud que aún sin ser amantes del género empezaban siguiendo el compás con la cabeza y terminaban usando las palmas, las sonrisas y los pies como surfeando en los riffs.

Por eso, si usted puede, no deje de buscar el libro El show de los muertos ni los discos de Naranjito Blues (píquele aquí), le apuesto una Coca-Cola a que al final del día usted dirá “cuánta razón tenía ese vato”. Salud y larga vida al blues.

Salir de la versión móvil