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Canelo: El tronco de San Agustín

La previa

Veía por TV Azteca uno de los combates secundarios de la función Cotto vs Canelo en la que un mexicano peleaba con un japonés. Tras el primer round, el mexicano mostró dominio y conectó algunos mazazos al rostro del nipón, efecto que se desvaneció rápidamente en el segundo, cuando el connacional inició a recibir tremenda tunda, al grado de que el pómulo derecho comenzó a sangrarle.

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En los siguientes rounds, la sensación era de que en cualquier momento le podían detener el combate; el oriental lanzó un volado que aventó contra las cuerdas al de México, a cuyo movimiento añadió espectacularidad el que la cámara que estaba de ese lado empezara a tambalearse. Pareció como si el oriental hubiese aturdido con su golpe la propia mirada de los telespectadores.

No sé qué pelea estaban viendo los comentaristas de TV Azteca, afirmando que el mexicano parecía claro vencedor, maltratando al japonés; recordé que veía la función en esa televisora y pensé que además seguramente estaba en diferido.

Busqué en Internet y en Roja.directa -dios bendiga Roja Directa- ya estaba paseándose por el cuadrilátero Miguel Ángel Cotto con una especie de mameluco rosado, eso sí, en vivo y sin esos comentaristas.

La pelea

Luego empezó la pelea, aun con la impotencia en el rabillo del ojo que había mostrado el Canelo ante Mayweather, quedando como un costal de papas ante cientos de miles de personas. En el primero, Cotto y Saúl Álvarez como que se pegaron pero estaban estudiándose, los dos se fueron a sentar sin un rasguño.

En el segundo, Canelo le pegó un poco a Cotto, pero los golpes no entraban bien, el puertorriqueño se defendía y corría mucho; en cambio, Cotto entraba, aunque no se tratara de golpes con mucho poder.

En el tercero los dos siguieron en su plan, Cotto machacando, Canelo muy lento, sin poder entrar salvo por un recto con la derecha que dio en el rostro de Miguel Ángel, lo que causó la impresión de que Canelo ganaba; eso sí, que Cotto corría de los puños del jalisciense era obvio.

En el cuarto round Cotto dio una lección, Saúl Álvarez trató de reaccionar pero seguía sin encontrarle la distancia al de Puerto Rico que, a pesar de que no daban de lleno los golpes, se veía un poco maltratado.

El quinto siguió en la misma tónica, Canelo se veía cansado y Cotto lo buscaba desde todos los ángulos, brincoteando por el ring. En el sexto, la velocidad de Cotto siguió primando y el Canelo casi fijo, sin poder alcanzar al puertorriqueño.

En el séptimo parecía que el control de Cotto era absoluto, durmiendo a Canelo, golpeando con jabs y rectos a los que no podía reaccionar un pesado Saúl Álvarez.

El octavo fue un round engañoso. Canelo y Cotto comenzaron un intercambio de golpes del que el puertorriqueño salió mal librado en el sentido físico, pero en el que pareció conectar más y mejor. La sensación del público fue que Álvarez había ganado el asalto, pero habría sido mejor verlo con lupa.

En el noveno Canelo le dio una buena bofetada a Cotto y ya; Cotto le siguió pegando desde todos los ángulos posibles, quizá no con tanto poder pero sí marcando cada golpe. En el décimo, Cotto ni siquiera recibió algún puñetazo franco, se escondía del Canelo y lo recetaba.

En el undécimo intercambiaron un poco de metralla, Cotto marcó más los golpes, como hizo a lo largo de la pelea, Canelo daba en el estomago y la parte baja, pero Cotto parecía ser más contundente. Antes de concluir el round Cotto bailaba y el Canelo se quedaba quieto, no podía alcanzarlo, pero ni lo intentaba, mientras todo su equipo le gritaba que fuera sobre el puertorriqueño.

Al comenzar el décimo-segundo como que el de Jalisco aún no entendía, trató de ir por Cotto, pero éste lo vencía en velocidad, si bien el cansancio ya le ganaba por instantes, como cuando se quedó contra las cuerdas y el Canelo le abrió la ceja. A un minuto y segundos de concluir la pelea Canelo se quedaba parado, su crew seguía gritándole, “ve, ve”, pero no iba.

El desenlace

Quedaban 40 escasos segundos y Saúl Álvarez pensaba en la lista del supermercado, pensaba ‘qué voy a desayunar el domingo cuando regrese a Guadalajara’, pensaba cómo en la carretera a Hierve El Agua, Oaxaca, los árboles crecen paralelos al horizonte, y cuando restaban diez segundos en el cronómetro trató de correr hacia Cotto, que lo esperó y dio y recibió.

El combate se terminó, la familia del Canelo seguía sonriendo como en esos rounds que Saúl perdía claramente; a pesar de su escote pronunciado, la esposa de Cotto se veía compungida, como si supiera desde el inicio lo que iba a pasar.

Canelo ya se había puesto la camisa negra y una gorra que decían que había triunfado, cuando comenzaron a leerse las tarjetas: 117-111 a favor de Canelo, el primer juez; 119 a 109, el segundo; 118 a 110, el tercero y último para una victoria por puntos unánime.

Para tal puntuación, quién sabe qué pelea habrán visto los jueces de Las Vegas, Nevada; tal parece que hubieran estado contabilizando la primera, pero a favor del japonés y no del mexicano.

“Mis respetos para Cotto, pero comienza mi era”, dijo Álvarez cuando le pusieron el micrófono enfrente.

La era del Canelo

El estilo del Canelo es difícil de definir. Tiene una mezcla de ‘la mancha voraz’ con la velocidad de un atardecer de verano, la precisión de una tabla gimnástica de desfile de 20 de noviembre con la agresividad de una mirada de vaca a mitad de un camposanto en el que acaban de enterrar a mi abuelita. Es un estilo similar al de Homero Simpson cuando se vuelve boxeador, si bien, como ya demostró Floyd Mayweather Jr., no funciona cuando el que está frente a uno es un boxeador profesional, como lo es Miguel Ángel Cotto, que claramente ganó la pelea del sábado pero -como siempre en Las Vegas- se la robaron.

Pero ya lo dijo Saúl “Canelo” Álvarez: comienza su era, la era del hijo de José Sulaiman, la era de la torta ahogada porque le da flojera salirse de la olla, la era de la vaca en el pastizal, la era de los árboles que crecen y miran paralelo al horizonte, la era del tronco de San Agustín, Jalisco.

Amén.

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