Acompañada por una onerosa campaña publicitaria, tuvo su estreno a nivel nacional (previamente llegó a la cartelera estadounidense, donde ha recaudado cifras nada espectaculares), Cantinflas (2014), segundo largometraje que firma el mexicano, Sebastián del Amo.
Por Armando Casimiro Guzmán
Dos años antes, su ópera prima, El fantástico mundo de Juan Orol (2012), pasó prácticamente inadvertida para el espectador común (en Morelia ni siquiera se estrenó). Pero en esta ocasión los productores se pusieron las pilas, por lo que esta complaciente biopic se ha distribuido con 1250 copias por prácticamente todo el territorio nacional, además de haber sido designada para competir por los premios Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera.
Tomando como punto de partida la preparación del rodaje de La vuelta al mundo en ochenta días (Around the world on eighty days, 1956), la primera de dos películas, que rodó Mario Moreno en los Estados Unidos y que a la postre terminaría recibiendo cinco premios Oscar; la reciente producción mexicana nos lleva a los primeros años del comediante, desde sus inicios en las carpas hasta que alcanzó una gran popularidad, algo que inevitablemente (¿o no?), lo elevaría hacia las altas cúpulas del sindicalismo mexicano.
Pero el hecho de examinar a un personaje tan conocido como Cantinflas, obliga a tomar elecciones pensando en la potencial recaudación en taquilla. La decisión fue muy clara, la selección de episodios personales y profesionales del comediante lo presentan como un hombre decidido, ambicioso y conocedor de su talento, quien a pesar de sus momentos de flaqueza es fiel no solo a sus orígenes y en menor medida a su esposa. En este sentido, debemos ser conscientes que no es un filme estrictamente biográfico, más bien es una representación idealizada, colorida y luminosa de una personalidad que fue muy popular en el periodo que abarca la narración y que aun en la actualidad cuenta con devotos seguidores.
Debido a lo anterior, es lógico suponer que no será bien recibida por todos aquellos que abiertamente lo detestan (hay que recordar aquello de “Muera Cantinflas, viva Tin-Tán”, del documental del Manuel Márquez, Ni muy, muy… ni tan tan, simplemente Tin-Tán). No debemos olvidar que hay buenas razones para ello, entre ellas la gran cantidad de filmes moralizantes y estúpidos que cada fin de semana se exhiben en el Canal de las Estrellas. Resulta especialmente deleznable su nada velada recomendación: “por eso hay que votar por el PRI”, que anuncia como si tal cosa en El doctorcito (1965), promocional de dos horas sobre la inauguración del flamante (en aquel entonces) centro médico La Raza.
Aunque se debe rescatar el trabajo cumplidor del español Óscar Jaenada, incluso quizás las interpretaciones del estadounidense Michael Imperioli, así como la de Ilse Salas en el papel de Valentina Ivanova. Lo cierto es que el resto de elenco no sale muy bien librado, entre ellos Luis Gerardo Méndez (quien no ha sabido lidiar con la sobreexposición), pero los que se llevan las palmas son las breves pero risibles representaciones de Adal Ramones como Mantequilla, Joaquín Cosío como “el Indio” Fernández, Ximena González como María Félix y Bárbara Mori como ella misma… ¡ah no!, como Elizabeth Taylor.
Tratándose de cine mexicano, de una cinta de época, hay que destacar los valores de producción, que en todo momento resultan vistosos y elaborados (salvo la escena de la Plaza de Toros), pero a pesar de su atractiva envoltura, Cantinflas no arriesga, ofrece una imagen cuidadosamente retocada del comediante, con la evidente premisa de agradar a sus seguidores evita un análisis ya no digamos profundo, al menos detallado de Mario Moreno y su discutible aporte a la cinematografía nacional.