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CARTELERA RETROSPECTIVA

Por Armando Casimiro Guzmán

Con más pena que gloria pasó por la cartelera norteamericana la nueva comedia del británico Sacha Baron Cohen, El dictador (The dictator, 2012), cuyo estreno se retrasó inexplicablemente en nuestro país. Existen varias versiones: algunos dicen que por las pasadas campañas electorales y otros lo atribuyen a problemas con el doblaje o una rigurosa calendarización de la distribuidora. El caso es que actualmente se proyecta en varias salas y curiosamente, en la mayoría de ellas doblada al español.

Los proyectos de Baron Cohen se dividen en películas en las que participa como actor de reparto como La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2012), y los filmes en los que encarna a uno de sus múltiples personajes, como Borat (Borat, 2006) o más recientemente Bruno (Brüno, 2009), en las cuales hizo mancuerna con el neoyorquino Larry Charles, quien fue el encargado de dirigir ambas cintas.

En El dictador, el comediante interpreta al excéntrico, estúpido y millonario Aladeen, azote vitalicio de la mal llamada República de Wadiya, territorio ficticio en el cual se origina la historia. Por alguna razón sin importancia, Aladeen se ve obligado a viajar a Nueva York donde pretende dar un discurso en el seno de las Naciones Unidas. En su primera noche en la ciudad de los rascacielos sufre las consecuencias de un fallido complot en su contra, y aunque logra salvar el pellejo se verá obligado a deambular anónimamente y vivir como un simple mortal por primera vez en su vida.

Forman parte de este proyecto el veterano Ben Kingsley, como el ambicioso tío del protagonista y la irreconocible Anna Faris, quien es conocida sobre todo por la insufrible La casa de las conejitas (The house bunny, 2008) y otras comedias por el estilo. Por otra parte aparecen en divertidos cameos el actor Edward Norton y la ex sex symbol Megan Fox.

Como era de esperarse, El dictador cuenta con abundantes dosis de humor negro, que aunque se agradecen, no son suficientes para levantar una película que destila pobreza en muchos sentidos. De hecho las pocas sorpresas que pudiera contener ya están anticipadas en los trailers que desde hace meses se pueden ver en Internet o en las propias salas de cine. Ni siquiera su tibia crítica a la “democracia” estadounidense es lo suficientemente buena como para hacerla memorable. Pero al menos tiene la virtud de ser corta, alguien en la producción decidió resolver todo este embrollo político-romántico-diplomático en apenas una hora y veinte minutos. Apta sólo para verdaderos fans.

Dentro del concepto de Sala de Arte de Cinépolis se presentó la nueva película de Julio Medem, Habitación en Roma (2010), que podríamos considerar como una cinta de transición, de bajo presupuesto y filmada en una sola locación en la capital italiana. Un trabajo atípico del cineasta vasco, casi completamente hablado en inglés y con solo dos actrices que juntas dan soporte a sus casi dos horas de duración.

Julio Medem parece haber caído en un bache creativo desde hace algunos años, ni el documental La pelota vasca, la piel contra la piedra (2003) ni el fracaso que representó Caótica Ana (2007), que ni siquiera se estrenó en nuestro país, alcanzan el nivel de sus obras previas. Esto antes de comenzar a rodar su trabajo más ambicioso, una costosa película ambientada en la antigua Grecia, el cineasta vasco decidió rodar una cinta pequeña, una adaptación libre de En la cama (2005) filme chileno del director Matías Bize.

Dos mujeres atractivas Alba y Natasha, española una y rusa la otra, coinciden una noche en un hotel de Roma. Juntas inician una velada de confesiones y sexo. Alba, la lesbiana de nacimiento que trata de escapar de la muerte intempestiva del hijo de su pareja y Natasha, la rubia acomplejada y tenista,  faltaba más. Menos de doce horas en una habitación serán suficientes para hacer florecer un amor ocasional pero eso sí, muy intenso.

Al menos Medem se mantiene fiel a sus obsesiones: escenas bien cuidadas, una iluminación subyugante y como es habitual en él, mucho sexo. Aunque en este caso las escenas se acercan más al soft porno con una intensidad demasiado contenida, como de libro de texto. Aún así sobresalen las actuaciones de las protagonistas, la española Elena Anaya y la sorpresa, la ucraniana Natasha Yarovenko, que juntas logran mantener cierto interés en la historia, esto a pesar de que por momentos aparezcan vestidas.

Desgraciadamente el gran desempeño de las actrices se ve opacado con diálogos grandilocuentes, cierta pesadez intelectual y una ternura excesiva. Ciertamente haciendo un balance final podríamos decir que Habitación en Roma es sobre todo decepcionante. A esto debemos sumar el agotador estribillo de la cantautora Lourdes Hernández (alias Russian Red, una especie de Carla Morrison madrileña), que se repite una y otra vez en la cinta, lo que sin duda pondrá a prueba a los espectadores menos pacientes. Lejos ha quedado el Medem que nos emocionó con Los amantes del círculo polar (1998) y hasta con Lucía y el sexo (2001), a estas alturas ya comenzamos a pensar que quizás lo sobrevaloramos en sus inicios. Ojalá se reivindique y nos ofrezca otro de sus grandes trabajos, pero que sea pronto.

 

Dentro de la mediocridad imperante en el cine de acción destaca la franquicia de Bourne, inspirada en el personaje creado por el fallecido escritor norteamericano Robert Ludlum, y que para estas fechas se presenta la cuarta entrega de la serie: El legado Bourne (The Bourne legacy, 2012), firmada en su versión cinematográfica por el veterano guionista neoyorquino Tony Gilroy.

Luego de que el actor Matt Damon y el cineasta Paul Greengrass declinaron participar en el proyecto, los estudios Universal decidieron de cualquier forma darle continuidad a la serie iniciada en el 2002 con Identidad desconocida (The Bourne identity) dirigida por Doug Liman y continuada de manera espectacular por el británico Paul Greengrass: La supremacía Bourne (The Bourne supremacy, 2004) y Bourne: El ultimátum (The ultimatum Bourne, 2007). Ante la inesperada rentabilidad del proyecto, los productores decidieron lanzar una nueva trilogía de la que aún restan por filmarse dos partes.

En esta nueva versión, se da a conocer que hay más agentes con el mismo entrenamiento de Bourne, una especie de asesinos dotados de capacidades especiales que se dedican a hacer el trabajo sucio del gobierno norteamericano. Cuando esta información sale a la luz el proyecto se verá obligado a borrar toda huella de su existencia, lo que incluye la eliminación de cada uno de los agentes secretos. Uno de ellos, Aaron Cross, logra escapar y junto a la doctora Marta Shearing darán lucha a las corporaciones que los persiguen, lo que provocará persecuciones y muertes al por mayor.

El neoyorquino Tony Gilroy conoce bien el proyecto, trabajó como guionista en las películas anteriores, supo darle forma a un guion ciertamente complejo y al mismo tiempo da continuidad a la serie agregando pequeños detalles (las fotos de Matt Damon, algunos personajes son interpretados por los mismos actores), pero es evidente que carece del empuje de Greengrass, sobre todo al momento de filmar las secuencias de acción que no son su fuerte, como lo demuestran sus trabajos previos: el thriller corporativo Michael Clayton (Michael Clayton, 2007), así como la soporífera y cursi cinta de espías Duplicidad (Duplicity, 2009).

A diferencia de sus predecesoras que de inmediato enganchan al espectador con los mejores elementos del género, en El legado Bourne pasan cuarenta minutos sin que suceda absolutamente nada, sobresalen por su inutilidad las confusas explicaciones del principio y las prescindibles escenas filmadas en Alaska, si las omitiéramos podríamos hacer más llevaderas sus más de dos horas de duración. Curiosamente, justo cuando la película empieza a tomar vuelo con una elaborada e improbable persecución en Manila se deja escuchar el tema de Moby, Extreme ways, canción que marca el final de cada una de los episodios de la saga.

Hace un par de años cuando se le preguntó al director Paul Greengrass si habría una cuarta parte, respondió: “Claro que sí, deberían llamarla La redundancia Bourne”, haciendo referencia a la sobreexplotación de la franquicia. Habrá que ver como responde el público a los cambios hechos en esta nueva etapa, si El legado Bourne no recupera pronto el dinero invertido pondrá en riesgo sus siguientes ediciones. Si deciden verla, les recomiendo que no tiren su dinero viendo la versión en 4DX que no aporta nada.

 

Como parte del concepto Sala de Arte de Cinépolis se estrenó en Morelia el largometraje debut del austriaco Markus Schleinzer, quien trabajó mucho tiempo al lado de su compatriota, el laureado Michael Haneke. La obra en cuestión es Michael: Crónica de una obsesión (Michael, 2011), que ha causado polémica desde su estreno en el Festival de Cannes debido a su temática de abuso infantil, no obstante que ha recibido buenos comentarios debido a su gran factura.

Aunque no lo ha reconocido oficialmente, el director Markus Schleinzer escribió el guión a partir del caso de la austriaca Natascha Kampusch, quien fuera secuestrada en 1998 cuando contaba con diez años de edad y estuvo encerrada durante ocho años en el sótano de la casa de su captor (un pequeño espacio de cinco metros cuadrados sin ventanas y cerrado con una puerta de acero). El responsable Wolfgang Priklopil, un respetado y solitario técnico de comunicaciones, decidió suicidarse al enterarse de la huida de su prisionera.

Michael retoma los mismos elementos del caso real al tiempo que mediante escenas cortas y pocos diálogos va dando una idea de la peculiar relación que vive el pedófilo con su víctima, en este caso, un niño alemán de diez años que se resiste y está consciente del abuso y la humillación a la que es sometido por su captor.

Al margen del gran trabajo actoral, la película destaca por evitar las escenas amarillistas y los grotescos excesos en que suelen caer trabajos con temáticas similares. El director se concentra en retratar situaciones cotidianas: la elaboración de comidas, los festejos navideños, el aseo diario, la vida del verdugo en su trabajo de oficina y su evidente aislamiento social. Todo ello con tomas fijas en donde cada elemento conforma una pieza importante de la obra. Además el punto de vista aséptico e impersonal del director permite darse una idea del sórdido mundo particular del depredador.

Volviendo al caso de Natascha Kampusch, se dice que buena parte del dinero obtenido por la venta de las entrevistas que se le hicieron al escapar de su secuestrador sería donado a fundaciones contra el maltrato de mujeres en África y México. ¿Cuántas personas están ahora mismo encerradas en un sótano siendo objeto de toda clase de abusos? Ahí queda la reflexión. Por lo pronto hay que ver Michael: Crónica de una obsesión, un gran trabajo fílmico que no dejará a nadie impávido por su pasmosa naturalidad y realismo.

 

Perdida entre la maraña de estrenos veraniegos llegó por fin el sexto largometraje del director colombiano Rodrigo García, La increíble historia de Albert Nobbs (Albert Nobbs, 2011). Ni la nominación a los premios Oscar ni la reputación que se ha forjado el realizador al margen de la fama de su padre, el escritor Gabriel García Márquez, impidieron que el filme contara con una distribución muy limitada, no solo en México sino también en los Estados Unidos.

Basada en una historia de otro cineasta, el húngaro István Szávo (quien estuvo a punto de llevar su obra a la pantalla a principios de los años noventa), La increíble historia de Albert Nobbs, cuenta las peripecias del personaje del título, un modesto empleado de hotel en la Irlanda de finales del siglo XIX que guarda un secreto: en realidad es una mujer que ha sufrido mil atropellos y debido a ello ha decidido convertirse en hombre para conservar un empleo estable y obtener cierto respeto de la conservadora sociedad de su época.

Pese a que ha sido duramente criticada por su aparente simpleza y frivolidad, debemos decir que no es la típica historia de mujer que se viste de hombre para generar toda clase de enredos al estilo de la comedia mexicana Pablo y Carolina (1957). La increíble historia de Albert Nobbs es un recorrido por las conductas sexuales marginales en un ambiente represivo, por si fuera poco, es también un elaborado melodrama que resalta toda clase de relaciones muy criticadas o de plano prohibidas en ese momento histórico. Homosexualidad masculina, relaciones extramaritales, prostitución y  matrimonios entre personas del mismo sexo tienen cabida en el entorno social marcadamente diferenciado que se muestra en la cinta.

Con un presupuesto austero, Rodrigo García y su equipo lograron armar una pulida ambientación de la capital irlandesa. La puesta en escena es convencional sin más sobresaltos que los que brinda la cursi imaginación del personaje central. De alguna manera, a pesar de las adversidades económicas la producción se las ingenió para contar con un buen elenco: la veterana Glenn Close (un tanto forzada en su papel masculino), Mia Wasikowska una joven actriz que hasta ahora parece elegir bien sus proyectos y hasta el irlandés Jonathan Rhys Meyers quien tiene un pequeño papel en el filme.

Sin ser una gran película, La increíble historia de Albert Nobbs tiene los elementos suficientes para captar la atención del espectador y al mismo tiempo induce a la reflexión sobre el papel de la sociedad en la regulación de las conductas sexuales de los individuos. Todas las películas de Rodrigo García tienen un marcado acento femenino, pero siempre se habían quedado cortas o eran de plano aburridas, algo que no aplica para su más reciente producción. Es una opción recomendable a pesar de la ingenuidad crónica y por momentos irritante de la protagonista.

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