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Cartelera Retrospectiva

Armando Casimiro Guzmán

 

Previamente pudo verse por cortesía de la decimoséptima edición del Tour de Cine Francés, En la casa (Dans la maison, 2012), decimocuarto largometraje de François Ozon, que ya tuvo un recorrido exitoso por el circuito de festivales, destacando en los de Toronto y San Sebastián, lugar en donde se hizo acreedor a la Concha de Oro, el máximo reconocimiento que entrega el certamen, por estas fechas se estrena en la cartelera nacional.

Con guión del propio director, basándose en la obra El chico de la última fila, del dramaturgo madrileño Juan Mayorga, En la casa nos presenta a Germain, un escritor frustrado metido a profesor de literatura que vive desilusionado por el poco interés de sus alumnos en la escritura. Una inocente tarea le permitirá conocer a Claude, un adolescente con un talento inusual que lo mantendrá atrapado con un relato sobre una familia cualquiera, es entonces cuando comienza un peligroso juego de manipulación y voyeurismo que pondrá en entredicho la peculiar relación entre alumno y maestro.

La obra de Juan Mayorga es en buena medida una diatriba a los modelos educativos y su rigidez, así como a la terminología pedagógica de moda; también apunta sus baterías contra la banalidad del arte moderno y su irreflexiva aceptación por las clases medias. Ozon retoma dichos elementos, pero los ubica en los márgenes de la simbiótica y enajenante relación entre los protagonistas. Y son estos personajes los que generan en el espectador a veces simpatía y en ocasiones repulsión, conforme van exigiéndose uno al otro dar un paso más arriesgado que el anterior.

La película transita con una admirable naturalidad de la comedia al drama, del drama al trhiller; en ello se nota la mano un director que facilita la construcción un relato dentro de otro. Parece que la intención de Ozon es reelaborar una obra teatral por demás crítica, con la intención de resaltar las situaciones más cercanas a los protagonistas, aquellas en donde pueden ejercer su voluntad mediante todos los medios lícitos e ilícitos.

Está por demás decir que Fabrice Luchini, está fenomenal como el desdichado profesor Germain. Aunque aparecen menos tiempo en la pantalla también se debe destacar el trabajo de la dupla femenina formada por la siempre cumplidora Kristin Scott-Thomas y la guapa Emanuelle Seigner como la deseable madre del amigo. En tanto que el joven Ernst Umhauer, hace muy bien su papel como el siniestro e insondable Claude García.

En la casa se suma a las mejores obras del prolífico director francés: Gotas de agua sobre piedras calientes (Gouttes d’eau sur pierres brûlantes, 2000), Sobre la arena (Sous le sable, 2000) y 5×2 (2004). La que nos ocupa es una película que tiene múltiples lecturas y significados, es un fascinante recorrido por las complejas relaciones entre el alumno y su maestro, de la obra con su creador, de la realidad con la ficción, es una de esas historias que se dan a cuentagotas, sin duda, lo mejor que nos trajo este año el Tour y que puede verse nuevamente en cartelera.

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Durante la segunda edición del Riviera Maya Film Festival celebrada en los últimos días de abril del 2013 se presentó Juego de niños (Come out and play, 2012), largometraje debut de quien firma como Makinov. ¿Quién es Makinov? Un cineasta que ha decidido ocultar su identidad tras una chafa máscara roja, que hizo correr el rumor de ser oriundo de Bielorrusia y que publicó un confuso manifiesto en internet, hablado en ruso, eso sí, pero con un sospechoso acento chilango. Ante tantos dimes y diretes, hay quien afirma que no es más que un reconocido director mexicano que ha armado todo este circo simplemente para dar más publicidad a su trabajo.

Juego de niños es el remake de la película española ¿Quién puede matar a un niño? (1976) del director Narciso Ibáñez, el filme resultó todo un éxito en la sufrida taquilla ibérica de aquellos años y es considerada un clásico del género. La película a su vez, está basada en la novela El juego de los niños del escritor gijonés Juan José Plans, hay que agregar como dato de trivia, que el libro acaba de ser reeditado por La Página Ediciones en años recientes. Beth y Francis es una joven pareja estadounidense que pasa sus vacaciones en México. En un momento dado deciden huir del bullicio carnavalesco de las costas mexicanas para refugiarse en una alejada y paradisíaca isla. Es comprensible, Beth está embarazada y quiere disfrutar un poco de tranquilidad antes del nacimiento de su hijo. Al llegar al lugar, descubren que está poblado únicamente por un numeroso grupo de bulliciosos infantes. Lo que inicialmente parece solo una desafortunada serie de acontecimientos, pronto se convierte en una situación potencialmente mortal.

No cabe duda que éste es un trabajo muy personal, el autonombrado Makinov dirige, escribe, produce, edita, sonoriza y casi vende las palomitas en la dulcería. La gente de Canana (coproductora de la cinta) asegura que el director enmascarado nunca estuvo presente y que giraba instrucciones por Skype o por medio de llamadas telefónicas desde Bielorrusia durante las tres semanas que duró el rodaje.

El reparto está conformado por los norteamericanos Ebon-Moss Bachrach y Vinessa Shaw, actores que cuentan con un largo recorrido en la industria hollywoodense, aunque siempre en papeles menores. El aporte mexicano corre a cargo de Daniel Giménez-Cacho, aunque aparece solo algunos minutos en la pantalla. La película está filmada casi por completo en la isla de Holbox, ubicada en el extremo norte de Quintana Roo, en parte para reducir costos, buena parte de los extras son personas nativas del lugar.

De Juego de niños solamente se disfruta una tensa primera media hora, a partir de ese momento no exhibe más que torpeza y falta de presupuesto. No hay más que ver los risibles enfrentamientos entre niños y adultos para reconocer que está muy lejos de ser el filme de terror que nos promete el tráiler. Es por ello que, ante lo fallido de la obra, resulta perfectamente entendible que el responsable quiera ocultar su identidad tras su pretenciosa máscara roja.

Sin hacer mucho ruido se estrenó la comedia apocalíptica Una noche en el fin del mundo (The world’s end, 2013), quinto largometraje del inglés Edgar Wright que cierra la Trilogía de los Tres Sabores de Cornetto (sí, el nombre hace referencia a la popular marca de helado), que inició en 2004 con Shaun of the dead, una parodia de los filmes de zombis que están de moda desde hace unos años y siguió con Hot fuzz (2007), un alocado policial ubicado en una correcta villa inglesa. A pesar de haber recibido buenas críticas en general, la película no corrió con tanta suerte en la taquilla norteamericana que suele recibir con frialdad todos aquellos productos que contengan un marcado humor británico.

Edgar Wright junto al comediante y guionista Simon Pegg coescribieron los argumentos para cada una de las partes de la mencionada trilogía, y para redondear, el propio Pegg protagoniza cada una de ellas. Una noche en el fin del mundo cuenta la odisea de Gary King, un fracasado cuarentón que decide reunir a sus amigos de la adolescencia para recorrer en una sola noche cada uno de los doce pubs que existen en un tranquilo poblado inglés donde crecieron, sin saber que esto los pondrá cara a cara con una peligrosa, pero eso sí, muy correcta invasión extraterrestre.

Wright está acostumbrado a contar historias que retoman con hilaridad temas esencialmente británicos, pero en esta ocasión su obra hace referencia al derecho que tienen todas las personas a la independencia y el fracaso, algo habitual en un país orgulloso y con altos índices de alcoholismo. En cierta forma es un enfrentamiento a la muerte del individualismo frente al lenguaje corporativo y todos aquellos mensajes de pensamiento positivo que encontramos en cualquier manual de superación personal.

Como toda película británica que se aprecie de serlo, el soundtrack es un recorrido melancólico por la década de los noventa, encontramos a los más grandes exponentes del britpop: Pulp, Blur, Primal Scream, James, The Stone Roses y por supuesto no podían faltar The Happy Mondays, además durante todo el metraje el protagonista trae puesta una vieja playera de Sisters of Mercy. Con tantas peleas y cerveza, debemos decir que es también un trabajo esencialmente masculino, el único y mínimo elemento femenino del filme le corresponde a Rosamund Pike, pero es tan corta su participación que bien podría prescindirse de ella.

Aparte de Scott Pilgrim vs. The world (2010), ninguna de las otras películas de Edgar Wright ha tenido una repercusión importante fuera del mercado anglosajón. Quizás el acelerado esgrima verbal de la producción y una gran cantidad de chistes locales sean suficientes para alejar a los espectadores menos pacientes. Una noche en el fin del mundo es un viaje delirante y divertido, pero en ocasiones resulta agotadora y desafortunadamente extraña. Definitivamente no es apta para todos, pero al menos arriesga un poco más que en sus anteriores producciones.

Capitán Phillips (Captain Phillips, 2013) es el tipo  de película que suele gustar mucho a los estadounidenses: es entretenida y está bien filmada, cuenta la historia de un tipo que se sobrepone a las adversidades (con un poco de ayuda, claro), está basada en hechos reales y además, muestra el suntuoso poderío militar de nuestros vecinos del norte. La producción ha recaudado prácticamente el doble de su costo tan solo en Estados Unidos, ha recibido críticas mayormente positivas y pudo verse previamente durante el Festival de Cine de Morelia.

El filme está basado en el libro A captain’s duty: somalí pirates, Navy SEALS and dangerous days at sea (aun sin editarse en español), coescrito por Stephan Talty y el capitán Richard Phillips, en donde cuenta el episodio que éste último vivió en 2009, durante el intento de secuestro de un buque de carga estadounidense que hacía su travesía por costas africanas. Al fracasar la toma del barco, los piratas somalíes decidieron llevarse consigo al capitán en el bote salvavidas. El incidente tras filtrarse a los medios, provocó una costosa intervención militar del gobierno norteamericano… en fin, nada que no pueda verse en el tráiler que ofrece la distribuidora.

Justamente lo predecible del filme es uno de sus mayores problemas, quien haya visto los avances no encontrará ninguna sorpresa. Además, desde hace un par de meses el verdadero Capitán Phillips ha estado apareciendo en varias entrevistas y programas de televisión contando una y otra vez su odisea marítima en las aguas del océano índico.

El director es el británico Paul Greengrass, éste es su octavo largometraje y uno de los que se dice, tienen más posibilidades en la próxima entrega de los premios de la Academia. Sus trabajos previos como La supremacía Bourne (2004) y Bourne: el últimatum (2007), demuestran su capacidad como director de secuencias de acción. En tanto que La ciudad de las tormentas (Green zone, 2010) y Vuelo 93 (United 93, 2006), son prueba de la solvencia narrativa de Greengrass al recrear sucesos reales, algo muy importante para dirigir esta clase de película.

Tom Hanks, el sempiterno héroe involuntario, es el encargado de dar vida al capitán del Maersk Alabama, una persona común y corriente que se ve involucrada en una situación extraordinaria, hecho que pone a prueba su valor y civilidad ante el embate de un grupo de malandros tercermundistas. Claro, el imán de taquilla hollywoodense no se arriesgaría jamás a tomar un papel como el del irresponsable y errático capitán del Costa Concordia, que ante el peligro de naufragio puso pies en polvorosa abandonando a su suerte a todos sus tripulantes y pasajeros. Mención aparte merece el acompañamiento de un grupo de actores desconocidos que interpretan a los piratas somalíes cuyo trabajo contribuye enormemente al halo documental y veraz que tiene la cinta.

Gracias a los buenos oficios de Greengrass, Capitán Phillips tiene lo suficiente para entretener al espectador a pesar de que al final parece que le sobra metraje. No queda muy claro si hay realmente un ganador en este mundo de enfrentamientos tan desiguales, pero ante los rumores de nominaciones en las categorías más importantes para la próxima entrega de los premios Oscar, se confirman una vez más, los bajos estándares de selección de la Academia.

La griega es una de las cinematografías que con menos frecuencia pueden verse en la cartelera nacional, la última película de dicho país que tuvo corrida comercial se presentó ya hace un par de años: La vida según Attenberg (Attenberg, 2010). En esta ocasión el concepto de Sala de Arte de Cinépolis  incluyó entre su selección Los suplantadores (Alpeis, 2011), cuarto largometraje que coescribe y dirige el joven director Giorgos Lanthimos, la obra tuvo un buen recibimiento en el Festival de Cine de Venecia y ya hizo su recorrido por las principales capitales cinematográficas de Europa y Estados Unidos.

Alps es el nombre clave de una empresa dedicada a reemplazar de manera temporal a personas recién fallecidas con el fin de hacer más llevadero el proceso a los afligidos deudos. Amén de la retorcida ética del negocio (porque claramente cobran por sus servicios), resulta evidente que sus socios disfrutan enormemente representar la vida de otras personas. El variopinto grupo está conformado por una joven gimnasta rítmica y su severo entrenador, un riguroso paramédico y una melancólica enfermera que aprovechan su contacto con familias de moribundos para enganchar a posibles clientes. Para encubrir posibles problemas los miembros utilizan los nombres de los picos más importantes de la cadena de montañas más importante de Europa para identificarse entre sí, muy al estilo de los delincuentes de Perros de reserva (Reservoir dogs, 1992).

Lanthimos cuenta en orden convencional la extraña historia de esta rara especie de Club de la Pelea, que tarda un buen rato en mostrarnos de qué va, pero esa confusión inicial poco a poco va dando paso a un macabro y extraño sentido del humor que seguramente solo disfrutarán los más pacientes. La narración está acompañada por una fotografía un tanto oscura y tomas muy cercanas a los retorcidos personajes que se comportan, visten y hablan como las personas a las que sustituyen.

La cinta tiene el acierto de mostrarnos, aunque de manera muy rebuscada, el absurdo de las relaciones personales y las diferentes maneras que tienen las personas para enfrentar lo inevitable: la muerte. Pero al final ¿quién es más raro?, ¿el que contrata a una persona para que haga las veces de un difunto o el que acepta a cambio de dinero y satisfacción personal representarlo?

Sobre todo después de haber hecho un largo recorrido por festivales con Caninos (Kynodontas, 2009), la obra de Lanthimos ha despertado admiración y desprecio por igual, aunque ciertamente parece por el momento relegada al circuito de cineclubes. Y es que, aunque Los suplantadores no logra sacudirse del todo ese tufo de presuntuosidad que la impregna a lo largo de su hora y media de duración, es tan desconcertante y perversa que se convierte en un perfecto recuento de las más extrañas relaciones inhumanas.

Con escepticismo tirando a la apatía fue recibida la biopic Lovelace (2013), segundo largometraje de ficción que firman en conjunto los directores Rob Epstein y Jeffrey Friedman, ambos con amplia experiencia en la producción y dirección de documentales especializados en temas relativos a la diversidad sexual como The celluloid closet (1995) y Paragraph (2000). A pesar de la publicidad de su más reciente película, ésta ha iniciado con más pena que gloria un largo recorrido por la cartelera nacional.

Linda Susan Boreman, mejor conocida por su nombre artístico Linda Lovelace sigue siendo recordada por protagonizar la película pornográfica más famosa de la historia: Garganta profunda (Deep throat, 1972), que representó la cumbre antes de un abrupto descenso para casi todos los que participaron en ella: Chuck Traynor, esposo de la estrella, fue acusado de abuso y su relación acabó en un amargo divorcio; Harry Reims, el protagonista masculino fue utilizado como chivo expiatorio y purgó una condena de cinco años en prisión después de un extrañísimo juicio; el director Gerard Damiano nunca volvió a anotarse un éxito después de esta película y la propia Lovelace, después de participar en un par de filmes intrascendentes decidió retirarse del mundo del porno, convirtiéndose en pocos años en una ardiente activista contra la industria que le dio fama (aunque no fortuna).

La dupla de directores trabaja con un esforzado guión del poco conocido Andy Bellin (apenas su segundo trabajo para cine). La historia comienza en Florida, en el opresivo ambiente familiar que obliga a Linda a iniciar escarceos románticos con el convincente pero violento Chuck Traynor. De ahí retoma episodios importantes en la vida del personaje insertando flashbacks que revelan sin mucha pericia los abusos que años después denunciaría Lovelace en su autobiografía Ordeal (1980): violaciones, prostitución forzada, así como toda clase de violencia física y mental (ella aseguraba, no muy convincentemente, de que fue obligada a hacer lo suyo en Garganta profunda con un arma apuntándole a la cabeza). La ambientación y una fotografía muy granulada, con colores un tanto deslavados dan el tono perfecto para ubicarnos en la época, si bien se extraña que se mencione tan poco el contexto social de la época (incluso el escándalo Watergate contaría con su propia “Garganta profunda”).

Dado el bajo presupuesto y el carácter independiente de la cinta, sorprende que haya una gran cantidad de actores reconocidos haciendo papeles pequeños: James Franco (interpretando al joven Hugh Hefner), una irreconocible Sharon Stone en el papel de madre reprimida, Robert Patrick como el severo padre, Wes Bentley haciendo de fotógrafo y Hank Azaria (la voz de Homero Simpson) es el malogrado Gerry Damiano. Aunque parezca sorprendente, la mejor del conjunto es Amanda Seyfried, pero pese a su esfuerzo no logra salvar la película.

Lovelace es indudablemente entretenida, pero el resultado final es una película inofensiva envuelta en un hermoso decorado. Dada la experiencia de los directores y la singular vida del personaje principal es sorprendente que no arriesgaran un poco más. Lo que pudo ser, al menos  un intenso melodrama, desemboca en un final manipulador y complaciente muy al estilo de la aborrecible teleserie de Azteca, Lo que callamos las mujeres.


En la casa (Dans la maison) – Trailer… por TrailersyEstrenos

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