Los puentes laborales y escolares siempre son bien aprovechados por las cadenas cinematográficas, que para este mayo nos trae Obediencia Perfecta, Todo está perdido, César Chávez y Philomena.
Por Armando Casimiro Guzmán
Apenas unos días después de la canonización de Juan Pablo II (a quien muchos acusan de proteger al infame Marcial Maciel), se estrenó a nivel nacional Obediencia perfecta (2014), largometraje debut del mexicano Luis Urquiza, que está basada en algunos episodios de la vida del nacido en Cotija, Michoacán. Originalmente se pensaba que saldría a cartelera durante el periodo de Semana Santa, pero debido a cuestiones logísticas y de sensibilidad, se decidió aplazar su lanzamiento hasta el puente del 1 de mayo en quinientas salas de las principales ciudades del país.
Entusiasmado por Perversidad, un texto escrito por Ernesto Alcocer, Luis Urquiza empezó a trabajar en conjunto con el escritor para crear el guion de lo que sería su ópera prima. Obediencia perfecta cuenta la relación de abuso que se forja entre el padre Ángel de la Cruz, influyente líder fundador de los Cruzados de Cristo y el adolescente de trece años Sebastián (alias Sacramento Santos en la jerga religiosa). La obediencia a la que hace referencia el título se refiere a un absoluto enajenamiento mental en el que el paulatinamente la víctima alcanza niveles de sumisión verdaderamente escalofriantes.
Urquiza en ningún momento oculta su intención de llevar a la pantalla los abusos del padre Maciel, las referencias son evidentes: las argucias del líder religioso para abusar sexualmente de jóvenes seminaristas, su adicción a las drogas y las relaciones que sostenía con mujeres fanáticas de su labor en el seno de su organización. Pero el director y guionista asegura que su intención en ningún momento ha sido provocar a los grupos católicos que aun defienden a Maciel, en cambio busca conmover y generar una reflexión en torno al espinoso tema del abuso infantil, dentro y fuera de la iglesia. Pero claro, los escándalos siempre son una ayudadita para elevar los ingresos en taquilla.
Debido a que la historia requería trabajar con niños y adolescentes (“que no son actores, sino actores en formación”, explica Urquiza), se requería un protagonista experimentado que tuviera la capacidad de ayudar a los más jóvenes a obtener lo mejor de sí mismos. El encargado de esa labor fue Juan Manuel Bernal, quien es muy religioso y en un inicio debió hacer a un lado sus reticencias respecto a lo que se iba a contar en la pantalla. Por otra parte, le correspondió al novel Sebastián Aguirre dar vida al momentáneo objeto de atención del lascivo salvador de almas.
Entre los aciertos de la película destaca, además de su gran trabajo de fotografía, el tratamiento de la historia, que se aleja del escándalo barato y las imágenes explícitas, un tratamiento discreto para un tema delicado. Sin embargo, las actuaciones juveniles no dan el ancho (el propio Bernal luce por momentos sobreactuado), además de que la trama nos lleva por momentos a varios callejones sin salida (¿qué pasó con el seminarista que besó a la virgen?, ¿la familia del joven Sacramento?, ¿por qué la entrada no tiene una conclusión?). Aun con lo anterior, Obediencia perfecta podría ser un filme rescatable, de no ser porque tanto respeto por el tema lo convirtió en un trabajo soporífero y poco impactante.
A pesar de que pudo verse desde la pasada edición del Festival de Cine de Morelia, fue apenas en el mes de mayo que se estrenó en la capital michoacana Todo está perdido (All is lost, 2013), segundo largometraje del estadounidense J. C. Chandor, quien hace un par de años había debutado como director con el interesante thriller financiero El precio de la codicia (Margin call, 2011). No obstante que recibió toda clase de elogios, sobre todo por el gran desempeño de su protagonista Robert Redford, la película no tuvo una buena respuesta en la taquilla norteamericana, lo que influyó para que se distribuyera de manera limitada en el resto del mundo.
Con guion escrito por el propio Chandor, Todo está perdido (extrañamente la distribuidora decidió respetar el nombre original), cuenta una historia mínima, la de un hombre que navega en solitario por el océano Índico, hasta que un día descubre que su bote ha sido golpeado por un enorme contenedor que marcha a la deriva, causándole un daño tremendo al casco de su nave. Ante la inminente llegada de una tormenta, el solitario navegante pronto se verá cara a cara con la muerte.
El de supervivencia es una especie de subgénero muy socorrido en el cine de acción. Historias de seres humanos que se enfrentan en solitario a una serie de situaciones adversas en medio de la nada se han visto en filmes recientes como en Una aventura extraordinaria (The life of Pi, 2012) con todo y su cursilería new age, la sobrevaluada Gravedad (Gravity, 2013) y hasta el thriller patriotero Capitán Phillips (Captain Phillips, 2013). Sin embargo, la obra de Chandor se diferencia de las anteriores en su simpleza, en su desinterés por las florituras estéticas y narrativas, que se traducen en un relato conciso pero intenso.
Chandor cuenta que desde el inicio pensó en Robert Redford, uno de los actores, productores y directores más emblemáticos del cine norteamericano. El también creador del Festival de Cine de Sundance, tenía 77 años cuando se rodó esta película, un trabajo que no sólo es físicamente muy demandante sino que requiere un gran desempeño del protagonista para darle credibilidad a una historia que carece casi por completo de diálogos. Chandor tuvo el acierto de no dar muchas pistas sobre los motivos que llevaron al personaje a un recorrido tan singular por altamar: una especie de carta de disculpa, el nombre femenino en el bote no dicen mucho sobre la entereza de un anciano que debe utilizar todas sus capacidades para sortear los peligros de esta aventura.
Aunque se ve contenida por los límites que ella misma se impone, la cinta se sitúa cerca de los linderos que se permite la poco arriesgada industria hollywoodense, lo cual es suficiente para confirmar la capacidad de un actor veterano y la solvencia narrativa de un joven cineasta. Quienes esperen espectaculares escenas de acción y vistosos efectos especiales saldrán decepcionados. Todo está perdido es la historia de un hombre solitario que debe enfrentarse a su propia mortalidad, parece simple pero es una de las mejores opciones para ver este mayo en la cartelera.
“El cine no le ha hecho justicia a la comunidad latina en Estados Unidos”, dijo su Diego Luna cuando presentó César Chávez (2014), durante el festival South by Southwest (SXSW). Éste es su tercer largometraje como director y el primero que se estrena en una buena cantidad de salas en la Unión Americana. La película recaudó poco más de cinco millones de dólares durante su primera semana de exhibición (nada mal si consideramos que sus costos rondan los diez millones de billetes verdes), a pesar de que las críticas han sido mayormente negativas. En México se estrenó en el codiciado y rentable puente del 1 al 5 de mayo, aunque debemos recordar que la audiencia nacional no suele ser muy receptiva a las cintas de temáticas mexicano-estadounidenses.
César Estrada Chávez fue un conocido activista estadounidense, hijo de padres mexicanos, Chávez luchó durante buena parte de su vida para defender los derechos y mejorar las condiciones salariales de los trabajadores del campo. En su lucha, Chávez no dudó en tratar de impedir la contratación de trabajadores indocumentados, así como promover la terminación del “Programa bracero” y formar brigadas de sindicalizados para impedir el cruce de migrantes ilegales. Por su labor en favor de los trabajadores estadounidenses se celebra el día de César Chávez en California, Colorado y Texas cada 31 de Marzo. Para realizar la película únicamente se consideró un periodo de cinco años, de 1965 a 1970, cuando dirigió una huelga de recolectores de uva con la que obtuvo reconocimiento internacional al promover un boicot contra las uvas californianas en Estados Unidos y Europa.
Se cuenta que desde hace años gente de Hollywood, especialmente Robert Redford, deseaban hacer una película sobre el personaje. Pero fue hasta que Diego Luna se entrevistó con uno de sus descendientes que se planteó formalmente la posibilidad de hacer un filme sobre la vida del activista mexico-americano. La obra se concentra en un periodo muy específico e intenta, sin mucho éxito, buscar el lado humano de Chávez, su rol como un padre de familia que estuvo mucho tiempo alejado de los suyos por tratar de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores agrícolas.
En el reparto encontramos a Michael Peña, un conocido actor de reparto que en esta ocasión hace su primer protagónico, en una actuación que parece sin chiste hasta que uno observa los videos del adusto y poco expresivo Cesar Chávez. La parte femenina corresponde a las actrices América Ferrera, conocida por la comedia étnica Real women have curves (2002), así como a la neoyorquina Rosario Dawson. El malo de la película (literalmente), es el mismísimo John Malkovich, como el casi diabólico representante de los empresarios agrícolas.
Aunque en general es un filme de muy buena factura, sobre todo por la recreación impecable de los campos californianos de los años sesenta en la actual Sonora, es claro que sobró mucho material ya que en algunos momentos la edición parece forzada. Diego Luna insiste en que más que una película biográfica, César Chávez habla del poder de la organización para lograr cambios sociales. Puede ser, pero es difícil comprender cómo una historia que nos dicen es apasionante, puede contarse de una manera tan mortalmente aburrida.
Entre las sorpresas de la edición 2014 de los Oscar destacó la presencia de Philomena (2013), largometraje número veintiuno en la cuenta del prolífico cineasta británico Stephen Frears, un filme pequeño y de bajo presupuesto que tuvo una buena acogida en la taquilla estadounidense. La película, además de sus nominaciones a los premios de la Academia (que se generalmente se traducen en un mayor número de espectadores), fue bien recibida en los festivales de Venecia y Toronto, mientras que en nuestro país inició su recorrido desde febrero con unas cuantas copias.
El guion, coescrito por Steve Coogan (quien también actúa en el filme), está basado en el libro The lost child of Philomena Lee (aun sin editarse en español), del periodista británico Martin Sixsmith, quien en ese momento acababa de perder su empleo como asesor de un partido político. En esos días, el ateo y sarcástico periodista conoce a Philomena, una anciana que asegura llevar casi cincuenta años buscando a su hijo, a quien se vio forzada a dar en adopción cuando era una adolescente internada en un convento católico irlandés. El relato saca a relucir el instinto reporteril de Sixsmith, quien junto a la devota anciana irlandesa emprenderán una infatigable búsqueda del hijo desaparecido.
El tema, los constantes abusos en conventos católicos en la Irlanda del siglo XX, se prestaba a la perfección para el melodrama desgarrador, como el que nos presentaba Peter Mullan en The Magdalene Sisters (2002). Pero en vez de ello Frears nos ofrece una comedia dramática que se centra en la relación que se establece entre el escritor descreído y una sensible anciana, amante de las novelas rosas que mantiene intacta su fe en la iglesia católica. Muchos han hecho hincapié en el gran desempeño de la veterana Judi Dench, pero quien realmente se lleva la película es Steve Coogan, quien obtiene el máximo provecho del flemático humor negro de su personaje para sacar adelante los momentos más cursis de la obra. Hay que reconocer que Stephen Frears es cuando menos un cineasta cumplidor, entre sus trabajos más conocidos debemos mencionar: la comedia con tintes musicales, Alta Fidelidad (High fidelity, 2000), el pesado drama aristocrático La reina (The queen, 2006) y la comedia de diversidad sexual Mi hermosa lavandería (My beautiful laundrette, 1985), que contó con guion del escritor Hanif Kureishi.
Es curioso que una película como esta haya despertado la ira de asociaciones católicas estadounidenses como la Catholic League for Religious and Civil Rights que se caracteriza por su intolerancia y conservadurismo, pero más desconcertante aún fue la diatriba lanzada desde el New York Post, un diario acostumbrado a los escándalos pero que solía mantenerse alejado de las polémicas cinematográficas. El asunto se zanjó en parte cuando la verdadera Philomena Lee (que en la actualidad tiene ochenta años) y el actor Steve Coogan, se reunieron con el papa Francisco en el mismísimo Vaticano en febrero de este año.
Son demasiados los temas que toca la película sin que ello sea un lastre para el desarrollo de un drama que reviste cierta ligereza. No apta para la crítica que menosprecie, al igual que el personaje de Steve Coogan: “las historias de interés humano”, es en cambio una opción estimulante, con cierta dosis reflexiva para un público receptivo y con ganas de emocionarse.