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Gran Hotel Budapest

Ya sabemos que en plena época mundialista el tema de ir al cine queda como tema secundario para mucha gente, pero si eres de los que se da tiempo para todo, o simplemente detesta el fucho, acá te dejamos nuestras críticas a cintas nacionales y extranjeras.

 Por Armando Casimiro Guzmán

Aunque hizo mucho ruido desde su presentación en el Festival de Cine de Berlín en enero de este año, fue apenas a finales de abril que empezó a hacer su largo peregrinar por tierras mexicanas El gran hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014), octavo largometraje que escribe y dirige Wes Anderson. Sorpresivamente esta ha sido la película más taquillera del cineasta en los Estados Unidos, mientras que para nuestro país los distribuidores decidieron no correr riesgos y la lanzaron con apenas unas cuantas copias.

Inspirado por las obra del escritor y activista social de origen austríaco Stefan Zweig (quien escribió mucho sobre el estilo de vida excéntrico y suntuoso de los antiguos regímenes europeos), Anderson nos sitúa en la ficticia república de Zubrowka, a principios de 1930, cuando el fastuoso Grand Budapest Hotel, ubicado en las alturas de una indeterminada población alpina, vive sus últimos momentos de gloria, antes de que la guerra asole al continente europeo. Es en ese lugar donde se produce el encuentro entre Gustave, el famoso concierge del lujoso alojamiento, y Zero, un inmigrante del medio oriente que aspira a convertirse en el nuevo botones del lugar. La repentina muerte de una de las clientas más asiduas del hotel, las luchas intestinas para hacerse con su fortuna y la inminencia de la guerra, llevan a los protagonistas a enfrentarse a las situaciones más descabelladas que uno se pueda imaginar.

La película contiene todos los elementos propios del cine de Anderson: personajes extravagantes, un gran despliegue visual, un continuo aire de atemporalidad, así como una narrativa ágil y tragicómica. De hecho, la producción luce mucho más compleja de lo habitual e incluye un reparto notoriamente extenso, por lo que sorprende que se haya terminado el proyecto apenas dos años después de que se presentara Moonrise kingdom (2012), en el Festival de Cannes.

Anderson mezcla una serie de elementos del este de Europa para conformar su entrañable pero inidentificable república imaginaria: las escarpadas cumbres nevadas, las numerosas palabras en alemán, algunos incidentes que tienen paralelismos con la ocupación nazi de Polonia y para colmo el hotel se llama Budapest. A esto debemos sumarle ciertos pequeños detalles desconcertantes que harán las delicias de los seguidores del realizador, como las coloridas cajas de pasteles, el lunar en forma de México que tiene el personaje de Saoirse Ronan en la mejilla, así como la peculiar sociedad secreta que vela por los concierges de los principales hoteles europeos.

Aunque el elenco está plagado de los habituales del director como Jason Schwartzman, Bill Murray, Willem Dafoe, Adrien Brody, entre otros, pero quien sorprende es el notablemente cómico Ralph Fiennes, en su papel del refinado empleado del hotel, quien no solamente se esfuerza por solventar las demandantes exigencias del establecimiento, sino que también se esmera en atender personalmente toda clase de necesidades de sus ancianas y adineradas huéspedes.

Tal vez El gran hotel Budapest no sea una película que disfrute el gran público, pero no por ello deja de ser una impresionante muestra de estilo de Wes Anderson. Esta estilizada, imaginativa y divertida comedia es un recordatorio refrescante sobre el valor que tienen la originalidad, la nostalgia y el sentido del humor. No venderá millones de entradas pero definitivamente éste es uno de los filmes imprescindibles de este 2014.

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Una fecha complicada, justo en la semana de inicio del Mundial de fútbol, fue la que se designó para el estreno de Odio el amor (I hate love, 2012), segundo largometraje del mexicano Humberto Hinojosa, quien se diera a conocer con el melodrama campirano Oveja negra (2009), un trabajo que fue bien recibido hace algunos años cuando se presentó en el festival de cine de Guadalajara. Su más reciente filme pudo verse ya hace un par de años durante el Festival de Cine de Morelia, donde se topó con reacciones encontradas tras su presentación ante la prensa y el público michoacanos.

Humberto Hinojosa no solo dirigió, sino que también escribió el guión para Odio el amor, un relato de amor adolescente, que gira en torno a Robo, un chico que perdió la audición después de un desafortunado accidente y Eve, una huraña joven estadounidense que llega a vivir a México, tras acumular un largo historial de problemas derivados de la depresión. La relación entre ambos personajes se intensifica cuando Robo descubre que escucha sonidos cada vez que se encuentra cerca de la mujer que ama. Para poner un poco de sabor a la cuestión, Cobra, el engreído mejor amigo de Robo, está dispuesto a enamorar a la gringuita, poniendo a prueba aquello de que nunca debes meterte con los ligues de tus amistades.

Desde un principio Hinojosa tenía muy claro que lo que quería contar: “Tenía ganas de hablar del primer amor adolescente, porque ese siempre tiene algo especial”, dijo el director durante la rueda de prensa posterior a su exhibición durante el festival de cine de Morelia. Pero los principales obstáculos de la joven pareja no son las diferencias sociales ni algún ex novio celoso, sino que la sordera y las barreras del idioma son las que verdaderamente dificultan la sanación personal de los protagonistas.

Filmada casi en todo momento con cámara en mano, con poca luz y atardeceres espectaculares, la película encuentra sus mejores momentos cuando se despliega el abanico de la trivialidad adolescente, en la orilla del mar, en la intimidad de una habitación o cuando ingresan clandestinamente a un parque de diversiones abandonado. Tanto la estadounidense Diane Rosser, como un muy juvenil Christian Vázquez, cuentan con los elementos suficientes para complementar el notable trabajo de cámara, que solamente se ve ensombrecido por algunas interacciones un tanto forzadas con el resto del elenco.

Buena parte de Odio el amor está hablada en inglés, algo que puede ser un arma de dos filos al momento de presentarla al público nacional, pero que, al menos en teoría, aumenta sus posibilidades de exportación. Ya veremos que sucede, por lo pronto en México se presenta en la nada despreciable cantidad de 200 salas, con el atenuante de que deberá enfrentar la feroz competencia mundialista. Puede resultar demasiado ligera, incluso cursi, pero bien vale la pena para una salida en pareja con la intención de olvidarse momentáneamente de las perennes desilusiones futboleras.

 

Se venía anunciando como uno de los estrenos más fuertes del verano fílmico, Al filo del mañana (Edge of tomorrow, 2014), octavo largometraje del neoyorquino Doug Liman, quien saltara a las grandes producciones del cine de acción tras la divertida comedia criminal Viviendo sin límites(Go, 1999). La película tuvo su debut a nivel mundial en los últimos días de mayo, siendo la primera semana de junio la fecha de estreno programada para Norteamérica. La producción se distribuyó en nuestro país con mil 200 copias y se presenta además del formato tradicional, en 3D, 4DX, así como en algunas salas IMAX, en un intento de recuperar sus elevados costos de producción.

El argumento de la película se basa en la novela All you need is kill, del escritor y programador japonés Hiroshi Sakurazaka, publicada originalmente en el año 2004 (aún no se encuentra disponible en español). En ella se cuenta la historia de un inofensivo oficial del ejército que un día se ve obligado a luchar contra una letal invasión alienígena. Su primera incursión en territorio enemigo termina cuando muere durante una pelea cuerpo a cuerpo contra una de las peligrosas entidades extraterrestres… solo para revivir completamente a salvo un día antes del combate. La confusión inicial por el extraño fenómeno pronto se convierte en un proceso de aprendizaje de prueba y error, en el que se verá ayudado por una joven guerrera, juntos intentarán librar a la humanidad de lo que parece ser su catastrófico destino.

Se cuenta que desde hace varios años el proyecto estaba en el aire, originalmente con Brad Pitt como protagonista, pero al no haber coincidencias con las fechas, los productores procedieron a la contratación de Tom Cruise para el papel principal. Tras un inicio complicado, en donde varios guionistas fueron despedidos antes de tener el texto terminado, Doug Liman por fin pudo contar con todos los elementos necesarios para la filmación apenas unas semanas antes del rodaje.

Aunque muchos insisten con compararla con la extraordinaria comedia Groundhog day (1993), por aquello de los días que se repiten una y otra vez, lo cierto es que se encuentra más emparentada con la más reciente, Ocho minutos antes de morir (Source code, 2011), de Duncan Jones, tanto por su tono más cercano del cine de acción, como por la interacción de la pareja protagonista. El recuerdo de los recientes fracasos taquilleros de Cruise, así como su más reciente y lamentable incursión en los terrenos de la ciencia ficción con Oblivion (2013), sirvieron para catalogar a esta cinta como una de las más arriesgadas del ciclo veraniego.

Pero al margen de sus guiños complacientes, su irritante formato de videojuego y de una historia que es completamente incapaz de explicarse a sí misma, Al filo del mañana (ciertamente un título incomprensible), intenta compensarse con un humor autoparódico, enérgicas escenas de acción y la presencia siempre agradable de Emily Blunt. Este nuevo trabajo de Doug Liman cumple apenas con lo que promete, entretenimiento lúcido, disfrutable y lejos de cualquier discurso serio o reivindicador. En vista de la poca imaginación que prevalece en Hollywood, seguramente será el blockbuster veraniego más rescatable de este 2014.

A ritmo de comedia ligera se presentó en la cartelera comercial (aunque ya pudo verse durante el Tour de Cine Francés), El lobo seductor(Le grand méchant loup, 2013), largometraje de la autoría del tándem conformado por Nicolas Charlet y Bruno Lavaine. Éste es ya el segundo trabajo que los directores firman en conjunto y marca su regreso a la cartelera francesa después de la poco afortunada La personne aux deux personnes (2008).

El lobo seductor es una adaptación libre de la cinta francocanadiense Les trois p’tits cochons (2007), del quebequense Patrick Huard, que a su vez está basada en el cuento clásico de autor anónimo, Los tres cerditos, popularizado en el siglo XX gracias a la versión de dibujos animados de Walt Disney. En el filme, se cuenta la historia de tres hermanos cuarentones habitantes de los suburbios parisinos, todos ellos casados y aparentemente felices. Pero un día, su anciana madre sufre un accidente que la deja en coma, es entonces cuando todos ellos harán una evaluación de sus vidas y se preguntarán si deben permitir la entrada del lobo a sus respectivas casas, esta fiera no viene vestida con piel de oveja, sino con provocativas faldas y tacones.

Cada hermano tiene su particular encuentro con el lobo: Philippe que habita en la casa de madera, conoce a Natacha, una joven actriz adicta a tener sexo en el interior del Palacio de Versalles; el despistado Henri, quien vive en una siempre inconclusa casa de paja, encuentra el peligro en una joven estudiante de artes marciales; mientras que el mayor de todos, el serio Louis, quien posee una enorme mansión de piedra tal vez logre sortear con éxito los embates de una atractiva compañera de trabajo… ¿o no?

El filme no está narrado de manera lineal, al menos no durante la primera hora, que sirve de presentación a las aventuras de los dos hermanos más jóvenes. Pero pierde un poco el rumbo en el momento en que deja la estructura fragmentada para seguir con una narrativa convencional en su segunda mitad. Los directores tratando de compensarlo, utilizan toda clase de recursos para  mantener el interés en la historia: cámara en mano, narraciones en off, cortes rápidos y secuencias musicales intentan dar forma a esta comedia sobre la infidelidad masculina.

El desempeño de los actores es desigual, destacan Benoît Poelvoorde como el rejuvenecido cuarentón y Kad Merad como el mesurado hermano mayor, mientras que el personaje de Fred Testat, como el cerdito tonto, todo el tiempo de bermudas y tenis, resulta el más flojo del cuento. Mención aparte merece Valérie Donzelli, a quien pudimos ver en la pasada edición del Tour de Cine Francés presentando nada menos que Declaración de guerra (La guerre est déclarée, 2011), sin duda, es una actriz que levanta el nivel cada vez que aparece en escena.

El lobo seductor es un cuento sin moraleja, una comedia sobre la crisis de la edad y el adulterio, que evita caer en los excesos vulgares de su similar Los infieles (Les infidèles, 2012). No hay que esperar mucho, es simplemente una película entretenida que cuenta apenas con lo justo para pasar un rato agradable.

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