Ya decía Georges Bataille que el erotismo y la muerte no son fundamentalmente distintos; todo orgasmo es una especie de pequeña muerte, la muerte ha de ser -quién puede saberlo salvo quien ha muerto- un inmenso orgasmo.
Bajo esa premisa se desarrolla Female Werewolf, de Chris Alexander -que no tiene nada que ver con “La loba”, de Shakira-, una producción Canadá-Estados Unidos de este 2015, sobre una mujer a la que el deseo lleva a través de escenarios oníricos, donde el espectador no sabe si está despierto, pero los anhelos de la protagonista van creando nuevos espacios.
Imágenes psicodélicas en tonos rojos, blancas y negras o con luz obscura; una secuencia en la bañera que evoca por un momento “Psicosis”, de Alfred Hitchcock; un viaje introspectivo a través de la contemplación; y el mundo que aparece cada vez que amamos.
La historia interna avanza con lentitud y Carrie Gemmell -quien interpreta al personaje principal- abre las paredes, las esquinas de la calle, los muros de las habitaciones, como si se tratara de la voz poética de los nocturnos del mexicano Xavier Villaurrutia. Sin embargo -sin embargo-, sin embargo, la nula narración, la carencia de trama, la falta de guión, darle primacía a imágenes que no parecen conectarse entre sí, que no parecen desearse realmente, hacen que el espectador pierde velozmente el interés.
No demasiada producción, no mucho sonido, casi nada de música, vuelven apático -ante esta propuesta fílmica de corte serie b- a quien está acostumbrado a un argumento, a personajes, a diálogos, a la tiranía del relato… Seguramente, ya habrá mejores filmes para ver en el Feratum que Female Werewolf.