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Cordero: no tomes lo que no es tuyo

Cordero

Islandia es un país con una larga tradición sobrenatural. Hasta hace algunos años todavía circulaban folletos turísticos en donde se afirmaba que más de la mitad de los islandeses creían en la existencia de duendes y otras criaturas mitológicas. Y es que sus campos sin árboles con cielos grises invitan a la ensoñación y de paso, recuerdan a locales y foráneos el poder de la naturaleza.

En este lugar se desarrolla la historia de Cordero (Lamb, 2021), ópera prima de Valdimar Jóhannsson que se estrenó en la sección Un certain regard, una de las paralelas de Cannes. En México se pudo ver en noviembre como parte de la programación de Feratum, en Pátzcuaro, y recién ahora llega a la cartelera por medio de la distribuidora Caníbal.

El matrimonio formado por Ingvar y Maria habita una apartada propiedad en donde crían ovejas. La frugal comunicación de la pareja versa en torno a las labores de la granja. Se intuye, después de una charla trivial, que hay algo en su pasado que no han logrado superar. Todo cambia cuando nace una pequeña cría de oveja con rasgos humanos. La pareja no se inmuta y lo toma como una compensación divina, por lo que deciden tratar a la criatura como si fuera un miembro más de la familia. Pero como se verá en el desarrollo de la historia, toda acción tiene sus consecuencias.

La película está contada en tres capítulos y un breve prólogo en donde se insinúa la presencia de un ente sobrenatural, del que no sabemos nada más hasta que llegamos a la secuencia final. Los diálogos son escasos, por lo que la historia se cuenta a través de las imágenes en donde abundan planos fijos repletos del gris de la niebla y el verde de los pastos que rodean la granja.

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Ciertos elementos confirman la pérdida de una hija pequeña. La cuna guardada en el cobertizo y la habitación con juguetes, sirven ahora a la nueva huésped, a quien le otorgan el nombre de su predecesora (Ada). En la pareja se opera un cambio notable, hay más sonrisas y jugueteos, es evidente que a pesar de las evidentes diferencias físicas aceptan con naturalidad a la nueva integrante para curar momentáneamente las heridas de su pasado.

Pero el matrimonio prefiere pasar por alto las señales de que algo no anda bien. La terca insistencia de la madre biológica para recuperar a su cría termina en un artero asesinato. Maria no está dispuesta a compartir su recién reencontrada felicidad y lleva su determinación hasta las últimas consecuencias. Pero aunque Ada no habla el lenguaje humano, es capaz de constatar su singularidad cuando mira su reflejo en un arroyo y cuando se concentra en una vieja fotografía de un rebaño de ovejas.

Con la repentina aparición de Pétur, el hermano mayor de Ingvar, un músico fracasado ahogado en deudas, a quien se podría señalar, si se permite la expresión, como la oveja negra de la familia, las cosas no cambian en la granja. A pesar de su reacción inicial de desprecio, Pétur termina aceptando a su peculiar sobrina, aunque no por ello deja de hacer insistentes avances sobre su cuñada, sin obtener ninguna respuesta favorable.

Es interesante la forma en que Jóhannsson juega con algunos elementos de la iconografía cristiana y los mezcla con el folklore local. El nacimiento en un pesebre de una criatura singular de padre desconocido, nos hace pensar que el nombre de la protagonista, Maria (una extraordinaria Noomi Rapace), no es casual.

Pero la naturaleza, las imponentes montañas, el clima que va desde el agreste invierno boreal hasta el verano en donde prácticamente no se oculta el sol, tiene un papel más relevante. La luz estival permite ver lo que antes permanecía oculto y la naturaleza volverá por lo que es suyo. Una alegoría sobre la vanidad humana que al final tendrá que pagar el precio por todo aquello, que sin miramientos, arrebata de su entorno.

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