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Crítica: Graduación, de Cristian Mungiu

¿Cómo reacciona un padre de familia cuando lo vida la pone en una situación límite? ¿Será capaz de violentar los principios que lo han regido toda su vida? Es Rumania, en la actualidad, Romeo es un médico que ha dedicado buena parte de su vida a planear un futuro exitoso para su única hija. La posibilidad de obtener una beca en una prestigiosa universidad inglesa depende únicamente del desempeño de la joven en los últimos exámenes del semestre. Pero un hecho violento impide realizar ese último paso, poniendo en riesgo la estabilidad mental de la estudiante y la culminación exitosa del proyecto, lo que revelará una faceta desconocida del atribulado progenitor.

Graduación (Bacalaureat, 2016) es el quinto largometraje que escribe y dirige Cristian Mungiu, uno de los más exitosos exponentes entre la nueva ola de cineastas rumanos que han tomado por asalto los principales festivales del mundo en los últimos años. Su más reciente proyecto se estrenó en Cannes, en donde se alzó con el premio a mejor director. Hay que recordar que previamente sus dos de sus películas tuvieron buena recepción en el certamen francés: 4 meses, 3 semanas, 2 días (4 luni, 3 saptamâni si 2 zile, 2007) ganó la Palma de Oro, mientras que Más allá de las colinas (Dupa delauri, 2012, se llevó a casa los premios a mejor actriz y mejor guion. Lo más nuevo de Mungiu se presenta en México por mediación de la distribuidora Nueva Era Films.

Han pasado más de veinticinco años desde la caída del comunismo en Rumania y su democracia aún es frágil e inexperta. Cuando cae un régimen, parte de sus vicios permanecen en el inconsciente colectivo, así, las personas que acostumbraban transgredir las regulaciones arbitrarias de la política de Ceausescu, siguen perpetuando esa costumbre que a estas alturas se antojaría innecesaria. Romeo, el protagonista de relato, aparenta una vida de estabilidad y rectitud dentro de la caótica sociedad rumana. Pero cuando el proyecto de vida que tiene para su hija se pone en peligro, el médico no duda en recurrir al tráfico de influencias que tanto detesta: la policía, los maestros y el personal del hospital forman parte de la red de corrupción que se va tejiendo a su alrededor.

La propia vida del personaje principal es el retrato de una sociedad en descomposición, atrapado en un matrimonio sin sentido y traicionando sus ideales de juventud. La idea inamovible de sacar a su hija del país como el único camino posible para obtener un futuro mejor, habla no sólo de la desconfianza, sino de la evasión de la realidad y el egoísmo, ya que prevalece la búsqueda de soluciones individuales en vez de un mejoramiento colectivo sostenible.

Mungiu es capaz de sumergirnos en la vida aparentemente común de sus personajes, los dramas cotidianos se van descubriendo paulatinamente, en una especie de thriller sin acompañamiento musical y rodado en planos alargados. La cinta no es un relato de amor de un padre por su hija, sino más bien presenta el enfrentamiento entre dos visiones distintas del futuro de un país.

Es claro que Mungiu busca exponer algunos de los males que observa en su entorno, los cuales no son propios de la sociedad rumana. Pero en Graduación, debe destacarse el talento del cineasta para recrear un ambiente realista, con precisión y sobriedad, el cual permite el desarrollo de personajes creíbles que enfrentan una compleja serie de dilemas morales. Sin duda, este es un mordaz drama familiar de sabor local pero de alcance universal.

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