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Cuadros en la oscuridad: lenta y agotadora

 

Paula Markovitch es reconocida en el medio cinematográfico mexicano por su talento como guionista. Hace algunos años decidió incursionar en la dirección con El premio (2011). Su ópera prima se presentó en varios festivales alrededor del mundo, incluido Morelia, en donde se alzó con el principal galardón del certamen.

En la segunda jornada de actividades de la Sección de Largometrajes Mexicanos en Competencia del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), la cineasta presentó Cuadros en la oscuridad (2017), coproducción mexicano-argentina rodada en la ciudad de Córdoba, la cual hizo su estreno mundial en la capital michoacana.

La obra escrita y dirigida por Markovitch nos presenta a Marcos, un empleado de gasolinera cuya pasión es pintar. Las obras permanecen en la destartalada casa del autor, nunca han sido expuestas al público debido su pasado comunista. Por lo tanto, Marcos y su obra viven en el anonimato como una cruel secuela de la dictadura argentina. El encuentro fortuito con Luis, un niño que habita las calles de un barrio marginal, permitirá establecer un vínculo entre ambos: Marcos quiere compartir sus conocimientos y Luis, a pesar del difícil entorno que le rodea, tiene curiosidad… ¿el arte será capaz de salvarlo?

En plática con los medios, la cineasta cuenta que la película está inspirada en la obra de su padre, Armando Markovitch, artista plástico que nunca vio expuesto su trabajo. Debido a sus convicciones políticas, la familia Markovitch debió emigrar al interior del país y vivir en una especie de clandestinidad que marcó al patriarca para el resto de su vida.

Al igual que el personaje que inspiró la historia, Marcos vive en el aislamiento, se infiere que debió ocultarse durante tanto tiempo que ya no sabe como vivir de otra manera. Pero la llegada de Luis, con su frescura y malicia, permite al pintor abrirse y tratar de compartir sus conocimientos. Para Luis, las enseñanzas de Marcos representan un mundo al que nunca tuvo acceso debido a la pobreza y el desamparo en el que ha pasado toda su vida.

Foto: Cortesía FICM

Paradójicamente es una película en donde sobresale el sonido ambiental pero al mismo tiempo destaca la escasez de diálogos, apenas los necesarios para enfatizar alguna situación específica. La autora nos ofrece pistas suficientes para conocer algo del pasado del pintor, aunque es muy poco lo que se conoce del chico, quien pasa el tiempo vagando en las calles, sin comprender del todo el valor del arte en la vida cotidiana.

 “Vivir sin acceso a la educación y la cultura es criminal”, sostiene Paula Markovitch. La cinta nos habla de la importancia de las obras artísticas, de lo valioso de su mensaje así como de su fragilidad ante el paso del tiempo y los vaivenes políticos e ideológicos. Pero a pesar de contar con algunos elementos valiosos, la película se siente lenta y agotadora. Ojalá pudiéramos ver en la pantalla aunque fuera la mitad de la pasión y la vehemencia con la que Markovitch defiende su idea en las entrevistas, de esa manera podríamos decir que Cuadros en la oscuridad es una gran película.

 

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