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¿Cuántos amigos debería tener?

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Cuando se es niño tener amigos es algo indispensable, aunque no se lo piensa tanto. Uno se entrena en técnicas y estrategias para adentrarse al tejido social: no pegarle a otros, no burlarse de los demás, a menos que el grupo lo haga; no decirle a alguien “¿quieres ser mi amigo” porque esa es una forma muy deficiente de obtener amistades.

Un adulto puede detenerse a pensar en cuántos amigos de la infancia sobrevivieron los años, o bien, ¿a cuántas personas se les puede considerar amigos? Y después de reflexionarlo por un tiempo concluirá: tiene más años que amigos.

Pienso en Sheldon cuando en un episodio de La teoría del Big Bang decía que tener más de cinco amigos era una tarea faraónica. Es verdad, el doctor Cooper no era muy ducho en relaciones sociales, aunque puede tener algo de razón.

¿Es posible calcular la cantidad de amigos?

Mi Facebook dice sí, y hasta me arroja una cantidad precisa de personas con el título de “amigos”, pero la verdad, a la mayoría de esa lista tengo muchos años sin verlos, casi no hablo con ellos y nuestros intereses seguramente se han distanciado tanto que una plática no pasaría de algunos cuantos recuerdos y ya; luego hay otros que apenas si conozco, nos encontramos en un conversatorio o alguna presentación de un libro, nos agradamos e intercambiamos perfiles de Facebook porque pasarnos los teléfonos era muy invasivo.

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La cultura popular impone una frase interesante: “los amigos se cuentan con los dedos de las manos y sobran dedos”, eso limita el número de relaciones cercanas a menos de diez.

La cuestión de cuántos amigos se pueden tener ocupa a la humanidad desde hace un buen rato, por ejemplo, algunos griegos recomendaban no tener muchos amigos, porque tiempo no sería suficiente para ningún proyecto.

Al respecto, Cicerón cita a Escipión afirmando que las personas saben cuántas cabras y ovejas poseen, pero no pueden decir con certeza cuántos amigos tienen, por más atención que pongan.

Más reciente, Rubin Dunbar, un antropólogo inglés, colocó una cifra exacta de tope máximo: 150 amigos pueden rodear a una persona.

Dunbar dice que, aunque hayamos evolucionado mucho en contraste con cómo estábamos hace millones de años, nuestras relaciones siguen siendo las mismas. Lo que cambia, junto con el crecimiento de neocórtex, es la cantidad de amigos. Debido al tamaño del cerebro, la capacidad de procesar información social, en promedio, se limita a 150 personas, no porque no se pueda tener más, sino porque más allá de este número la calidad de la amistad disminuye, es decir, aunque queramos tener un millón de amigos, la realidad es que no cantaremos más fuerte, algunos apenas si susurrarán.

¿Y cómo sé quiénes son mis amigos?

Digamos un escenario hipotético en donde debido a la inminente caída de un meteorito, y yo tengo la capacidad de salvar hasta 150 personas, me veo en la penosa necesidad de elegir a quiénes meto al bunker de salvación. Quizás el criterio no sea como en las bodas donde debo incluir al primo del tío del padrastro de la novia. ¿Entonces cómo decido?

Aristóteles tiene una respuesta. En Ética a Nicómaco, el filósofo menciona tres tipos de amistades, unos por interés, otros por placer, y unos más por virtud.

Los que se quieren por interés ni siquiera deberían de llamarse amigos, sin embargo los hay. Para Aristóteles este tipo de amistades solo responden a la valoración propia. O sea, ese amigo que te manda un mensaje después de muchos años de no saber de él y solo escribe “hola, ¿cómo has estado?” (ya uno puede ver venir el zarpazo) probablemente no quiere reavivar la amistad, sino solo se acordó de que trabajabas en un lugar conveniente.

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Desde luego, no recomiendo alejarse de ellos. La sociedad funciona de esa manera, yo necesito un médico y tal vez algún médico necesite un cuento (no pierdo las esperanzas) y podemos ayudarnos como lo harían los amigos… sin serlo del todo.

A ese capital social propuesto por Pierre Bourdieu no le llamaría amigos, sino contactos. Ellos deben estar en el bunker, pero en los últimos espacios, porque dependen de la utilidad del momento. Nuestras necesidades de hoy no serán las mismas en un año, o en años, por eso, aquellas personas que solo cultivaron este tipo de amistades, con el tiempo, cuando el prestigio y el poder desaparecen, se topan con una profunda soledad.

Los amigos por placer deben entenderse como amigos agradables. Con los anteriores puede que ni siquiera nos llevemos bien, es más hasta nos detestemos, pero la urgencia nos une en el mismo camino. Con los amigos por placer disfrutamos su presencia y nos agradan sus charlas, aunque no sean provechosas o útiles. Este tipo de amistad es apenas menos frágil que la anterior.

El dinamismo humano modifica nuestros intereses y con el tiempo los temas que nos interesaban resultan aburridos. Llega un momento donde embrutecerme con alcohol el sábado por la tarde ya no es el plan de vida para algunos, las amistades se enfrían, y el cansancio termina separándolas. Claro, entrarían al bunker, uno necesita gente con la cual llevarse bien, con quienes entretenerse en charlas emocionantes.

Los últimos amigos de la lista serían, según el griego, amigos por la virtud. Qué cosa tan complicada de encontrar. Por escribirlo de alguna manera, serían igual de buenos que uno (o de malos), es decir, personas que coinciden con nuestras formas de percibir el mundo, nos conectamos con ellas. Son de amistades de las que uno se alegra si les va bien, y le preocupa si les va mal, aunque eso implique beneficios propios.

Aquí el inglés dedicado a los primates y sus relaciones, hace también un cálculo. En la teoría de círculos concéntricos de Dunbar, las amistades se clasificarían de la siguiente forma:

  1. Círculo íntimo: El más cercano de amistades, se reduce a uno o dos miembros, los íntimos pues, incluyendo la pareja… a veces.
  2. Círculo cercano: Hasta cinco personas, esos con los que nos la pasamos casi siempre, el grupito.
  3. Buenos amigos: Hasta quince personas; hay regular frecuencia con ellos y se comparten experiencias continuas en actividades específicas.
  4. Amigos: Así, a secas, con los que uno se lleva bien y ya, la frecuencia no es tanta, pero no te desagradan. No pasa de cincuenta.
  5. Conocidos: Con esto se llega hasta los 150, no hay lazos tan fuertes, aunque en una de esas un favor no te niegan.

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Una vez clasificados, entonces puedo empezar con el casting para ingresar al bunker, y es muy probable: en el último momento me daré cuenta que ni siquiera completo la lista. En el mundo hay miles de millones de personas, ¿por qué no llego ni a 150?

La lista se segmenta incluso sin mi permiso. No puedo ser amigo de todos, aunque haya leído Cómo tener amigos e influir sobre las personas y me sepa de memoria todas las estrategias de manipulación propuestas por Dale Carnegie.

Por un lado, como dicta la paremiología “no soy monedita de oro para caerle bien a todos”, y además hay ciertas condiciones sistemáticas dispuestas a limitar el acceso a amistades.

Amigos

Para el mismo Dunbar hay una serie de factores cruciales para sostener una amistad. Por ejemplo, el idioma, el lugar en donde te criaste, la educación recibida, el trabajo, tu sentido del humor y hasta gustos específicos como la música y los hobbiess. Y sobre todo, el tiempo: como Jeffrey Hall propone en estudios estadísticos, es necesario pasar entre 57 a 168 horas de convivencia para que un simple contacto se convierta en una amistad, y más de 200 horas para llegar a ser “un buen amigo”. Aunque claro, no de forma continua, porque si es así lo más seguro es ganarte un enemigo. No hay cosa más destructiva para la amistad como lo es la convivencia excesiva.

Qué frívolo es sistematizar algo tan humano como las amistades. Pareciera que las reflexiones filosóficas y científicas sobre la amistad dejan de lado la calidad de la misma. Al final, quizá todo se resuma en si esa persona a la que llamas “amigo” o “amiga” estaría en tu bunker cuando llegue el momento… y si tú estarías en el suyo.

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