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Definamos lectura, definamos libro, definamos feria

Por Adán Echeverría

Demos un paso, definitivamente para afuera de esta Escuela del Resentimiento, que bien ha sabido mencionar Harold Bloom, y de la cual Mariano Azuela en la mitad del siglo XX dejó zanjada la discusión entre académicos y escritores al señalar lo aburrido y engorroso que puede ser para alguien que desde la academia busca ser crítico de la literatura, sin permitirse escribirla, cultivarla y menos analizarla.

Volpi
Jorge Volpi

Y digo que la discusión quedó zanjada, y es penoso que en el 2016, el ya mencionado «académico» Mario Calderón vuelva sobre esos pasos a querer señalar que solo pueden criticar la literatura aquellos que tengan estudios académicos en el tema, validado por algún posgrado. Pero más penoso resulta leer los textos de Mario Calderón, o que otros personajes de la literatura se suban a esta tonta discusión: En qué te convierte discutir con un tonto. Para dar respuesta a alguien como Mario Calderón, baste leer sus trabajos académicos, para darse cuenta, que no tiene sentido tomarlo en serio.

En estos prolegómenos en que siempre se pretende la desnudez de las conciencias, que más bien parece «el rasgarse las vestiduras», habría bien en definirse primero lo que es una feria, un libro, una lectura, un poema, lo literario. Dejar el ridículo aspaviento sobre Qué se debe o No encontrar dentro de una Feria de Libro, Lectura y demás apuntes en el título de los mencionados eventos. Ser conscientes de que el mundo no solo lee poesía, ni solo lee ensayo académico, ni ensayo literario, cuento, novela, y que las biografías de los escritores y escritoras no es aquello sobre lo que se trazan las ganancias de las empresas editoriales, que bien o mal, trabajan, generan empleo, pagan sus impuestos, y contribuyen a la cultura en este país, con un superávit de 600 parásitos diputados que nos endeudan cada día más.

Cuando vamos a la librerías —no sea usted mentiroso, señor lector y reconózcalo—, los espacios para los libros literarios son los más pequeños. Pensemos en algunos ejemplos para la ciudad de Mérida, en Yucatán. 1) La Librería y Editorial Dante. Con varias sucursales en Mérida, el estado de Yucatán, y si me apuran hasta hace algunos años llegaban hasta los estados de Quintana Roo y Campeche, pero habrían ustedes de cotejarlo, quizá hayan tenido que retroceder al paso de las devaluaciones. Hablemos del Centro Cultural Dante, justo en la Prolongación Paseo de Montejo. Un edificio de tres pisos, donde el primer piso es la librería, asentada en un espacio aproximado de 40 x 40 metros (consulte un arquitecto para las medidas). El espacio tiene en los primeros quince metros unos escalones hacia un segundo nivel. En este nivel de alrededor de 25 x 40 metros (cuenten sus pasos si lo desean), del lado izquierdo usted podrá encontrar una pared, y sí… ahí, es donde ocurre el acervo literario de la librería, ordenada alfabéticamente.

Toda esa pared son libros literarios de autores de diversos países. Se dice que esta librería no encontrarás libros a favor del Comunismo, sobra decir que el dueño de esta empresa es un cubano, de esos que salieron del régimen y se asentaron en Mérida, años ha. Pero puedes encontrar literatura (¿eso quieren no? libros literarios); bien, pues esa paredsota, -solo esa- tiene literatura. Entre los anaqueles de esa pared uno puede, sí es gran buscador, encontrarse algunas obras de poesía, una tablita o dos del anaquel, y si bien les va en ocasiones tienen, en la pared del fondo, un pedacito dedicado a Literatura Mexicana. ¿Y entonces? ¿Y todos los demás anaqueles de las demás paredes? Pues sí, querido lector. También existen otros libros que no son de literatura. Y la Editorial Dante, -vayan y pregunten- no existirían ni vivirían sólo de las ventas de libros de literatura, ni los clásicos y esos dramas de los lectores. (Si no leen a Shakespeare, dejo de respirar, se los juro).

La Feria de Minería, en una imagen de Nicolás Tavira.

El ejemplo 2) dejémoselo a la Librería Gandhi. Hago un paréntesis para apuntar: Si querida mujer rabiosa y divorciada (que no pone su nombre para hacerse responsable de su texto) de la revista Algarabía, en su número dedicado a las mujeres del año 2016, las mujeres de Yucatán no solo leen recetarios de cocina yucateca y a Corín Tellado, también en ese pueblito de casi un millón de habitantes hay Librerías Gandhi, como hay librerías Educal, Trillas, Porrúa, y museos, y parques, y Cineteca, y Academia Francesa, y demás cosillas que no tuviste oportunidad de revisar, para que la flamante editora de Algarabía te publicara ese malísimo y mal escrito texto en su revistita.

Dejando la digresión aparte, la librería Gandhi, situada en Plaza Galerías en el norte de la ciudad de Mérida, tiene un pequeño espacio para los libros de literatura. Una pequeña pared, del lado de la puerta que da a la plaza, y unos anaqueles, tres o cuatro, que por ambos lados acomodan libros, igual ordenados alfabéticamente. Y todos los demás espacios, es para otro número inmenso de libros: superación, religión, jardinería, niños, jóvenes, política, sociología, antropología, carísimos libros de arte -hermosos igual- discos compactos, blue rays, y otras linduras. Así que nuestro segundo ejemplo, igual vende y oferta otros productos como Libros (sí señor, no es un sueño, ocurre) además de los libros de literatura (aunque se muera de nuevo la Bovary).

Los ejemplos 3) librería de la Universidad Autónoma de Yucatán, 4) librería Porrúa, 5) sucursales de las librerías Educal, 6) librería del Sedeculta, por mencionar las más conocidas, tienen su pequeñito espacio para los libros de literatura, y muchos otros libros en una enorme diversidad de temas. Aumentemos la Biblioteca del Edificio Central de la UADY, y la Biblioteca Central Estatal Manuel Cepeda Peraza, con una pequeña sala de libros literarios, y el resto de su acervo compuesto de mucha más temática. Luego entonces: si se venden en librerías, tienen hojas escritas e impresas, una cubierta a manera de portada, y deben ser leídos para enterarte de su contenido, entonces parece y se asemeja a un LIBRO, aunque su contenido no fuera literario.

Si las librerías que conocemos en Mérida (como en muchas otras ciudades) están surtidas y ofertan al público otras temáticas que no solo las literarias y académicas, deberíamos coincidir en que las ferias, mencionemos algunas: Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y la que sucede en Mérida denominada Feria Internacional de la Lectura Yucatán, que ofertan eso que hemos aceptado en llamar libros, no deberíamos esperar que solo abunden los libros literarios, y que solo caminen por ahí los escritores con su aura de Chéjov, Sallinger, Poe, Kafka, Cervantes, Camus, Garro, Lessing, Chimal, Jorge Lara, Jhonny Euán. Pasearán por esos pasillos, también los Sociólogos, Médicos, Psicoanalistas, Literatos, Críticos, Youtubers, Mercadólogos, y demás, de acuerdo al éxito que estén reportándole a las editoriales que invirtieron en ellos.

Para los que nos gusta la literatura, claro que sería una joya, y un gran acierto, que se difundieran libros con una profundidad rebosante de ideas, pero tendremos que aceptar -aunque nos duela y enoje- que el dinero mueve al mundo, y que toda empresa editorial que se beneficias del dinero que pagan por comprar sus productos, llevará a las Ferias a los autores que más ganancias les reporten. Esto es un negocio, dejad atrás el romanticismo literario. Sin embargo, los organizadores habrían de tomar determinaciones para, tal como sucede en las librerías, hacer sus ferias y eventos por géneros, y estoy seguro que todos quedaríamos conformes si hubiera Ferias solo del Libro Literario, y decirle adiós a los Youtubers como Werever (loquesea). Feria del libro Cómico, Feria del Libro Académico, tal como está la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que arriba he mencionado. Mientras esto no suceda, es vergonzoso que se lancen contra los lectores que hacen largas filas para tener el autógrafo de lo que hemos osado en llamar: un bufón literario, y llorar porque no hacen la misma fila para que Jorge Volpi firme sus ejemplares. No ataquemos a los lectores. No digamos: Mejor sería que yo escribiera mierda para poder competir (quizá ya la escribas, y nadie ha tenido el valor de decírtelo —te recuerdo que los escritores mexicanos no acostumbran a criticar el trabajo de nadie, principalmente porque no lo leen, no te sonrojes).

Mientras no se definan ferias de acuerdo a los géneros en que se distinguen los libros, las Ferias de Libros serán justo eso: Ferias, súbase en el carrusel y decida bien a qué autores ir a ver, tal como decide a quién leer, cuando intenta comprarse un libro. Pero piense usted en que si algunos autores literarios de por sí se portan como unos mamones sin siquiera vender ni agotar sus ediciones de 300 ejemplares, no quiero pensar en el cómo serían si vendieran lo que vende Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Lee las dos primeras partes de este texto:

Tres puntos sobre la lectura, los libros y los poemas

Del Werever fresa a la noche triste de Castro Chimal

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