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Del Wereverfresa a la noche triste de Castro-Chimal

Por Adán Echeverría

En la entrega pasada, el autor de este texto reflexionaba sobre el estado actual de la poesía y sus autores, muchos de ellos desconocidos e ignorados entre sí. Ahora, enfoca su análisis a la relación entre editoriales, medios de comunicación, ferias literarias y autores no populares.

Werevertumorro
Werever, de YouTuber a «escritor»

No culpen a la sociedad de lo que lee. Si las editoriales y los medios de comunicación, que se mueven por el dinero que en ellos invierten sus anunciantes, esas mismas empresas editoriales, pro-mueven ese tipo de lectura, la gente —que pretende ser lectora— eso leerá, deseará leer y promoverá como lecturas necesarias entre los suyos. Uno se acerca a los stands de libros de una feria, camina en las librerías y ahí están las listas de «Los más vendidos». Uno lee reseñas todo el año, y algunos esperan ansiosos esas listas de Los Mejores Libros del Año, pero no quiere resistir y pensar que la gran mayoría de esas reseñas son pagadas a los reseñistas por las mismas editoriales, con el fin de promover a sus autores.

Hay reseñistas honestos, pero por supuesto. Pero si un reseñista se lanza contra una obra para decir lo que realmente piensa, la editorial no lo buscará, ni le pagará sus columnitas. Entonces el crítico honesto se ve tentado a hablar de la literatura, de las oportunidades, y no profundizar en una obra. Vivir del: todos los libros nos dejan algo, pero no aclarar que lo que nos puede dejar incluso es No volver a leer a ese autor.

Me da gusto que la gente lea, intento poner de mi parte —al igual que muchos otros promotores de lectura— en sugerir lecturas, autores y obras a los participantes de mi taller, a los compañeros escritores para que lean más allá del entretenerse, a los que escriben en mi revista para que lean más allá de la propia obra personal, y en brindar espacios para el esparcimiento del pensamiento de aquellos que les gusta la lectura. Me da gusto que la gente lea —insisto, insistiré siempre—, y quisiera muchos espacios y oportunidades para que puedan hacerlo y contagiar siempre a más personas de este vicio.

Pero desde la casa, desde la lap, el feis, o la tableta, es difícil competir con empresas mercantiles que influyen económicamente en universidades y gobiernos para la planeación —y la estadística— de ferias de libro y lectura, como en Mérida la de la Filey, cuyos principales organizadores son personajes de la Universidad Autónoma de Yucatán. Mi crítica no es solamente a las empresas editoriales, que de sus ventas tienen que sobrevivir.

Mi crítica es a esos universitarios cuyos estudios —muchas veces con formación cercana a la literatura, la sociología— sí les han hecho tener conocimiento y saber, y tienen conciencia de qué cosa es un texto literario, y qué cosa solo es un producto mercantil de una editorial (Jordi Rosado, Werever [loquesea], Carlos Cuauhtémoc Sánchez y otros), y se privan de opinar, o peor… enaltecen —por un sueldo— participar, organizar, decidir, planear, llamar por teléfono, hacerla de staff, y en fin… trabajar como organizadores de estas ferias de lectura y libros a favor de esas empresas editoriales que ofertan un sin fin de basura literaria, y como personas formadas en letras, critican a los lectores que se acercan a esos héroes del decoro, la buena conciencia y la parafernalia tipográfica.

Como universitario que has sido formado en letras, saber que ofreces como literatura un producto que es otra cosa, cuando tienes cuatro o cinco años de estudios de literatura, es como ser biólogo y promover el daño sobre un manglar porque te pagan un buen dinero (en ocasiones ni siquiera tan bueno). ¿Dónde el juramento como profesional para los egresados de escuelas y licenciaturas en literatura? ¿Cuál es —si lo hay— o cual sería su juramento profesional? Yo prometo siempre ser crítico de todo texto que pretenda aparecer como literario, habrían de decirse.

Mientras los fotógrafos de los periódicos de una ciudad se dan a la tarea de documentar eventos multitudinarios sobre esos «bufones literarios» que promueven las editoriales, existen autores como Raquel Castro, Alberto Chimal y Rodrigo Castillo, que se enfrentan a salones vacíos por la pobre o nula promoción que se ha hecho de sus obras de ficción, o sus ensayos literarios. Ya he visto que la editorial de Rodrigo Castillo, sobre ensayo literario deportivo, respecto del boxeo (La dulce ciencia), intente una presentación en una Feria del Libro y se encuentre totalmente vacía, pero decenas corren a tomarse la foto con E. Poni, con Carlos Cuauhtémoc, con Jordi Rosado, y demás fauna, para publicar en feis y decir: «Este soy Yo, con la Poni» —se que todos tienen la suya. Poner a competir a poetas y narradores en los mismos salones con los Youtubers es un equívoco. Es además, una forma trágica de humillar a un escritor literario, que sabido es no tendrá las mismas oportunidades para acercar lectores. No solo es que su editorial no haya hecho la suficiente promoción de su trabajo literario, de su obra; acá lo terrible es que esos estudiantes de literatura que se dedican a trabajar como staff dentro de la feria, aquellos organizadores, en toda jerarquía de decisión, no promuevan a los escritores por igual, intentando que cada quien tenga su propio público.

«Renuncio», best seller de la editorial Aguilar

Luego esos mismos promotores de cultura, de lectura, esos estudiantes de literatura de las universidades, señalan que no hay calidad en la feria, cuando compañeros suyos, maestros suyos, autoridades de su Alma Mater, son quienes organizan dichos programas junto con las editoriales, y no se permiten la sana división de espacios, de programas de mano, de estructuración de temáticas y los tiempos dentro de las ferias. Que se arruinen solos, parecen decir. Den gracias que les dimos espacio.

Hay que culpar a los organizadores por no estar a la altura, culpar a las mismas editoriales por publicar diversidad de temas y ofrecerla como si de literatura se tratase, y culpar a todos los que participan en los medios de comunicación que promueven y reportan y no critican lo que se ofrece en estas ferias. Culpar a los mismos escritores por no hablar sobre los libros, por no promover la calidad literaria, y por seguir permitiéndose la descalificación barata, sin pizca de profundidad. No puede ser válido culpar a los que van luego por el autógrafo de cualquiera de esos bufones literarios, ¡carajo, les han dicho que son escritores, y se los topan en ferias de libro! Cuando queramos que se lea buena literatura, empecemos por criticar la que hoy nos ofertan las librerías.

Primera Parte: Tres puntos sobre la lectura, los libros y los poemas

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