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Desde Rusia… sin amor

Con apenas cinco largometrajes en su haber, Andrey Zvyagintsev se ha consolidado como uno de los cineastas rusos imprescindibles de lo que llevamos del siglo. Incluso, sus primeros dramas íntimos, El regreso (Vozvrashchenie, 2003), al igual que Elena (2011), habían contado con el visto bueno de las autoridades cinematográficas de su país. Pero el tono crítico del drama costero Leviatán (Leviafan, 2014) resultó incómodo para algunas personas (el influyente político de derecha Vladimir Zhironovsky la calificó como “inmundicia”), una de las razones por la que su más reciente filme, Sin amor (Nelyubov, 2017), debió realizarse con financiamiento privado, es decir, sin ningún tipo de apoyo estatal.

La cinta de Zviagintsev fue presentado en el Festival de Cannes, en donde se alzó con el Premio del Jurado. También estuvo nominada como mejor película de habla no inglesa en la más reciente ceremonia de entrega de los Oscar. A casi un año de su paso por el certamen francés, recorre los circuitos de arte de nuestro país gracias a los oficios de la distribuidora Cine Caníbal.

La historia, guion coescrito por el propio Zvyagintsev junto a su colaborador habitual Oleg Negin, transcurre en la Rusia actual. El matrimonio conformado por Zhenya y Boris está hecho pedazos, cada intento de diálogo se transforma en odio y agrias recriminaciones. En el medio se encuentra Alyosha, un tímido chico de doce años quien resiente la indiferencia y las constantes peleas entre sus padres. Un día, el niño desaparece de su casa. No extraña que los padres apenas noten su ausencia dos días después de que esta se produce. La accidentada búsqueda del menor nos permite conocer los peores rasgos de los progenitores, entre los que destaca su desapego sentimental, producto del entorno rígido y egoísta en el que se desenvuelven.

Mientras avanza el metraje, es fácil calificar a los padres como monstruos, pero resulta más aterrador darnos cuenta de que son personas comunes y corrientes. Zhenya es una mujer que anhela una vida cómoda, aficionada a las redes sociales y las selfies. Boris busca sexo sin complicaciones y una esposa dócil. Antes de culminar el divorcio, ambos ya cuentan con otra pareja: ella un hombre maduro y adinerado, él una joven mujer quien lleva un hijo suyo en el vientre. Los dos buscan la felicidad a su modo, aunque para ello no dudan en renegar de sus obligaciones como padres.

Zvyagintsev no se define a sí mismo como un cineasta político (aunque se escuchan de fondo en el filme breves noticias de la crisis de Ucrania). Pero es evidente que su más reciente trabajo refleja mucho de la Rusia actual. Una sociedad que tuvo una compleja y desigual transición al capitalismo, resaltando sus peores vicios como la corrupción y el narcisismo. El orden económico transformó también las relaciones humanas y familiares en un país que, a pesar de todo, sigue siendo profundamente conservador y que en los últimos años apunta hacia el totalitarismo.

Sin amor es de inicio una aproximación a un matrimonio fallido y a las lamentables consecuencias de su insensibilidad y egocentrismo. Pero es más triste comprobar que al final nada cambia, que a pesar de todo sigue presente la semilla de la infelicidad: ella sigue absorbida por el teléfono y él sigue harto de las responsabilidades familiares. La cinta está narrada con crudeza pero mantiene ese toque de elegancia característico del director. Zvyagintsev se guarda la sutileza para mejor ocasión y no se tienta el corazón para ofrecernos este oscuro retrato de la clase media rusa.

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