Omar Arriaga Garcés/Guanajuato
Terminado el primer día de actividades del Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2012 (GIFF, por sus siglas en inglés), tanto los actores, realizadores y productores que se dieron cita en la alfombra roja del Teatro Juárez, así como los medios de comunicación, fueron testigos del estreno en Latinoamérica de la cinta Después de Lucía, segundo largometraje de Michel Franco (1979) con el que el director mexicano se hizo acreedor en mayo pasado al premio “Una cierta mirada” en el Festival de Cine de Cannes, Francia, con un filme que retrata eso que los cánones denominan el bullying.
Luego de haber participado en el festival internacional de Francia en 2010 con la película Daniel y Ana, el recibimiento que Michel Franco tuvo en esta XV edición del GIFF, así como la aceptación del público tras la proyección de su cinta, fueron más que notables, y es que la historia protagonizada por “Alejandra”, a quien interpreta Tessa Ia González, mantuvo a los asistentes al filo de su butaca durante la poco más de hora y media que duró la película, a causa de la crueldad que un grupo de estudiantes de preparatoria profesa para con la recién llegada a la capital del país.
Roberto (Hernán Mendoza) decide mudarse a la Ciudad de México después de que en un accidente su esposa Lucía falleciera; presa de una fuerte depresión, el padre de Alejandra dejará de lado a su hija quien, pese a sufrir abusos y humillaciones en la escuela luego de ser filmada en un video de implicaciones sexuales, optará por guardar silencio ante la poca atención que se le brinda, con la decisión de afrontar por cuenta propia sus problemas, con tal de no llevarlos a casa, como afirma la sinopsis del filme, “mientras la violencia se hace presente en todos los aspectos de sus vidas”.
Con una trama que mezcla dos de los asuntos más arduos que los estudiantes experimentan en las instituciones de educación actualmente, tanto el bullying como el sexting (ser filmado generalmente en un video erótico que con muchas probabilidades acabará en las redes sociales gracias a la inmediatez de los teléfonos celulares y la internet), Después de Lucía resulta una película bien llevada y armada en su conjunto, si bien algunos detalles como el de los encuadres y la fotografía (hechos expresamente para generar una sensación de incertidumbre en el espectador), así como una historia donde a veces los actos parecen ocurrir con cierto grado artificialidad y rapidez, mellan su verosimilitud.
No obstante, la magnitud de algunas de las escenas del filme es suficiente para que no se pierda el hilo de la narración, como aquélla en la que el grupo de estudiantes que molesta a Alejandra festeja su cumpleaños de manera poco ortodoxa, o esa otra en la que en un viaje a Veracruz se celebra una fiesta en la que Alejandra tiene un lugar no muy agradable.
Filme diferente, que apuesta por una estética sutil de la violencia, Después de Lucía irá a colocarse, y con justicia, junto a Somos lo que hay, la película de Michel Grau de 2010, como uno de los trabajos cinematográficos más inquietantes de los últimos años en el cine mexicano.