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Dos docus mexicanos

Por Gonzalo Trinidad Valtierra

Oasis

Este es un pequeño documental con grandes historias que habla sobre la condición humana ante la enfermedad. De la agonía de la existencia. De la vida. Y de la siempre ineludible muerte. Son las historias de Gerardo, Deborah y Reyna.

“Oasis de San Juan de Dios”, dicta el letrero. Y el mundo exterior deja de existir para quienes se refugian en él. Lo mismo que el desierto para el afortunado que encuentra el oasis que significa su salvación. Agua, comida y sombra. ¡Qué más quiere un desdichado!

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Las historias que cuenta Oasis son las de hombres indígenas mayas VIH positivos. Discriminación, segregación, crueldad, violencia. Eso y más han sufrido desde antes de haber contraído el virus. Éste sólo incrementa los males ya de por sí endémicos contra los mayas. Lo cual contrasta con el discurso que exalta a los mayas antiguos como parte del patrimonio cultural, y especialmente turístico. Admitámoslo, los mayas contemporáneos son como las moscas en la leche para el México moderno.

La enfermedad es un proceso incomprensible. “Quisiera poder golpear a dios para sacar el coraje”, dice uno de los enfermos que vive en el Oasis. La mayoría son trasvestis. Y por fortuna esta es una parte que retrata el documental. Se adentra en el proceso de transformación. De la cual no se puede sino deducir que es como el cambio de la oruga en mariposa.

También es una metáfora de la esperanza. Porque justamente eso es un oasis. Una respiro en medio del desierto. Con esta exploración de la cultura maya yucatana contemporánea que rompe con todo romanticismo y misticismo se retrata la realidad de un pueblo que a base de omisiones y engaños se ha vuelto invisible. Aunque en realidad, esté muy presente.

Atempa

“Atempa es un país en el Istmo. El Istmo es un país dentro de Oaxaca. Oaxaca es un estado aparte en México”, con más o menos precisión, esta es una frase que se me grabó en la mente después de la proyección de Atempa (México, 2013), del director Edson Jair Caballero Trujillo.

Este es un documental guerrilla; así lo calificó su creador, quien ha trabajado en zonas de conflicto en Oaxaca. Y un documental de este tipo no es sino un producto que se hace en las calles, lidiando con situaciones escabrosas, con temas que el mainstream no quiere tratar.

Con una musicalización que ayuda a crear una atmósfera distante y cercana al mismo tiempo, pero especialmente fúnebre, Atempa es un proyecto que tardó siete años en concluirse. Música del Istmo de Tehuantepec. Un dolor profundo, y nombres por el estilo tienen las canciones zapotecas que inundan las calles, y el documental.

“Cuando sea grande quiero ser reina de las gacelas”, dice Tino: un muchacho que es el personaje principal del cortometraje. Y quien a lo largo de los 86 minutos de duración, vemos, como por arte de magia, pasar de niño a adolescente. Sin perder nunca su sonrisa franca. La más digna de todas las sonrisas que encontré en el festival.

Entonces San Blas Atempa se vuelve el escenario, a la orilla del rio, de los avatares de Tino. Un niño muxe que quiere ser la reina de las gacelas. Y que al principio del filme asegura que lo conseguirá. Adelantamos que, en efecto, lo logra. Pero no a costa de barios desatinos y desaires. Pues, a diferencia de lo que se cree, los muxes sufren discriminación y violencia.

Pero también tienen un rol importante en la sociedad. Las canciones populares hablan de ellos, “desde que Adán se equivocó se torció la tierra, nacieron un montón de haraganes, muxes y marimachas”. Las familias quisieran tener un muxe entre sus filas, pues se dice que son muy hábiles en las labores del hogar. Más que las propias mujeres.

Una pregunta salta de la pantalla. ¿Cuántas maneras de ser mujer hay? Muchas. Ser mujer muxe es una de ellas.

El Istmo es un lugar de fuertes conflictos sociales. Y esto también lo narra el documental. La vida junto al rio, bajo las montañas y las nubes se retrata con la cámara. Aunque a veces, por esto mismo, el espectador puede perder el hilo. Varias historias se confunden. Pero la que más atrae por ser que más alma tiene es la de Tino. El niño muxe.

“El muxe tiene más gracia. Es bueno que haya uno en casa”, comenta un hombre que no tiene la fortuna de tener un hijo, o sobrino muxe en su familia. Así continua la transformación de Tino. En medio del retrato de un pueblo que bulle y que reclama justicia.

Al espectador le bastaría sólo una historia. Pero la intención del director es crear un documental con unidad. Que totalice la visión de Atempa. De su gente y sus problemas: agrarios, sociales, llámense como sea.

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