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El Código Enigma: la vida de un matemático, activista y homosexual

De Mortem Tyldum

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Por Armando Casimiro Guzmán

 

Una de las grandes perdedoras tras la cacareada ceremonia de entrega de los premios Oscar fue indudablemente El código enigma (The imitation game, 2014). El cuarto largometraje del noruego Morten Tyldum (el primero hablando completamente en inglés), estuvo nominado en ocho categorías, aunque finalmente solo se llevó a casa la estatuilla de Mejor guión adaptado para reconocer el trabajo del joven guionista Graham Moore.

La coproducción británico-estadounidense funcionó bastante bien en la tierra del Tío Sam, en donde lleva hasta el momento más de ochenta millones de dólares en taquilla (nada mal para una película con un presupuesto de 14 mdd), un éxito que no se repetirá en México, donde se estrenó con una cantidad limitada de copias.

Inspirada en el libro Alan Turing: The enigma (aún sin editarse en español), del matemático, escritor y activista londinense Andrew Hodges, la película cuenta la historia del equipo que descifró el código secreto del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el cual los alemanes consideraban invulnerable.

La información obtenida por el grupo comandado por el matemático Alan Turing logró poner en manos de los servicios de inteligencia aliados información que a la postre resultó determinante para acelerar la derrota de los alemanes. Debido a la confidencialidad del proyecto, sus miembros nunca pudieron disfrutar del reconocimiento público. En cambio, el propio Turing sufrió años después un penoso juicio debido a su homosexualidad (que en aquellos años aún era un delito en el Reino Unido), situación que pocos años después tuvo funestas consecuencias para el ensimismado matemático.

Después de iniciar su carrera en el circuito local, Morten Tyldum se dio a conocer a nivel internacional con el macabro pero divertido thriller Headhunters (2011). A partir de ese momento le llovieron guiones de Hollywood para filmar costosos filmes de acción. Sin embargo, el noruego se obsesionó con el relato de Andrew Hodges, texto que en su opinión resalta la importancia de las personas que piensan diferente, además de contar un episodio muy poco conocido de la Segunda Guerra Mundial.

El director noruego presume que contó con el equipo ideal para llevar a cabo el rodaje: Benedict Cumberbatch, quien hace un trabajo acertado como el inadaptado pero brillante matemático. Mientras que el aporte femenino correspondió a Keira Knightley, quien tiene un desempeño discreto en un papel que parece un tanto de relleno.

A pesar de su buena manufactura El código enigma cumple, pero nada más que eso. Ni la magnífica ambientación, ni el entusiasmo contagioso de Cumberbatch, fueron capaces de pasar por encima de un guion que decide ir a la segura, arriesgando poco y nada cada vez que puede ahondar en un personaje y en un entorno plagado de peligros y dobles caras.

Todo es tan convencional y encaja tan bien (salvo un par de escenas que entran en la narración sin previo aviso), que se puede pensar que esa precisión formal y casi matemática no hace justicia a una mente que se antoja tan brillante como caótica e incomprendida.

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