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El cuestionario Proust: un aterrizaje local

Por Raúl Mejía

En estos aciagos días en donde el “tedio canicular” nos tiene con la certeza del fin del mundo y éste va de la mano de noticias como el asesinato del periodista Luis Enrique Ramírez; los lentes rotos de un tal Vicente Serrano a manos de un tal Héctor Suárez Gomis; el manoseo del “caso Debanhi”, que puede terminar en una “verdad jurídica” al gusto de quien presione más y no de la verdad a secas y la derrota de nuestro Canelo Álvarez a manos de un ruso, decidí dar a conocer al mundo los resultados de una encuesta quizás inútil, pero chance divertida.

La tal encuesta está basada en el muy famoso “cuestionario Proust”.

Si al leer “Proust” se quedan con cara de “esto ya valió madres” les recomiendo ir a Google y develar el misterio. Lejos de mi ánimo está restregarles una reseña aceitosa (remojada en panecillos primorosos) de A la recherche du temps perdu del famoso francés.

Todo empezó cuando una actriz que me cae muy bien (Claudia Ramírez) contestó el famoso cuestionario y me entretuvo bastante. Esa Claudia es muy simpática, lo que sea de cada quien. Luego, obviamente, lo contesté yo y en seguida pensé en pedirle a algunas amigas que lo contestaran. A todas les dije que con sus respuestas iba a hacer un artículo (el que tienen en pantalla) y dejé en claro que se respetaría el anonimato.

Nada tiene de científico o estadístico el muestrario. No es representativo de las mujeres de Morelia. Si acaso de una buena parte de mis amigas, quienes, por cierto, tienen muchas cosas en común y es lógico: uno escoge a sus amistades porque se parecen a uno.

Seleccioné a veinticinco muy cercanas a mi afecto.

Cinco me batearon de inmediato con el debido respeto: “no puedo creer que pierdas el tiempo en frivolidades”, “me da hueva contestar”, “no acepto cuestionamientos” y “si me dan ganas te contesto” -me espetaron y no supe más de ellas para efectos de esta labor investigativa.

Me quedé con veinte. Ellas sí me enviaron las respuestas y van algunos datos:

*La más escuincla de esa banda tiene treinta y ocho y la mayor setenta.

*Tres andan en la primera mitad de los cuarenta.

*Siete en la segunda mitad de sus cuarenta.

*Cuatro en los cincuenta.

*Cuatro en los sesenta.

De esa banda, cuatro están casadas como lo prescribe y reclama una triada de fiscales: la sociedad, las buenas costumbres y las leyes -aunque las cuatro apenas soporten al marido.

Hasta donde alcanza mi conocimiento de su vida privada, cinco están emparejadas al margen de la ley y viven en escandaloso pecado con sendos amantes de planta. Las once restantes no tienen pareja conocida, son devotas de la discreción o tienen más de un amigo con quien la pasan relajadas viendo pelis o charlando de cosas muy importantes.

Doce son mamás, diez son asalariadas (burócratas, periodismo, actividades científicas, medicina, abogacía). Cuatro trabajan por su cuenta (artes escénicas, negocios) y las restantes son activistas, practican el altruismo, reciben pensión o están jubiladas.

Todas tienen acreditado el tránsito que va de la primaria hasta la licenciatura y unas pocas ostentan maestrías y doctorados.

El cuestionario Proust (espero ya lo hayan buscado en Google) se ha actualizado en sus casi cien años de vigencia.

Las respuestas más significativas son las siguientes:

En la primera pregunta consignada para el estudio (“¿Cuál es el principal rasgo de tu carácter?”) hubo cuatro coincidencias en “soy alegre”. Fuera de esa coincidencia, todo es diverso: se asumen cínicas, impacientes, generosas, persistentes, organizadas, ecuánimes, melancólicas, intensas, transparentes, generosas… etcétera.

Lo normal pues.

Respecto a “¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?” hubo siete coincidencias en términos como “tener paz mental” y “vivir sin tanta preocupación”; con cuatro coincidencias “vivir rodeada de la familia y buenos amigos” y -con dos menciones- “tener trabajo”.

Lo que más les desagrada de los demás fue la prepotencia, el abuso y la hipocresía (siete menciones). Otras respuestas fueron los celos, la vanidad, la falta de compromiso y la deshonestidad.

El mayor miedo en sus vidas es perder a un ser amado (cinco menciones); ser vieja (cuatro menciones) y no tener dinero suficiente (tres). Otras respuestas fueron el rechazo, la maldad, discriminación y el egoísmo.

Lo más extravagante que han hecho son acciones vinculadas al erotismo (cinco menciones) y coleccionar perfumes (tres). Otras respuestas fueron “combinar mis calzones con el cubrebocas”, “disfrazarme de coneja al día siguiente de ser mamá”, “rescatar animales”, “drogarme por puro gusto”.

En la pregunta “¿Qué persona te inspira más desprecio?”, el triunfador fue AMLO con seis menciones. Un triunfo indiscutible.

En la misma pregunta, con cinco mentadas y bajo variadas descripciones, los políticos en general se acercaron a nuestro mandatario. Se les conoce por corruptos, mentirosos y falsos. Otros seres despreciables fueron “algunos pseudoperiodistas”, “Donald Trump”, “los insaciables de poder”. Sólo una dijo que en su corazón no había cabida para el resentimiento: “yo no desprecio a nadie”.

Si sumamos arteramente la mención a López Obrador y a la clase política, puedo colegir (espero no les moleste) que quienes se dedican a chambas como ser diputados, senadores, grillos, genuflexos químicamente puros, funcionarios de gobierno, matraqueros y presidentes del país son los bichos menos apreciados no sólo por las mujeres que respondieron el cuestionario Proust, sino del país entero.

Con tres menciones, el ser más despreciable es la expareja o alguna de las exparejas. Dos incluso dieron el nombre del sujeto para disipar cualquier duda respecto a la sinceridad de la respuesta.

En la inocente pregunta “¿Cuál es la virtud más sobrevalorada?” se dieron tres coincidencias respectivamente en “ser positivo”, “el éxito económico” y “los grados académicos”, pero había muchas más: la belleza física, la felicidad, el liderazgo, la competitividad, la virtud, la humildad, la prudencia. Me sorprendió que no se mencionara a esa macana que se conoce como “echarle ganas”.

En “¿qué cosa de ti cambiarías?” hubo dos coincidencias en relación a los malos hábitos para dormir (el insomnio está cañón) y tres menciones en “mis inseguridades”. La variedad de respuestas va más o menos así: “dejar de ser conservadora”, “concentrarme más”, “ser más paciente”, “no ser tan huevona”, “cambiarme las chichis”, “comer menos”, “arreglarme la cicatriz vertical de mi cesárea por una horizontal porque parece que tengo dos ombligos”, “dejar de ser dependiente”.

Para terminar de chismearles, a la pregunta “¿Cuál es tu mayor logro?”, tres dijeron “ser mamá”; otras tres, “mi independencia” y con dos menciones cada una “amarme como soy” y “creer en mí”.

El famoso cuestionario, como les dije, ha sufrido modificaciones y se ha ido adaptando a cada época. Siguen siendo las mismas preguntas, pero cambia la forma de formularlas. Sólo consigné las que me parecieron más interesantes para la muestra de veinte amigas cercanas a quienes creo conocer más o menos bien y nos tenemos un cariño sincero (al menos yo por ellas, sí).

Una de las “encuestadas” es experta en asuntos de estadística y le pedí ayuda. Le pregunté si veinte personas que responden un cuestionario Proust son representativas de unas cien o cuatrocientas mujeres en Morelia cuyas características sean pertenecer a la clase media, independientes y con licenciatura cuando menos. Su respuesta fue clara: “estadísticamente no es una muestra de nada; quizás representen a la mayoría de tus amigas. Veinte personas del sexo femenino, cercanas a tus afectos, sí podrían representar a la mayoría de tus amigas. Eso es probable, pero depende de la metodología porque…” -en ese momento le pedí dejará de chorearme e hice bien. Cuando se pone a hablar de estadística sólo la aguantan sus alumnos.

Pero fíjensen que sí le asiste la razón en eso de que “podrían representar a la mayoría de mis amigas” y les doy un dato a manera de modesto axioma: las veinticinco a quienes pedí responder al cuestionario poseen cualidades de las cuales soy un beneficiario: tienen buena ortografía, son lectoras, se puede conversar de muchos temas con notables grados de amenidad o profundidad -si ello es necesario- y tienen un sentido del humor con el cual coincido… y en general son unas cabronas.

Me apresuro a aclarar: en este caso, el adjetivo “cabronas” no es peyorativo…aunque me parece que en ningún caso es peyorativo ¿O sí?

Una de esas amigas propuso que el cuestionario lo contestaran veinte amigos (hombres) pero el problema es que no tengo tantos amigos hombres y a esos pocos que tengo, no me los imagino respondiendo algo que considerarían “una babosada”.

Mejor no.

Espero se hayan divertido con esta entrega.

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