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El extraño caso de Angélica, un filme sin prisa

Por Oscar Zoletto

El extraño caso de Angélica es quizá una de esas películas de las que una sinopsis de cartelera no puede ser un motivo para esperar algo de ella. Isaac es un fotógrafo judío que vive en una pensión en un pequeño poblado portugués, que una noche lluviosa es llamado para fotografiar a Angélica, una joven perteneciente a una familia adinerada que acaba de fallecer.

Mientras la está fotografiando, Angélica abre los ojos y sonríe a la cámara. El resto de la película trata de la obsesión de Isaac por Angélica en encuentros onírico-fantasmagóricos con ella y actitudes extrañas que la gente a su alrededor observa. Esta sencilla historia de obsesión amorosa no es explotada de ninguna manera sorprendente o novedosa; si lo que se busca es una trama interesante y cautivadora, este filme definitivamente no es el apropiado.

El extraño caso de Angélica es una película que transcurre en una lenta temporalidad. En una época de efectos especiales espectaculares y movimientos de cámara que dan vértigo, el espectador que no ha consagrado su vida toda a las exquisiteces del séptimo arte podrá observase mirando frustrado en el reloj que sólo han pasado veinte minutos desde que comenzó la película. Este efecto es logrado mediante largas tomas sin mucho movimiento, haciendo énfasis en el detalle del encuadre. La música de Chopin de fondo ayuda sin duda a reforzar esta atmósfera.

Quien quiera ver esta película y no terminar definitivamente frustrado, tendrá que comprender lo que significa que Manoel de Oliveira, el director de El extraño caso de Angélica, nació en 1908 y filmó su primera película en 1931. A lo largo de una carrera que se acerca al medio centenar de películas se ha consagrado en la principal figura del cine portugués. El peso de este director es tal que hasta los críticos que lo detestan lo confiesan con cierto pesar.

Ciertamente, el lento ritmo de la película, la sencillez de la trama y de los personajes, sugieren una especie de ensimismamiento estilístico de quien, después de ochenta años de dirigir películas, no está interesado en sorprender o darle gusto a alguien.

Podría pensarse que lo que hallamos es un anacronismo obstinado, casi reaccionario. Pero creo que se trata más bien de un filme realizado con la naturalidad y sencillez que tiene un gesto que se ha arraigado con el pasar de los años; exento ya de poses o intenciones ocultas. En ese sentido, “El extraño caso de Angélica” es un filme de gran belleza, aunque quizás no sea una belleza propiamente cinematográfica.

Quien no esté irremediablemente enamorado de la velocidad y de las tramas complicadas hasta el absurdo quizás deba dar una oportunidad a esta película.

Actúan Pilar López de Ayala y Ricardo Trepa y se encuentra en exhibición en la Cineteca Nacional.

 

 

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