El hombre que mató a Don Quijote es más que una obsesión, es el sueño que Terry Gilliam construyó desde hace 18 años. En el camino, uno de sus actores murió y muchas personas renunciaron al proyecto. En este 2018, por fin la veremos en pantallas.
Para mis alumn@s, los que sí vieron la película.
Es una práctica común, tanto que cada vez que la vuelvo a ver veo me parece que la he visto cien veces y me la sé de memoria. Tal vez sea así. Siempre que la reproduzco en clase vuelvo a descubrirla, reír y llorar. Me refiero a la película documental Lost in La Mancha (Perdido en La Mancha), realizado por Keith Fulton y Louis Pepe sobre la filmación de El hombre que mató a Don Quijote, la incansable adaptación del ex-Monty Python, Terry Gilliam (Brazil, 12 Monos, Amor y odio en Las Vegas, El gabinete del Dr. Parnassus) sobre El Quijote de La Mancha.
En el documental de Fulton y Pepe, atestiguamos la preproducción de la película y con expectativa que se convierte en temor, observamos cómo se va construyendo un castillo que sabemos terminará por derrumbarse. Los productores parecen novatos, aunque ya han hecho películas. El actor principal (ahora fallecido) Jean Rochefort parece crear en su cuerpo un hoyo negro para que la película se quede sin energía. En la subida de escaleras hacia lo que será el castillo negro de la filmación empiezan a encontrarse serios tropezones. Pero han sido tantos años y se han reunido a tantas celebridades para poder iniciar el rodaje de esta película, que sería más costoso y catastrófico dejar de filmar o posponer.
Por eso Johnny Depp, Vanessa Paradis y Jean Rochefort han concedido bajar su salario al máximo y esta misma situación provoca que su disposición para pruebas de vestuario y cámara no sean tan fáciles de lograr. Lo mismo ensayar con animales, lecturas de guion y etcéteras necesarios para la preproducción. El campo de batalla que es el rodaje debe estar cercado, revisado y ensayado y justo es lo que menos pueden hacer. Con poco dinero, o el ingenio o las ganas.
La diseñadora de vestuario y ya ganadora entonces del Oscar, Gabriella Pescucci se enoja porque el actor Rochefort entra en pánico y no llega al set. Nicola Pecorini, el cinefotógrafo que ha filmado varias de las películas de Gilliam, dice en un momento previo al rodaje que el estado actual es de pánico puro, como las gallinas que andan descabezadas corriendo por ahí. Al llegar la filmación, todos los errores que se omitieron comienzan a cobrar cuentas.
Como si fueran banqueros que no se olvidaron de los intereses, o una ex-pareja que viene a reclamar un dolor antiguo. El asistente de dirección, Phil Patterson, quien tiene una gran reputación, se da de golpes de cabeza una y otra vez. Es una película muy cara para hombros europeos, dice uno de los productores. ¿Cómo, se pregunta uno con la cabeza fría y a la lejanía, pudieron intentar hacer un proyecto así? Encima de esto, una tormenta provoca que se suspenda la filmación y pierdan días de rodaje.
Estamos en el año 2000. Jean Rochefort vuelve a Francia por un dolor indeterminado y la filmación termina por suspenderse. Vemos a Gilliam con la cara hundida en la cabeza. Phil Patterson, su asistente, le dice con dificultad que renuncia al filme. Casi al final del documental, Terry Gilliam dibuja una caricatura en donde los molinos de viento, como si fueran helicópteros del ejército del karma, disparan a un Don Quijote que huye. Le titula: Los molinos de la realidad disparan de vuelta. En los créditos finales, una leyenda dice que Gilliam intenta buscar de nuevo quién compre los derechos del filme a la aseguradora. El mensaje deja un cierto halo de esperanza.
Pasan nueve años. Es decir, es el año 2009. Terry Gilliam está filmando su película número 12, El imaginario del Dr. Paranassus. Heath Ledger es la estrella principal. A la mitad del rodaje, martes 22 de enero del 2018, la mucama y masajistas de Heath lo encuentran muerto en su cama. Lo primero que piensa Terry Gilliam es que la película está acabada. Sin embargo, Gilliam re-escribe el guion y encuentra esa solidaridad gremial que muchos anhelamos en otras geografías: Jude Law, Johnny Depp y Colin Farrell acceden a ayudarlo para terminar la película, interpretando personajes imaginarios que originalmente habrían sido destinados para Heath Ledger.
Otros nueve años han transcurrido. Es el 2018. El año pasado se anunció que por fin Terry Gilliam había terminado de filmar su sueño de casi toda la vida: El hombre que mató a Don Quijote. La historia de un publicista que viaja en el tiempo para encontrarse con el mítico Hombre de La Mancha que peleaba contra los molinos. El 5 de abril se anuncia por fin el primer tráiler de la película. Adam Driver sustituyó a Johnny Depp y Jonathan Pryce es Don Quijote.
Los que conocemos la historia la aplaudimos. Si en una clase, el documental de la filmación fallida parecía decir sutilmente: no lo hagas, el tráiler que acaban de publicar dice: sí, hazlo. Vemos en minuto y medio el encontronazo de la nostalgia con la actualidad, de los obsesos gigantes con la fresca energía de un hombre que cumplirá 78 años en noviembre. Me pregunto si en la actualidad será cuestión generacional tener 20ytantos años y rendirse en la primera frustración, bajar los guantes al primer round. Me pregunto si los incansables como Terry Gilliam estarán en peligro de extinción.