Por Raúl Mejía
Sigo casado con la idea esencial: el milagro lo hizo Arabia Saudita derrotando a Argentina. Lo de Japón está más cerca de un desarrollo futbolero normal en una cultura apegada a las tradiciones, a lo postmoderno y al confusionismo. Absténganse de preguntarme sobre el último tópico (el confusionismo). En realidad, sólo se me hizo chido meterlo al texto.
¿Cuántos mundiales faltan para considerar al futbol japonés como potencia? Ahí les dejo la pregunta, pero seguro los alemanes ya tomaron nota y hacen bien porque si en este mundial son devueltos a su patria en la primera ronda, perderán el respeto y la admiración del mundo. Esto de no pasar del tercer partido suele hacerse una nociva costumbre y los teutones pueden agarrarle el gusto. ¿Cuánto tiempo pasó antes de tener el privilegio de ver los rostros angustiados de los germanos en un partido de futbol mundialero? Pues exactamente cuatro años y cuatro meses, cuando México los derrotó en Rusia.
No es por andar de mala onda, pero Hansi Flick (por si no lo saben, este señor es el entrenador de Alemania) debería ir reservando el vuelo a Berlín. Los viajeros frecuentes recomiendan las ofertas de los miércoles de Qatar Airlines.
No sé a ustedes, pero a mí las injusticias me chocan. Sí. Mucho. La más descarada fue escenificada en el partido de Canadá contra Bélgica. ¿Vieron cómo jugaron nuestros amigos canadienses? Fue un deleite ver a esos once escuincles desplegando buen futbol (muy buen futbol) con alegría, inteligencia, táctica, estrategia y humor.
Jamás los había visto tan felices.
Eran once chiquillos felices en la hora del recreo jugando contra los de quinto B. Hasta parecía que iban ganando el partido. Ni fallar un penal les quitó la gracia. De ese tamaño el gozo y era explicable: frente a ellos alguien puso a once zombies incapaces de hilvanar dos pases, pero así y todo, esos muertos en vida se cruzaron con la fortuna y ésta, calva y todo, les regaló un gol cuando mejor cachondeaban al balón los súbditos de Justin Trudeau.
Bélgica anotó el gol y ya. Fin de la historia.
Podrá ser injusto, cruel, miserable… pero así es el futbol. Me preguntaba, mientras veía a los vivarachos norteños, si se habían enterado de que les habían metido un gol porque siguieron jugando igual: divertidos, felices, como si estuviesen ganando el partido. ¡Ah, la infancia mágica!
Me pongo a ver programas de análisis balompédicos argentinos del Mundial y constato la facilidad que tienen para caer mal (los argentinos, no los programas). Ya se sacudieron el madrazo árabe y ven con optimismo los dos partidos en puerta. Me detengo en sus opiniones sobre México, a quien ven como una selección luchona, con dos jugadores modestos a nivel mundial y hasta ahí. “Dejemos atrás lo de Arabia. Debemos seguir jugando como lo hacíamos hasta hace quince días. El partido contra México es perfectamente ganable”.
Eso ya calienta… pero es verdad. ¿Queríamos la verdad? Ahí la tenemos. Somos “ganables”, sobre todo porque no metemos la pelota a la portería ni por error. ¡Ay, cómo me gustaría que el milagro guadalupano se diera por segunda vez y mandar a Messi y sus amiguitos a rumiar su arrogancia!
¿Vieron a Uruguay? Un partido tan aburrido como el de México. Los charrúas podrán decir todo lo “interesante” de ese cotejo, pero la verdad fue de hueva. Tres opciones de gol y ya. Le bajé al volumen para “sentir” el partido sin interferencias (lo mismo hice con el de México) y no había forma de animarse.
Recuerdo cuando España era conocida como “la furia española”. ¿Se acuerdan? ¡Uy, qué miedo! Se la pasaban fúricos en cada mundial y a nadie le importaba un rábano su pinche furia. Fue cosa de dejar ese corajillo pitero y pasar a la inteligencia para terminar campeones.
Los uruguayos deberían dejar su chistosa garra de lado y pasar a la elegancia intelectual y futbolera que da mejores dividendos. Ya sé, ya sé. No soy un buen aficionado y la ciencia del futbol me queda lejos. No soy capaz de entender cómo funciona un “falso 9” y las transiciones pasan frente a mí y ni las saludo ¿cómo voy a entender la parte ontológica de La Garra?
¿Debo decir algo de Corea? Sí.
A diferencia de Japón, los coreanos son correosos, tozudos, astringentes. No serán capaces de ganar un partido pero (a juzgar por el partido contra Uruguay) no veo cómo alguien les podrá ganar uno. Hasta los postes de las porterías son Made in Korea. No es justo pues.
Los asiáticos, tarde o temprano, darán con las apps correctas y entonces esto será una revolución de las conciencias futboleras.