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El regreso de Bacantes Pop

Por Omar Arriaga Garcés

 

Ya una vez no hace mucho en esta revista de pensamiento libre reseñamos esta película; ahora, en el marco de la onceava edición del FICM, el remake de Somos lo que hay, del mexicano Jorge Michel Grau, que se intitula We are what we are, del estadounidense Jim Mickle, será proyectado este domingo en Cinépolis Centro a las 21:15 y a las 23:00 horas. Por ello retomamos algunas de las palabras de aquel entonces.

A decir verdad, este remake fue estrenado en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2013 (GIFF, por sus siglas en inglés), en el Panteón Municipal, con un frío de miedo que hizo aún más espantosa la secuela de la película de Michel Grau, sobre una familia que sobrevive en la Ciudad de México gracias a la carne humana, hasta que el padre muere y el hermano mayor tiene que hacerse cargo del sustento familiar, en una historia que pareciera más una novela negra que una hagiografía de la vida y obras de un santo siniestro (no confundir con el enmascarado de plata); de ahí lo espantoso de la versión estadounidense de Mickle.

Ni el hecho de que aquella ocasión fuera el estreno para Latinoamérica de la cinta, ni el que sea la primera secuela norteamericana realizada a partir de un trabajo mexicano, ayudaron a que We are what we are fuese un poco más digerible.

Diferencias más que evidentes entre la película mexicana y la estadounidense: la de México no se basa en una obsesión religiosa con Jesucristo, la norteamericana, sí; en la de México no se atraviesa una relación amorosa entre una chica rubia (Barbie) y un Ken detective, en la estadounidense, sí; en la de México la violencia es metáfora del país en el que vivimos, una lucha cainita por la supervivencia, la ley ritual de la selva, la estadounidense es un thriller de bacantes pop, dos niñas bien que quieren ser mejores “niñas bien”, a las cuales un padre infame obliga a continuar una tradición abominable hasta que dicha práctica se vuelve en contra del progenitor de las chicas.

En la película mexicana, el planteamiento de Michel Grau es desconcertante: es la familia, el núcleo de la “sociedad” el que ataca como un organismo antropófago para sobrevivir, no se trata de un lujo: no hay dinero para comer y algo tiene que hacerse; pero, bueno, la mayoría de los asistentes al cementerio respondían no haber visto la cinta mexicana, por lo que la estadounidense les pareció más o menos aceptable, más o menos entretenida, aunque hay que decirlo con todas sus letras: queda a deber.

La interpretación que Mickle hace de la de Grau es en todo caso anodina, mediante el despliegue de una violencia gratuita intenta impactar en el público. ¿El ritmo narrativo?: la típica cinta hollywoodense, narrada intermitentemente, con escenas del paisaje que sobran y descripciones que no aportan al desarrollo de la historia.

Es una reinterpretación de la obra de Michel que no se parece en nada a su progenitora. Pero, ¿por qué en lugar de decir que se hace una secuela no se parte de otra historia original, si se quiere igual de sangrienta y con más efectos especiales?

Con seguridad, a los amantes del gore y las cintas de suspenso les gustará esta versión, y quizá sea una visión mediana la de quien suscribe estas líneas, pero a veces hay que decir las cosas desde el ángulo en el que se ven, aunque dicho ángulo no lo comparta la gran mayoría.

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