El nombre con el que la distribuidora Zima Entertainment promociona lo nuevo del italiano Marco Bellocchio puede interpretarse de dos maneras distintas. En la primera de ellas, el título sugiere que un papa, por la razón que fuere, ha sido raptado. Una segunda acepción, convierte al pontífice de víctima en victimario, es decir, es el propio papa quien cometió un secuestro.
El secuestro del papa (Rapito, 2023) se estrenó durante la pasada edición del Festival de Cannes y previamente formó parte de la programación del FICM tanto como de la Muestra Internacional de Cine. En este filme, el cineasta recrea un caso que en su momento fue muy sonado, el secuestro de Edgardo Mortara Levi.
En 1858, Edgardo Mortara, un niño judío de seis años, fue retirado de casa de sus padres por un grupo de soldados, con el argumento de que había sido bautizado en la fe católica y que por tanto debía ser alejado de su familia. Durante doce años su familia intentó recuperarlo, pero el papa Pío IX hizo todo lo posible por evitarlo, primero evitando las visitas de sus padres, después sacándolo fuera del país y finalmente otorgándole en su exilio una pensión vitalicia con la intención de que se ordenara sacerdote.
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Hace algunos años el propio Steven Spielberg intentó llevar esta historia a la pantalla, el proyecto se vino abajo cuando aparentemente, el director estadounidense no encontró a ningún niño que pudiera interpretar adecuadamente a Edgardo. Bellocchio retomó la historia, pero a diferencia de Spielberg, decidió contarla desde el punto de vista de la familia y abarcando una secuencia de hechos más extensa, con los riesgos que esto implica.
Para ponernos en contexto, hace falta un poco de historia. Durante muchos años existió en la península itálica un territorio que estaba bajo dominio directo del papa en turno. Inspirados por la Revolución Francesa, muchos italianos buscaban la unificación de los territorios peninsulares. Numerosas revueltas surgieron, hasta que en 1870 las tropas italianas entraron a Roma, lo que provocó la disolución de los Estados Pontificios y que el papa Pío IX, ya sin autoridad civil, se autoproclamara “prisionero en el Vaticano”.
Cabe aquí una breve reseña de Pío IX. Durante su extenso pontificado (probablemente el más largo en la historia de la iglesia católica), Pío IX pasó de ser un reformista moderado a un radical intransigente. Aunque muy probablemente ya era una situación inevitable, algunas de sus decisiones aceleraron la descomposición de los Estados Pontificios. Por ejemplo, el secuestro de Edgardo Mortara, puso en evidencia el anacronismo de la institución católica ante una Europa en constante transformación. Pero sin importar las críticas recibidas por este caso, Pío IX fue beatificado en el año 2000. Como dato curioso, quienes vayan a Jamay, un pequeño pueblo ubicado en la ribera del lago de Chapala, encontrarán un curioso y antiguo obelisco construido en su honor.
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Dicho lo anterior, es posible que el principal problema que enfrentó el director y guionista italiano, haya sido el incluir en su narrativa todos estos aspectos y comprimirlos en apenas dos horas. Se puede decir que en términos generales lo logra, sobre todo porque su decisión de enfocarse en la tragedia familiar, más que en el entorno político, funciona como una alegoría del final de una era.
No es la primera vez que Bellocchio aborda la religión en sus películas. En La hora de la religión (L’ora di religione, 2002), se cuenta la historia de una familia venida a menos que hace campaña para la beatificación de la madre, una fanática religiosa, asesinada por uno de sus hijos. Mientras que en La bella durmiente (Bella addormentata, 2012), se hace un recuento del caso de Eluana Englaro, quien permaneció 17 años en estado de coma irreversible, dicha circunstancia suscitó un enfrentamiento entre los familiares de la mujer que abogaban por la eutanasia y la iglesia católica, que se oponía a la petición.
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Volviendo al caso de Edgardo Montara, existen dos versiones sobre su supuesto bautizo (el cual fue la causa de su secuestro). La más aceptada es que la sirvienta de la familia roció un poco de agua y dijo algunas frases relativas al caso, todo ello sin la autorización de sus padres. Mientras que los defensores de Pío IX aseguran que un cura católico acudió personalmente al domicilio de los Montara para realizar el bautismo, y que por lo tanto fue una ceremonia válida. Lo que no explica esta versión, son las razones por las que el cura realizó el sacramento sin la autorización de los padres.
Más que ofrecer una narrativa novedosa o una fotografía deslumbrante, lo nuevo de Bellocchio destaca por ofrecer una versión equilibrada de un hecho histórico. Al final, Edgardo Montara abrazó la fe católica e incluso fue muy insistente para que sus padres y hermanos renunciaran al judaísmo, fue tan insistente en ello, que al final su familia decidió dejar de tener contacto con él.
El caso de Montara, como bien lo interpreta Marco Bellocchio, no es un ejemplo de fe, sino de una manipulación desde temprana edad. Al final, lo que encontramos es una familia rota: unos padres sin el hijo que inútilmente intentaron recuperar y un joven alejado de aquellos que le amaron. Pero no todos los protagonistas de esta historia terminaron mal, Pío IX fue beatificado y todavía venden sus estampitas en la iglesia de Jamay.
Lectura recomendada: El secuestro de Edgardo Montara. David I. Kertzer. Editorial Almuzara. 2017