Por Omar Estévez
Y ahí estaba yo, viendo tocar a Quiero Club sin dinero, sin alcohol, sin lugar donde quedarme, a 12 horas de mi ciudad, pero eso sí, viviendo una de las semanas más divertidas, raras y entrañables que haya tenido hasta ese entonces en mi vida.
Pero claro, todo tiene su final y su precio. Sin saberlo, días antes Chava Munguía y Paquito Revés, como era conocido entre los de mi ahora ex -banda Stereoadicta, se habrían de convertir en los cómplices y culpables indirectos del desenlace catastrófico de mi fin de semana y después del inicio de una etapa por demás memorable en mi vida, luego de tocar en una fiesta ya legendaria de la revista Revés, donde con mi banda anterior le abrimos a la entonces adoración de estos literalmente «personajes de Revés» , la gran cantante Amandititita ( pfff ).
Estos alegres compadres en medio de la borrachera y la algarabía me regalaron un par de botellas de tequila edición conmemorativa de dicha fiesta, (o sea, tequila de dudosa procedencia, pero pegador, que de eso se trata, ¿no? ); yo, agradecido claro, y sin dudarlo mucho, las escondí como quien esconde un tesoro en la cajuela de mi auto para sacarlas obviamente cuando el alcohol escaseara, cosa que en esa fiesta nunca pasó.
Legendaria la fiesta, decía yo, en fin, en un impulso de esos que casi no me dan después de una decepción que no me queda clara aun (jej)e, me dirigí a la carretera para conducir 12 horas rumbo a Monterrey a visitar a mi entonces novia y pasamos una semana, como contaba, memorable, de la cual el resultado irrevocable fue mi novia fugándose de su casa, por lo que nos iríamos a vivir juntos y ser felices para siempre, ja!!! cosa que teníamos que festejar, claro! pero como les decía: ahí estaba yo, con mi novia, viendo tocar a Quiero Club, sin dinero y sin alcohol.
De pronto una luz me iluminó y recordé aquellos benditos personajes que habían tenido la bondad y certeza de regalarme tequila días atrás. Nos dirigimos a mi auto en busca de la botella escondida… sería una borrachera íntima y tranquila, ya que al siguiente día regresaríamos triunfantes a Morelia… Aja.
Fiel a ciertas costumbres milenarias nos tomamos el tequila como agua: jamás volví a ver a mi novia así de alegre (entonces novia, perdón). Bastante indispuestos y en una ciudad ajena conduje hacia la casa de un amigo, -no sin antes despedirme de mi buena suerte – no tardé mucho en meterme en una calle en sentido contrario y el primer vehículo que se me cruzó de frente fue una patrulla.
A estas alturas de la noche nos encontrábamos en San Pedro Garza García, un barrio donde se presumían por aquellos tiempos las multas más altas del país por manejar en estado de ebriedad, (lo supe porque así se anunciaba en pomposos y agringados carteles, muy regia esa costumbre) eran de 25 mil pesos o algo así, el oficial en turno me dijo: “Pague la multa o son 8 horas adentro, le contesté que si me podía quedar más horas para que me diera cambio, -ahora te quedas 10 horas por mamón, me contestó – y efectivamente pasé una noche eterna en barandilla, al siguiente día crudo, con mi novia sin casa, con mi auto en el corralón, sin dinero, flaco, ojeroso pero eso sí, con ilusiones, salía de barandilla a iniciar esa bonita etapa ideal para todo buen samaritano llamada contubernio. Sobra decir que lo que mal empieza mal acaba. Así como estos párrafos digo, ¡salud! Chava, Paco y todos los que colaboran en su revista, por otros 10 años y más. Muchas anécdotas con la revista Revés y sus fiestas involucradas, más las que vendrán, esperamos todos. Felicitaciones de su lector asiduo, gracias por hacerme parte de.
Nota: Esta anécdota juvenil la escribí yo, sin ayuda, ja, así como la mitad de las reseñas de las que cierta novia mía de aquellos entonces hizo mención en días pasados y que salieron publicadas en su revista bajo un pseudónimo hecho por los dos, no vaya a ser que siga pensando lo mismo.
Omar Estévez es integrante de Deer Murray
Nota de la Redacción: Tómese la anécdota del tequila como mera ficción, pues esa noche Omar recibió una de las mejores cosechas en el mundo…