“No es muy importante que esté yo, porque la película la deben de presentar quienes la realizaron, no de quien es”, eso fue lo que respondió la productora Pilar del Río, la mañana del lunes 12 de junio, en la sala 7, de la Cineteca Nacional, en la Ciudad de México, a la pregunta de la prensa de por qué no estaba el esperado fotógrafo de nota roja Enrique Metinides en la presentación del documental El hombre que vio demasiado (México, 2015), de la cineasta inglesa Trisha Ziff, a estrenarse a finales de esta semana y en el que él es protagonista.
El cartel de la película es precisamente las manos del fotógrafo sosteniendo una Brownie Junior Six-16, su primera cámara. Tal parece que al maestro esto de que lo vean no es algo que le encante demasiado. No así sus contundentes imágenes que capturó durante casi 50 años sobre accidentes y tragedias de la vida cotidiana, en la Ciudad de México.
No estuvo ahí esa mañana Metinides, pero nos enteramos que el octagenario, nacido el 12 de febrero de 1934, se retiró hace 25 años del oficio tras estar en la explosión de una pipa y sobrevivir para contarlo una vez más, en imágenes. No estuvo ahí, pero pocos sospecharían que es guadalupano y temeroso a viajar en avión —nunca se ha subido a uno, advierte en algún momento de la película—, aunque sí le hubiera gustado estar en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, para fotografiar el impacto de dos naves sobre las torres gemelas.
Metinides es un hombre meticuloso y obsesivo, que tiene una inmensa colección de ambulancias, camiones de bomberos, muñecos de policías entre otros juguetes. Esos que tuvimos la oportunidad de ver en la exposición sobre su labor fotográfica, montada en el Foto Museo Cuatro Caminos, a mediados del año pasado. Este documental impecable lo ensucia las fotos estridentes de Metinides. Al parecer Trisha Ziff es muy respetuosa de los temas a tratar en sus filmes. No sólo en este sino en su otro documental, del 2011, La maleta mexicana, que es otra de sus historia en cine.
Le pregunto, en ese mismo sentido, si el maestro le impuso reglas o ciertos ritos para que ella entrara en su vida. Responde que no, que fue muy abierto con ella, quien además no estaba interesada en hacer sensacionalismo —ya sabemos que es muy respetuosa con sus personajes. Esta es “una película de las consecuencias de su vida como fotógrafo”, pero agrega un detalle: “mucha gente nos pregunta por qué su esposa no está en la película. Esta fue decisión de él, no quería hablar de su divorcio en la película”.
Para la directora esto no es problema, ya que la historia personal de Metinides no es parte relevante para su filme —yo pensaría que sí. Y si bien no sale su esposa en el documental, sí están sus hijas —supongo que esto si es relevante— y quienes recuerdan que “a veces quería hasta dormirse vestido para ahorrarse unos segundos”. Es que el hombre que vio demasiado no iba con cualquier vestimenta al trabajo, siempre asistía a la Cruz Roja o al lugar de donde sucedía la tragedia con traje riguroso y corbata.
El hombre retratado por Ziff comenzó a los doce años a fotografiar tragedias, por ello le apodaron el Niño y trabajó en El Universal, La Prensa, entre otros. Al año, durante casi cinco décadas, registró alrededor de 3 mil imágenes. “Si se publicara todo lo que ocurre”, expresa en primer plano, “no sabríamos donde vivir”.
Llama mi atención un momento, casi al final del documental, cuando Metinides expresa algunas intimidades sobre su labor. Al terminar de responder él se queda callado, se hace un silencio, parece una eternidad. Al percatarse que no hay otra pregunta por parte de la entrevistadora, se pone un poco nervioso, parece que los ojos se le humedecen hasta que exhala como tratando de liberar cierta tensión. Parece que efectivamente, al hombre se le volcaron las imágenes en su cabeza.
Luego le recuerdo este momento de la película a Trisha, me expresa que “es el último día de rodaje” y que para ella “este tipo de fotografías tienen consecuencias personales” porque se cruza un límite, “mucha de la gente en sus fotos no tienen la claridad de decir: ‘no, yo no quiero que tomes esa foto’. ¡Están en shock…! O están muertas y él siempre cruzó ese límite y tomó las fotos”.
Metinides no habla mucho de eso durante las entrevistas, continúa la cineasta, y “yo trabajo con él más de cinco años y ésta es mi última oportunidad para encontrar el impacto de todo esto en su vida. Es casi la única vez en que yo estaba más dura y conversé con él cerca de dos horas”. Es su última pregunta y su última oportunidad para mostrar la vulnerabilidad del maestro, así que hay tensión entre ellos en ese instante, “yo pienso que posiblemente él estaba enojado conmigo”.
Trisha me explica que cuando Metinides te mira a los ojos, te cuenta otra anécdota, pero en esa última entrevista estaban en un espacio casi solos, “es un momento de humanidad de él muy importante para mí, porque yo pienso que es cuando las historias de las fotos no son sólo anécdotas sino es el impacto de todo lo vivido”. Para la cineasta este es un momento muy importante y piensa que también es importante para la audiencia.
Al final de esa mañana, donde un grupo nutrido de fotógrafos esperaban a Enrique Metinides, comenta la directora que está ya realizando otro documental sobre los gemelos Joel y Peter Witkin, (uno es fotógrafo y el otro pintor, que por cierto no llevan una buena relación entre ellos). Curiosamente su trabajo estuvo reunido en el Foto Museo Cuatro Caminos, a la par que la exposición del veterano fotoperiodista de nota roja.
El hombre que vio demasiado, ganador del Ariel en el 2015 a mejor documental —si a alguien esto le importa para verlo, que no creo—, se estrena el próximo viernes 16 de junio en Cinépolis y estará durante seis semanas en Cineteca Nacional.
Ojalá pronto nos encontremos con el maestro Enrique Metinides.
*Agradecemos al autor compartirnos esta entrevista, publicada originalmente en Los Cínicos.