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Esta semana no hay cuento

Por Darío Zalapa Solorio

Durante la semana medité la idea de no escribir un cuento para este día. En efecto: hoy no hay cuento. En cambio, me dio por ponerme a reflexionar (divagar) sobre distintas problemáticas que aquejan a nuestra sociedad.

Foto: CNN

Figúrense que todas las mañanas me despierto a las siete. O me revive la canción de bob esponja que tengo como despertador, o la armoniosa voz del buen Charly Loreta de Mole, ése que da las noticias desde tempranito y siempre está impecable con sus trajes y sus corbatas de marca. A lo que quiero llegar es que, ya que no leo el periódico, las únicas noticias de las que me entero son las que me da ese wey. Esta semana se la pasó hablando de los conflictos en Egipto y, sinceramente, le entendía poco, si no es que nada. No obstante, pensé: “Tá cabrón, la neta”.

Entonces quise entrar en mi faceta de Sociólogo y pasé unos días meditando (divagando, repito) sobre por qué la gente en Egipto está encabronada. Rápido supe qué contestarme: yo no conozco Egipto, las pocas fotos que he visto son de familiares o amigos que se retratan con una pirámide de fondo. Por lo tanto, pa saber qué chingaos quiere esa gente, la neta, está cabrón. Digo, uno puede argumentar mil cosas en base a teorías sociales y decir que fulanito es el malo y sutanito es el bueno. Por mi cuenta, pensé en temas de reflexión más próximos a mí.

Así llegué a la caza de narcos en Estados Unidos. Eso me llamaba más la atención: aquí arribita, narcos y gringos, ha de ver estado bien cura, casi setecientos detenidos, todo por un gringo que mataron en México… Y estaba yo bien emocionado imaginando que era como un videojuego donde los narcos corrían despavoridos y los gringos iban tras ellos con sus escopetas. Entonces ya no me pareció tan chido.

Digo, la cosa empezó por un gringo muerto acá. Ahora están matando latinos allá. Son muertes y punto. Luego recordé que eran narcos. Me cuestioné si eso lo justificaba. Luego no supe qué pensar. Luego puse atención a la clase de Literatura Iberoamericana. Luego no. Luego me hice bolas. Luego dejé de pensar en eso. Luego pensé en un café al Oxxo. Luego terminó la clase y yo ya no pensaba en gringos matando narcos.

Decidí ponerme a divagar sobre las marchas y manifestaciones en México. Pensé que hablar de todo México era mucho y limité mi campo de observación a Morelia. Como por obra divina ese día tomaron la Madero. Mi escuela está sobre dicha avenida, ya imaginarán el caos que significó para todos los que ahí nos cultivamos: se puso cabrona la cosa.

Foto: lostiempos.com

Fueron dos hechos los que me hicieron profundizar en el tema. El primero fue una reflexión hecha por mi buen amigo Juan Urueta. La cuento brevemente:

Hace algunas marchas, él iba a bordo de una combi roja. Había una marcha de maestros y el tráfico era simplemente espantoso: carro tras carro a lo largo del acueducto. Cuenta él que una ambulancia estaba en medio de aquel embotellamiento; por más que se hacían maniobras, no lograban dejarle el paso libre. Entonces los médicos decidieron bajar ahí y, camilla en hombros, comenzaron a correr contra el tráfico y el tiempo para salvar a la persona que agonizaba. Si murió o no, ya no lo sabemos. La cosa es que, de haber tenido esto un desenlace mortal, sería buen preguntarle a los maestros: ¿Saben que son directa o indirectamente culpables de una muerte?

Esta semana, justo el día que comenzaron las revueltas, me comía unos huevos revueltos en La Mordida (tortería frente a las tarascas). Esperaba a que se enfriaran mientras apuntaba en mi libretita de mano algunos pendientes. En eso estaba cuando veo a un primo cruzar la calle. Julio, primo por parte de mi madre. No miento, tenía medio año que nos veíamos, ya imaginarán mi sorpresa. Nos saludamos con un emotivo abrazo. Cómo estás. Qué hay de nuevo. Cómo están los tíos. Qué andas haciendo. Él, futuro maestro por parte de la normal de Artiaga, venía a dicha marcha. Tenía una gran sonrisa en la cara, decía que ya casi se regresaba y que todo había estado muy tranquilo. Nos despedimos mandando saludos a los tíos. Se fue. Se enfriaron mis huevos. Mientras los comía pude responder la pregunta hecha por mi amigo: son manifestaciones, todo mundo quiere algo que no tiene. Culpables o no de una muerte, nunca lo sabrán. Para ellos todo está “muy tranquilo”. Apuré mis huevos y me fui a dar clases. Yo no tengo plaza ni vacaciones pagadas; si me pidieran que marchara para obtenerlas, quizá dudaría en hacerlo. Luego diría que no; me gusta buscar otro trabajo cuando se termina me termina uno.

Ya para el viernes fui claro conmigo: no hay cuento. Sé que no medité ni profundicé, no reflexioné pero sí divagué. Caí en cuenta de que de que ni en Egipto, ni en E. U., ni en México, ni siquiera en Morelia, lo que diga o piense afectará las cosas para bien o para mal. A mí no se me dan las críticas sociales o políticas. Hay a quienes sí, gente pensante que orienta a gente no tan pensante, como yo. Bien por ellos, yo me voy a escribir un cuento. Nos vemos en ocho días.

dario.zal.lit@hotmail.com

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