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Fanatismo alimenticio

Hace algunos días apareció un artículo que me resultó bastante extraño ya que trataba de una nueva secta. El término me resultó grotesco gramaticalmente hablando y bastante cómico al leer el artículo: sexetarianismo.

La naturaleza y el sexo 4

Por Jorge A. Amaral

Recuerdo cuando en TV Azteca se transmitía Con sello de mujer, ese programa de revista hecho para que las señoras se sintieran entre amigas al hablar de futilidades como la moda en trajes de baño y consejos de salón. Bueno, en ese show había una sección sobre terapias de belleza y cuidado de la piel que iban de lo más básico como la típica mascarilla de aguacate hasta lo más extravagante como untarse una mezcla de polvo de oro y aceites vegetales; lo que recuerdo de esa sección es que a cuanta barbaridad se les ocurriera para embarrarse en la piel, las conductoras le agregaban el sufijo terapia, la del polvo de oro se llamaba auroterapia, sólo para ejemplificar.

El caso es que en las sociedades actuales, sobre todo en los países de primer mundo y algunos sectores latinos, hay individuos que al estar tan inmersos en el sistema capitalista, el vertiginoso ritmo de vida actual, la violencia y el deterioro que el planeta está padeciendo, necesitan alicientes que los hagan sentir una superioridad moral sobre los demás mortales, y por eso recurren a cualquier cosa, por tonta que sea, para denostar a los otros, a quienes ven como retrógradas. Y en este sentido surge el sexetarianismo, entendido como la idea vegana de no tener sexo con nadie que consuma alimentos de origen animal o sus derivados, así haya sido un té con miel en caso de gripe.

Lo que me llama la atención de esta nueva tendencia vegana de negarse al contacto íntimo con omnívoros es el grado de fascismo y discriminación al que se ha llegado, pues ya no basta el color de piel, la religión, la preferencia sexual, el nivel socioeconómico o incluso la escolaridad para que un individuo sea segregado, ahora también influirá aquello de que se alimenta para poder establecer un vínculo sexual y hasta amoroso con otra persona, y aquí está lo que me resulta escandaloso. Los veganos, esos amantes de los animales que ven el acto de comer cualquier producto de origen animal como un atentado terrorista y hasta sádico, se congratulan al atacar y ver como inferiores a quienes no comen lo mismo que ellos, actitud que de repente me remite a los nazis respecto de los judíos o al Ku Kux Clan frente a los negros.

El vegetarianismo puede entenderse como producto de la necesidad de cuidar la propia salud, incluso el veganismo, con todo y su intransigente radicalismo, tiene de loable el respeto a la naturaleza y la búsqueda de otras alternativas de vida. Pero el sexetarianismo raya en el fanatismo absurdo puesto que no se ha demostrado científicamente que si se sostienen relaciones sexuales con un omnívoro, éste puede transmitir al vegano las toxinas de la carne a través de la saliva, el semen u otros fluidos, como sostienen lo sexetarianos, y esa es una idea tan nefasta como la de prohibir a los negros usar la banqueta o sentarse en los asientos delanteros del autobús.

El ser humano está hecho para ser omnívoro y esto queda demostrado al revisar el proceso evolutivo. El hombre (como especie), al ser una suerte de mono desnudo, desde sus inicios necesitó la piel animal para cubrirse y la grasa y carne de otras especies para soportar los climas más extremos mientras aprendió a adaptar el entorno natural a sus necesidades, y esa necesidad fue la que lo llevó, por un lado, de recolectar a cultivar, pero por otra parte, a también pasar de cazador a criador de animales, con lo cual se sentó la base de las actividades que hasta hoy en día son primarias para el ser humano en cualquier parte del mundo, en prácticamente cualquier sociedad: la agricultura y la ganadería. Ya de ahí lo demás es evolución humana e historia de la cultura con todos sus rasgos.

Ya en otra ocasión había hablado de las nuevas religiones: el veganismo, el odio encarnizado a la fiesta brava, el amor a la bicicleta y todas esas tendencias que no reflejan sino el abandono en que los individuos se encuentran frente al vértigo de la vida actual, tan carente de valores, tan violenta y tan llena de los más insultantes contrastes, todo lo cual hace que las personas se refugien en formas de actuar y pensar que den cierto sustento a sus vidas, y es por ello que la solterona o el solterón empedernidos deciden tener gatos y perros a los que no asumen como mascotas, sino como compañeros de vida, como si de un hijo o una pareja se tratara; o bien, y por eso es tan común la gente que abraza cualquier causa sin antes informarse, podemos conocer a una persona antitaurina, vegetariana, lopezobradorista, zapatista y preocupada por los pobres del mundo, a los cuales apoya desde las redes sociales compartiendo fotos de niños con hambruna, y se duele y se lamenta de que nadie haga nada y siente que al comer germen de trigo ya está ayudando a la Pacha Mama.

Y esta misma gente decide ir más allá y decir no al sexo con quienes comen carne, como si el himeneo no fuera el acto carnal por antonomasia, tanto así que hay una celebración en su honor antes de la Cuaresma, el Carnaval, la fiesta de la carne en la que se dice adiós a la concupiscencia y lubricidad carnales antes de un periodo de vigilia y recogimiento. Pero los sexetarianos no lo entienden, ellos son amigables con el planeta aunque sean unos fascistas al pensar que el omnívoro suda, escupe y eyacula la sangre de los animales que se ha comido. Pero bueno, mientras haya omnívoros amantes de los placeres carnales, el mundo sigue a salvo pues la especie está a salvo. En todo caso, la pregunta de si comes o no carne antes de tener sexo contigo será el nuevo “¿los escupes o te los tragas?”.

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