A los seres humanos suelen gustarnos los antihéroes, a quienes después nos encargamos de dotar de legítima heroicidad. Es por eso que aún hay gente que admira a Pablo Escobar o Charles Manson.
En verdad no quería hablar de esto, en serio, pero es que las manifestaciones que se hicieron el jueves 26 de febrero en Culiacán y Guamuchil, Sinaloa, pidiendo la liberación de El Chapo, me hicieron saltar de la silla. Más allá de si es, si no es, si pactó su aprehensión, si fue una exigencia de Barack Osama, perdón, Obama Bin Laden, a Peña Nieto, si después de esto caerá El Mayo y todo ese largo etcétera que cuestiona a un gobierno de por sí cuestionable, llama la atención que miles de personas hayan decidido, como si se tratara de Julian Assange o Edward Snowden, salir a sus calles y casi gritar “Free Chapo!”.
Esta manifestación pacífica puede significar dos cosas: uno, que todavía hay capos que gozan de respaldo social y, por ende, su familia (el gobernador de Sinaloa los acusa de organizar las manifestaciones) cuenta con la solidaridad de los vecinos; o dos, que la familia del capo les pagó o los presionó para salir a las calles y lucir mantas que, entre otras cosas, decían que El Chapo es un héroe o que ayudaba a los pobres, o incluso una imagen que particularmente me llamó la atención: dos mujeres jóvenes sosteniendo una pancarta en la cual se leía “Chapo, hazme un hijo” (¿como para qué carajos?, me pregunté).
A los seres humanos suelen gustarnos los antihéroes, a quienes después nos encargamos de dotar de legítima heroicidad. Es por eso que aún hay gente que admira a Pablo Escobar o Charles Manson; yo, en lo personal, tengo a Victoriano Ramírez, alias El Catorce, líder cristero apodado así porque él solo mató a los catorce soldados que pretendían apresarlo, pero de ahí a pedir que sus restos sean llevados a la Rotonda de los Hombres Ilustres o manifestarme para que su nombre se incluya en el muro del Congreso de la Unión, pues como que no. Lo mismo aplica en el caso de Guzmán Loera.
Para hablar de esa marcha establezcamos dos escenarios, los dos que ya esbocé más arriba: el respaldo social y la genuina admiración, o bien, la coacción a hacer algo que a nadie beneficia y que inevitablemente llevará al ridículo y a la humillación pública.
Supongamos que El Chapo realmente es objeto de admiración entre sus paisanos, que incluso es nombrado Hijo Predilecto de Badiraguato por sus obras benéficas, como electrificaciones, la pavimentación de calles, la construcción de dispensarios médicos o el reparto de despensas. ¿Realmente estamos frente a un hombre bueno y caritativo?, no, estamos frente a un astuto delincuente que quizá ayudó a pavimentar una calle y electrificar un pueblo porque le conviene tener ciertos servicios a fin de estar bien comunicado y calles pavimentadas para movilizarse más rápido, o quizá (ni tan quizá, es una práctica recurrente) las empresas contratadas por el gobierno para los trabajos de electrificación o pavimentación pertenecen a uno de tantos prestanombres que utiliza la delincuencia organizada para el indispensable lavado de dinero, apuesto por esto último porque en Michoacán ya lo ha hecho El Kike Plancarte, según datos de Sinembargo.com. ¿Y las despensas?, ¿y los dispensarios?, ¿y las otras “ayudas”?, fácil: cualquier capo que se precie de ser inteligente sabe que en el lugar donde vive o donde más tiempo pasa la gente debe estar de su lado, pues un narco que además es mal vecino fácilmente será denunciado y detenido, o inclusive vendido a sus rivales. Esa es la razón por la que se puede ver un video de Mundo Fox en el que La Tuta aparece repartiendo dinero a los niños, o el motivo por el que Heriberto Lazcano pagaba un día de juegos mecánicos gratis en la fiesta de la colonia de Pachuca, Hidalgo, donde tenía su residencia, colonia en la que de hecho mandó construir una suntuosa capilla con todo y dispensario médico para todos sus vecinos, información de Proceso.
Otro factor por el cual algunos narcotraficantes gozan de ese respaldo social o incluso admiración es el hecho de que hay sitios (como La Tuna, municipio de Badiraguato, de donde Guzmán Loera es oriundo) en los que la única vía para sobrevivir a la miseria y la falta de oportunidades es la droga, ya sea su cultivo, elaboración o trasiego; es así que en estos sitios los niños saben que algún día habrán de enrolarse en este negocio, y dada la rusticidad de mucha de esta gente y la marginación a que se ve sometida, el máximo ideal de estos niños y jóvenes es tener “dinero, poder y viejas”, idea fomentada en las nuevas generaciones por el narcocorrido, género musical que ensalza la narcovida como la única deseable si es que se quiere ser alguien, y es que en estas regiones de México el narcotraficante es el único referente que se tiene de progreso.
Retomando el tema de la “Marcha por El Chapo”, planteamos el otro escenario, el de la coacción. ¿Qué ganaría el Cártel de Sinaloa sacando a marchar a la gente para mostrar apoyo a Guzmán Loera?, ¿hacer creer a todo México que el gobierno encarceló a un hombre justo e inocente?, ¿fomentar una suerte de identidad sinaloense basada en el crimen?, ¿dar un tinte político a esta aprehensión? No lo sé, el caso es que fue ridículo porque no salieron a la calle a protestar por la detención de un líder social, de un activista, de un periodista o político incómodo para el régimen, no; salieron a marchar por la liberación de un delincuente en cuyo nombre y por cuyos intereses se han perpetrado muchos de los últimos 100 mil asesinatos y desapariciones en México durante estos años, y sabiendo eso, ¿quién se anima a salir por voluntad propia y convicción con su pancarta que diga “Free Chapo!”?
La balcánica recomendación de la semana
Un referente en México es La Internacional Sonora Balkanera o el payaso de Líber Terán pero como esta banda las más de las veces me resulta aburrida por sonarme demasiado pretenciosa (aunque no tanto como Astillero, “el jazz es la música de los músicos”, no me jodas), prefiero servirme el acostumbrado whiskey y escuchar a Fanfare Cioc?rlia, específicamente Queens and kings (2007).
Con música netamente gitana romaní de toda Europa, uno de los grandes méritos de este disco es que los miembros de Fanfare Cioc?rlia viajaron por su natal Rumania, Serbia, Francia, Hungría, Bosnia, Bulgaria y Yugoslavia a fin de recoger la tradición de los músicos gitanos locales que participan en el album que, pese a la riqueza étnica que contiene, mantiene el espíritu de Fanfare Cioc?rlia, autodefinida como una banda de Balkan funk, y es que, a decir de Costica Cimai Trifan, trompetista y vocalista del grupo, Fanfare Cioc?rlia tiene un sonido muy poderoso y lleno de cadencia, por lo que es el grupo de música balcánica que suena más veloz, fuerte y funk.
En Queens and kings encontramos un sonido fresco, ágil, vivo, festivo, como en “Kan Marau”, o las flamencas “¿Cuándo volverás?” y “Qué dolor”. Aunque hay piezas cuyo arreglo transmite cierta melancolía como “Pana cand nu te iubeam”, “Ma maren ma” o “Farewell March”. El sonido funk se hace presente con “Duj duj” y la cereza del pastel, y por la que descubrí este disco, la constituye la genial versión balcánica de “Born to be wild”, original de Stephen Wolf, que aparece en la banda sonora de Borat: Cultural learnings of America for make benefit glorious nation of Kazakhstan.
Así pues, Queens and kings, de Fanfare Cioc?rlia, es un excelente disco si usted quiere conocer un poco de la tradición musical romaní o por mero divertimento, que es como ha de escucharse la música en primera instancia, ya de ahí, cada quien sus pretensiones.