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Fukushima y el arte de defender lo indefendible

Por Lenin Cardozo

Son realmente admirables los grandes esfuerzos que se han hecho para minimizar y hasta justificar de manera positiva lo ocurrido en la planta nuclear en Fukushima a raíz del tsunami acaecido el 11 de marzo.  Los consorcios industriales, que desarrollan y mercadean esa tecnología, han explicado que por ser el diseño y construcción de esa  planta un esfuerzo verdaderamente seguro, la misma había resistido un terremoto de 9 grados, donde solo sufrió averías un reactor y como era de esperarse, las cosas prontamente volvían a la normalidad.

También reflexionaban  que esta experiencia los hacía conscientes de sus nuevos desafíos y así mejorar cada vez más los nuevos proyectos.  En definitiva, fue una contingencia aislada, muy focalizada y sin mayor trascendencia.  Salvo el de poner en relieve un mayor conocimiento a la sociedad de las bondades de este tipo de energía.

Lo que no dijeron esta suerte de predigistadores de verdades convenientes  es lo que hoy se sabe a ciencia cierta: que tres de los seis reactores de la planta se destruyeron y en ellos se produjo la fusión del núcleo. Que es la contingencia más dañina que puede ocurrir en una planta de este tipo de tecnología, ya que las barras de combustible se funden y se precipitan al fondo de la vasija del reactor. Y es ahí donde se libera el  material radiactivo. Como no hay tecnología aún existente para controlar la energía nuclear liberada, la única opción que queda es tratar de cubrir cada reactor en una especie de sarcófago o urna de hormigón para aguantar o entrampar el estallido nuclear.  Cosa que tampoco está claro si realmente se puede lograr.

El supuesto control solo quedó en la imaginación de los ilusionistas al servicio de las corporaciones vendedoras de la energía nuclear. Hasta ahora la dramática realidad ha superado toda ficción y ya no se puede ocultar lo inocultable.

El otro desliz informativo es que los reactores ya presentaban fallas antes de tsunami y la contingencia natural solo detonó el problema. Sin embargo, la versión desde un principio fue la difundida por la empresa operadora de la planta, TEPCO, donde aseguraba que el terremoto dejó indemne la integridad de los reactores. La llegada del  tsunami interrumpió el flujo de energía en la zona e inundó las salas de máquinas de los generadores de respaldo en la planta, trayendo como consecuencia la pérdida de refrigerante que provocó el sobrecalentamiento, la acumulación de hidrógeno y las subsiguientes detonaciones en las unidades 1, 2 y 3. Tres meses después de lo ocurrido, sabemos que TEPCO, en unísono y a una sola voz con sus creadores, le mintieron al mundo.

Necesitaban poner todo a su favor e incluso el supuesto orden de los acontecimientos, porque de lo contrario, se enfrentarían a protocolos internacionales más severos, que evidenciarían la fragilidad de esta industria. Se ha tratado de minimizar esta eventualidad a partir del indicador de que ocurrieron pocas pérdidas de vidas humanas. Japón se salvó de un terrible holocausto por su condición geográfica,  donde la fuerza de sus vientos ha desplazado y esparcido la mortal atmósfera fuera de las fronteras de su isla.  Tampoco es fácil contabilizar los daños en la flora y fauna del mar y en los acuíferos subterráneos.

Lo que sí es cierto, es que en Fukushima  el arte de defender lo indefendible no funcionó.

Lenin Cardozo (1960) Ambientalista venezolano.  Director Ejecutivo de los noticieros ambientalistas Canal Azul 24 (www.canalazul24.com), Blue channel 24 (www.bluechannel24.com) y ANCA24 Agencia de noticias ambientales para las Américas. Fundador de la ONG AZUL Ambientalistas (www.azulambientalistas.org). Léanlo en http://lenincardozo.blogspot.com/

 

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