Icono del sitio Revés Online

Hope, soledad: un viaje iniciático en la costa de Oaxaca

Hope, soledad: un viaje iniciático en la costa de Oaxaca

Hope, soledad: un viaje iniciático en la costa de Oaxaca

En el Foro Cineastas mujeres indígenas que organizó hace un par de años el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), estuvo presente la oaxaqueña Yolanda Cruz. En esa ocasión la cineasta chatina habló sobre la forma en que el cine y la televisión de su infancia representaban a los pueblos indígenas. La abnegación y el exotismo no eran características con las que ella se sintiera identificada y esa fue una de las razones por las que decidió dedicarse al cine.

Muchos años han pasado desde que Yolanda Cruz siguiera su vocación. En la tercera edición del FICM fue seleccionado uno de sus primeros cortos documentales, Sueños binacionales (2006), y desde entonces otros cinco de sus trabajos han formado parte de la programación del festival, convirtiéndose en una de sus directoras más constantes.

En esta ocasión, Cruz estrena su primer largometraje de ficción Hope, Soledad (2021), en donde Hope, una joven estadounidense de origen indígena acude a la tradicional peregrinación de la virgen de Juquila. Pronto aparece en escena un segundo personaje, Soledad, una mujer de mediana edad con la que coincide en la caminata. Ambas soportan un bagaje emocional que las atormenta, pero la experiencia va creando entre ellas un vínculo emocional que les ayudará a sanar sus heridas para seguir adelante con sus vidas.

La historia comienza en el aeropuerto, Hope, llega desde Estados Unidos, su frustración se traduce en ensimismamiento y constantes discusiones con su madre. Soledad en su nombre lleva la penitencia, está casada con un hombre al que nunca ve, pero con el que mantiene una continua comunicación telefónica. Sin embargo, ella no está enamorada de su esposo, sino de otro, cuya reciente muerte la ha puesto en jaque.

También puede interesarte: Ambulante listo para arrancar en Oaxaca

Yolanda Cruz, nació en el seno del pueblo chatino en el suroeste de Oaxaca, emigró a los 17 años para Estados Unidos donde estudió cine en Washington y California. Es casi una consecuencia natural que sus temas recurrentes sean la migración y el arraigo ritual de los pueblos originarios. La virgen de Juquila es una imagen tallada de aproximadamente 30 centímetros de altura, presumiblemente traída a México en el siglo XVI. La figura tiene fama de conceder las peticiones de los creyentes y desde hace muchos años se realizan largas caminatas para llegar al santuario ubicado en Santa Catarina Juquila, antes de la celebración oficial el 8 de diciembre.

El recorrido por caminos polvorientos, con música de viento y durmiendo en las canchas de basquetbol de las comunidades, es solo el marco para la sanación de estas mujeres: Hope logra reconciliarse con su familia y su pasado, mientras que Soledad consigue dejar atrás la muerte de su enamorado para enfrentar con entereza su futuro. Pero este viaje lo es también para la directora y su equipo, que siguen a los peregrinos sin más presupuesto que su voluntad de hacer cine.

Las secuencias finales confirman un sincretismo que más que religioso es espiritual. Cuando por fin llegan a su destino, hacen la visita obligada al santuario y pasan enseguida con una curandera tradicional. De esta manera, con la simpleza que permea todo el metraje y la cual es su principal limitante, las mujeres terminan su recorrido con una catártica visita a la playa, con todo y una puesta de sol como telón de fondo. Es una película pequeña que a pesar de sus carencias, logra capturar y contagiar el fervor de los andantes y plasmar con sutileza el viaje iniciático de sus dos protagonistas.

Salir de la versión móvil