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La Bardot

Bibiana Camacho

He tenido éxito en la vida. Ahora intento hacer de mi vida un éxito

Brigitte Bardot

La palabra ídolo procede del latín ‘idolum’ y éste del griego eidôlon, con la raíz ‘eid / id’ que expresa la idea de visión. El ‘eidôlon’ es la imagen, el reflejo sin realidad. Así pues la palabra designa una imagen de una deidad, como si fuera la divinidad misma, sin serlo. Brigitte Bardot, como muchos artistas, deportistas y algunos buenos para nada, se ajusta a esta designación. Nació un 28 de septiembre de 1934 en París. Camille Javal, su verdadero nombre, fue hija de una familia respetable de clase media; su padre era directivo de una empresa industrial y su mamá se dedicaba a organizar desfiles en una casa de modas; esto ayudó a la pequeña Brigitte a destacar en las pasarelas, desde muy temprano.

Apenas con 15 años, mientras estudiaba en el Conservatorio Nacional de Danza, conoció a Roger Vadim, guionista y ayudante de dirección. Querían casarse antes de que Bardot cumpliera 18 años; y cuando Vadim fue a pedirla en matrimonio, el padre de la novia que lo esperaba con un revólver en su escritorio, lo echó de su casa. Finalmente se casaron un 20 de diciembre de 1952.

Trabajó en la película Ladrones al claro de luna, polémica por sus escenas de desnudez. A ella siguieron películas como El gran seductor y Dichosa muchacha. A principios de los 60 cobró cerca de un millón de francos por su primera película protagónica: Y Dios creó a la mujer…, junto a su marido como director. Este film la consagró, pero le acarreó grandes problemas en su vida matrimonial, lo que significó la ruptura con Vadim. Además se descubrió un romance muy breve y contradictorio con el protagonista de la película, Jean-Louis Trintignant, con quien convivió después de pedirle el divorcio a su marido.

El éxito de esta actriz se debió, principalmente, a sus gestos y lenguaje corporal, tan personales y llenos de sensualidad natural. Su rostro aniñado y felino, su larga melena cuidadosamente despeinada, su figura esbelta y atlética y un estilo de vestir bohemio y juvenil parecían buscar la complicidad en el espectador, hombres y mujeres por igual. Una vez divorciada de su primer marido, a punto de entrar a la década de los 60, se casa con Jacques Charrier. El atuendo que usa el día de su boda rompe con los convencionalismos de la época: las jovencitas se casaban todas de blanco. Ella, en cambio, opta por un trozo de tela con motivos entonces juzgados provocativos. Jacques Esterel, modisto y amigo íntimo de la estrella, rompió con la tradición de los grandes vestidos de novia y buscó entre los stocks que ya no se vendían el tejido más pasado de moda en la época: el vichy rosa -tejido a cuadros en dos colores, similar al que se utilizaba en los trapos de cocina. Con su sonrisa inocente, la bella provocadora sedujo una vez más al público. Al día siguiente de la ceremonia las tiendas del mundo entero ofrecían el patrón del vestido de Bardot convertido en el fetiche de cualquier novia.

En 1963 se divorcia de Charrier, quien educa a su hijo con su nueva esposa. A pesar del éxito, para Brigitte las cosas no van bien, no puede soportar su ruptura e intenta suicidarse. Sin embargo, en 1969 se casa, por tercera vez, con el industrial Gunter Sachs. Poco después se inicia en el mundo de la canción, donde alcanzaría el éxito de la mano del cantante Serge Gainsbourg, quien también sería su amante. Brigitte representó un movimiento hacia la libertad femenina que acaparó los años 60 en Francia; un país donde se daban las vanguardias más arriesgadas del mundo. Sin embargo su carácter gracioso, simpático, aniñado y sensual respondía a una tremenda necesidad de afecto, más que a una reivindicación de las mujeres.  De hecho su vida estuvo llena, ahora no, de desgarradoras depresiones que varias veces la llevaron a intentar quitarse la vida. Tuvo numerosos amantes, la prensa francesa le ha contabilizado hasta 42. Entre éstos se pueden nombrar a Gilbert Becaud, Sacha Distel y Sami Frey; en algunos de los rompimientos tanto ella como ellos intentaron quitarse la vida.

En 1974, a los 39 años, después de más de 50 películas y 80 canciones, deja definitivamente el cine y la música para dedicarse, por completo, a la defensa de los animales, creando para ello la fundación que lleva su nombre. Ahora a sus casi 73 años, casada con Bernard D’Ormale, un político cercano al ultraderechista Jean-Marie Le Pen, se dedica por completo a la protección animal. Sin embrago, a pesar de esta actividad, ha estado envuelta en escándalos por mostrar simpatía por la extrema derecha. En su libro, aparecido en 2003, Un cri dans le silence (“Un grito en el silencio”), hace varios comentarios desafortunados acerca de las minorías; por ejemplo considera a los homosexuales como “fenómenos de feria”, a los desempleados como “aprovechados perezosos”, a los mendigos como quienes “toman al asalto nuestras iglesias para transformarlas en pocilgas”. Además opina: “Todas las mujeres ministras del Gobierno ¿de verdad están en su sitio? (…) Salvo raras excepciones, sólo son patrañas imbuidas por un poder que las sobrepasa”. Por otro lado asegura que en lugar de dedicarse a la política, estas mujeres “deberían poner su belleza al servicio del reposo de su guerrero”.

En junio de 2004, precisamente por el libro antes citado, Un grito en el silencio, es multada con cinco mil  euros por incitar al odio racial. La Bardot, así con artículo demostrativo que la distingue del resto, es un ídolo en toda la extensión de la palabra: reflejó en su época la imagen de una mujer devoradora de hombres, liberal y rebelde que distaba mucho de la realidad. Ahora, después de más de 30 años retirada del cine, sigue dando de qué hablar, es polémica e inevitablemente encantadora. Y aunque dicho encantamiento pueda resultar repulsivo, la Bardot siempre será recordada como el gran ídolo sexual de los sesenta.

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