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La Civil: la infatigable búsqueda de una madre

La Civil

La Civil, presentada en la sección Un certain regard, sección paralela de Cannes que se enfoca en el descubrimiento de talentos emergentes, es la ópera prima de Teodora Mihai. Ahí fue ovacionada por la audiencia siempre voluble del certamen francés.

Al final se llevó el Premio a la audacia, una de las menciones especiales que otorga el jurado. Ya desde ese momento se hablaba de la presencia de la coproducción rumana-belga-mexicana en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), antes de su paso a la cartelera comercial.

El caso de Teodora Mihai es singular. Una directora y guionista nacida en Rumania, criada en Bélgica, graduada en los Estados Unidos y que hace su primer largometraje en México. La película se desarrolla en un pueblo indeterminado del norte del país, en donde Cielo (Arcelia Ramírez), se entera del secuestro de Laura, su hija adolescente. Cuando el pago de los rescates pactados no da resultado y ante la indiferencia de las autoridades locales, Cielo decide iniciar su propia  investigación para dar con el paradero de la joven.

El guion fue coescrito por el tamaulipeco Habacuc Antonio de Rosario y la propia Teodora Mihai. Sería en principio un documental basado en las entrevistas que sostuvieron durante mucho tiempo con la activista Miriam Rodríguez, antes de ser asesinada frente a su domicilio en San Fernando, Tamaulipas, el día de las madres de 2017.

¿Quién fue Miriam Rodríguez? Después del secuestro de su hija y ante el nulo éxito de las pesquisas policiales, Rodríguez se dedicó a identificar y perseguir de manera obsesiva a cada uno de los criminales que la separaron de su retoño.

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Armada con una pistola y disfrazada de empleada de salubridad o de encuestadora electoral, consiguió la información suficiente para capturar a diez de estos delincuentes antes de su muerte. Vale la pena mencionar lo anterior, porque en algunos medios se ha tachado al guion de La civil como inverosímil, pero ya vemos que todo es posible en este país.

Más que basarse en la historia de la activista, la película se inspira en su persona para tratar de ofrecer un equilibrio entre la realidad, de acuerdo a la versión de la propia Miriam Rodríguez y la ficción. Cielo es una madre que asiste casi sin inmutarse a la ejecución de criminales, que registra con imprudencia y valor temerario la escalada de violencia que azota a su comunidad.

Son más de dos horas de tensión constante. La cámara documenta las huellas de la violencia, con los cientos de rostros de personas desaparecidas en volantes ajados por los elementos, las casas incendiadas, los militares rondando por las calles y el cobro de extorsiones.

Pero la directora también retrata con fidelidad la transformación de su protagonista. La esposa que al inicio soporta estoicamente los devaneos y la pasividad de su marido, se convierte en una mujer resuelta, que encara directamente a los militares y no teme a hablar cara a cara con los asesinos de su hija.

Así como la madre enfrenta a los criminales, el espectador debe encarar una violencia gráfica que no se agradece. Así sucede en aquellas escenas de las cabezas decapitadas en el recinto funerario y los cuerpos expuestos en los refugios delincuenciales.

La historia de una madre que arriesga su vida para conocer el paradero de su hija no requiere puntualizaciones sangrientas. De cualquier forma el sentimiento final es de indignación, no solo por lo que no hemos podido desterrar como sociedad, sino porque sabemos que lo que vemos fuera de la pantalla es aún más aterrador.

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