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La Fiera y la fiesta: un homenaje al gótico tropical

La Fiera y la fiesta

Con apenas dos largometrajes rodados en la década de los setenta, el dominicano Jean-Louis Jorge logró forjarse un estatus de cineasta de culto. Podrá parecer exagerado, pero hay quien lo considera un precursor de Pedro Almodóvar. Su trágica muerte en el año 2000, un asesinato no esclarecido, ha contribuido a engrandecer el misterio que rodea su figura, tanto en su obra como en su vida personal.

En La fiera y la fiesta (Holy beasts, 2019), los cineastas Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán retoman un proyecto inconcluso del director caribeño. Con él, crean una cinta de ficción basándose en su estilo delirante y falsamente glamuroso, en donde la fantasía y la realidad se entrecruzan de manera lúdica y arbitraria.

Vera (Geraldine Chaplin) es una veterana actriz y directora francesa. Llega a República Dominicana para rodar un guion inédito de Jean-Louis Jorge, quien fuera un viejo amigo. En el camino se reencuentra con amistades que comparten su entusiasmo por el proyecto: Víctor, el productor, Martín, el director de fotografía y Henry, un actor obsesionado con los vampiros.

Paralelamente se suman al proyecto un grupo de jóvenes, asistentes y bailarines, entre los que se encuentra el posible nieto de la directora, un ominoso recordatorio de su pasado turbulento.

CRÍTICA:

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El proyecto en cuestión lleva el nombre de Water follies, un juego de palabras que adquiere significado en la parte final, cuando el agua, la locura y un torrente de líquido vital se desbordan en la pantalla. Podríamos decir que al inicio es una película la que se está rodando dentro de otra, con todos sus problemas técnicos y financieros, a la que vemos desde afuera como espectadores. Pero conforme avanza el metraje los límites entre una y otra se van diluyendo, hasta formar una masa irregular donde se funde la fantasía con la realidad.

Esta conjunción un tanto forzada entre la realidad y la ficción alcanza otra dimensión cuando nos enteramos de que la codirectora, Laura Amelia Guzmán, es sobrina de Jean-Louis Jorge. Mientras que Jaime Piña hace de productor dentro de la película y fuera de ella. Algo parecido pasa con Luis Ospina, quien interpreta al fotógrafo. Él fue amigo personal del cineasta dominicano y ferviente defensor de su trabajo, se desempeñó como director artístico del Festival de Internacional de Cine de Cali, hasta su muerte en 2019.

Durante toda la película hay referencias directas a la obra de Jean-Louis. Imágenes de archivo y fragmentos de sus dos principales largometrajes: La serpiente de la luna de los piratas (1973) y Mélodrame (1976). No menos sutiles son las poses a lo Greta Garbo de la protagonista, los apuñalamientos pobremente coreografiados, vampiros caribeños y bailarinas reemplazables. Son escenas claramente inspiradas en su peculiar filmografía. Pero la presencia de Jean-Louis se siente desde el principio en la charla interior de Vera, con esas tomas cenitales que parecen indicar su presencia en cielos tranquilos que se transforman en huracanes.

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Claramente este rodaje fue un reto para los directores. Todas sus cintas anteriores son de corte realista, casi documental como Cochochi (2007). O de una narrativa claramente lineal como es el caso de Dólares de arena (2014). Se percibe cierto ánimo juguetón y hasta experimental, pero es tan marcada la influencia de Jean-Louis Jorge, que este homenaje deja muy poco espacio a la curiosidad. Parece más una reelaboración de su trabajo que una invitación a conocer la filmografía del creador del gótico tropical.

 

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