Por Bibiana Camacho
El rito constituye un sistema con carácter simbólico por medio del cual se celebran los mitos, es decir, la religión que diferencia al ser humano de la bestia. Uno de los ritos que ha existido desde siempre en todas las civilizaciones antiguas y modernas es el de iniciación, que marca la transición de un momento a otro en la evolución individual. Por ejemplo, aquellos que delimitan la transición de la adolescencia a la adultez.
En algunas sociedades la incorporación de un nuevo guerrero o cazador se daba cuando el joven realizaba acciones extremas, tras las cuales era reconocido como hombre y obtenía privilegios que hasta ese instante le habían sido vedados. Con las mujeres ocurría lo propio a partir del momento en que podían convertirse en madres. En su origen, la iniciación incluía un cambio de personalidad e integridad que se reflejaba en la sociedad.
La fiesta de XV años es un rito de iniciación social inspirado en los bailes para debutantes de las sociedades de la nobleza inglesa y la alta burguesía francesa del siglo XIX, en los cuales las jóvenes de 14 a 16 años asistían a su primera presentación oficial en sociedad, donde su actuación y desenvolvimiento, así como la posición social de los padres, eran decisivos para un enlace matrimonial provechoso para las familias. Era una especie de rastro dentro del cual se ofrecían las mejores y más ricas carnes.
En México, a partir de los primeros años del siglo XX, las clases altas del porfiriato adoptaron la celebración de “temporadas de baile”, cuyo objetivo era dar a conocer a los jóvenes, hombres y mujeres, casaderos para lograr acuerdos matrimoniales. Dichos eventos fueron reproducidos por las clases menos favorecidas pero sólo para el género femenino. Éstos incluyen, aún hoy en día: la misa de acción de gracias “Tedeum”, un primer baile con el padre, el discurso de presentación en sociedad por parte del padre, la ejecución de una coreografía a ritmo de vals y uno o varios cambios de vestuario de la festejada para ejecutar coreografías a ritmo de la música de moda.
Las coreografías deben ser ensayadas desde meses atrás, con la ayuda de un coreógrafo profesional. Generalmente la quinceañera está acompañada por un grupo de chambelanes (imitación de los cadetes austriacos) y damas de honor, elegidos por ella misma. Actualmente algunas empresas dedicadas a “montar la coreografía” del vals ofrecen el servicio de chambelanes: bailarines profesionales especializados en este tipo de eventos, lo que en sí ya conforma un oficio.
Sin importar la clase social a la que pertenezca la festejada, la familia de ésta tiene la gran oportunidad de mostrar su nivel económico y poder de convocatoria, los cuales se exhiben en el festejo y calidad de la fiesta. Por otro lado, la celebración reafirma lazos afectivos y sociales a través de los “padrinos” que cooperan con algunos gastos (además del padrino oficial de misa, existen padrinos que proporcionan recursos específicos como bebida, música, vestido, zapatos, etcétera); entre menos padrinos, mayor el poder adquisitivo de la familia y menor crítica por parte de los invitados. El lugar del festejo también refleja la situación socioeconómica de la familia: un salón de banquetes (cuyo precio varía enormemente), la casa de la quinceañera o de un pariente rico, la vecindad o la calle (cuya circulación es obstruida durante la celebración).
La quinceañera es ataviada con un vestido inspirado en los bailes europeos y, algunos, son reminiscencias del vestuario de las princesas de las películas de Walt Disney, de artistas del pop como Madona, de diosas griegas o damas de la corte de Luis XV; el común denominador es, siempre, la fastuosidad y resaltar la “cándida sexualidad” que se supone debe tener la quinceañera. Las damas de honor portan vestidos similares pero menos llamativos, mientras que los chambelanes visten Frac o traje formal.
Otros elementos indispensables para esta celebración son: la limusina, el carro lujoso o la calabaza que transporta a la festejada de la iglesia a la fiesta, la fotografía de estudio, los recuerdos (monigotes, velas, ceniceros, vasos y cualquier objeto que aluda a los XV años), los centros de mesa, la cena, el pastel y el brindis.
La celebración de los XV años ha sido duramente criticada por algunos grupos feministas y defensores de los derechos de la mujer, quienes argumentan que este festejo reafirma el concepto de mujer-objeto sexual, ya que gran parte de su simbología promueve la virginidad, la obediencia y la sumisión ofrecidos al mejor postor. Sin embargo los códigos sociales y de convivencia han cambiado tanto que, hoy en día, la fiesta de XV años, aunque mantiene su carácter ritual, ha perdido sentido, pues es un pretexto para desplegar el bienestar económico, permitir el lucimiento de la festejada y pretextar una fiesta de grandes dimensiones; sin la expectativa de atraer a un buen partido.
Con o sin crítica, la celebración de XV años, aunque cada vez menos común dentro de las clases medias que prefieren un viaje o fiesta informal sólo con los amigos, sigue siendo un evento de gran importancia en las clases media bajas y bajas de México y otros países del centro y sur del continente americano. La carga de símbolos sociales y emocionales no se ha diluido con el paso del tiempo, pero ha cambiado radicalmente, ya no se trata de presentar a una mujer casadera en sociedad, sino de desplegar un aparato social y económico festivo que ubique a la familia dentro un rango social menos golpeado por las inclemencias de los tiempos modernos.
En otras sociedades como la estadounidense, muy cercana cultural y geográficamente a la mexicana, no existe la celebración de XV años, pero sí los bailes de fin de ciclo escolar o los viajes a territorio mexicano por los llamados sprinbreakers, que representan un rito de iniciación diferente y de algún modo inconsciente que sin embargo cumple las funciones de un cambio de personalidad, responsabilidades y ciclo de vida.
La celebración de XV años en nuestro país es una de las celebraciones más esperadas para reír a costa de los anfitriones, el desarrollo de las coreografías, la belleza o fealdad de la festejada y, en general, el banquete y el desenvolvimiento de la pachanga. El rito sigue vigente, pero las expectativas del mismo han perdido sentido. Los XV años no involucran un cambio en la personalidad de la festejada, tampoco se consigue un buen partido para contraer matrimonio, ni se cubren las expectativas de presentación a la sociedad y, en la mayoría de los casos, ni siquiera de pureza y virginidad de la quinceañera.
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*Texto publicado originalmente en la revista impresa no. 53, año 2007.