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La jugada maestra: irregular partida de ajedrez

“Soy un individuo detestable. Mis ideales son el ajedrez y el dinero. Quiero ser riquísimo. Todos quieren serlo pero ninguno lo dice. ¿Es pecado?”. Lo anterior lo sentenció en una ocasión el ex campeón mundial de ajedrez Bobby Fischer, quien de cuando en cuando acostumbraba soltar despreocupadas declaraciones para beneplácito de la prensa amarillista.

La jugada maestra

La guerra fría estaba en su apogeo y la creciente rivalidad de dos sistemas políticos no tardó en llegar al mundo del ajedrez: el campeón mundial, el ruso Boris Spassky debió enfrentar al joven Fischer, figura en ascenso de los estadounidenses, en un encuentro abiertamente patrocinado por las potencias mundiales del momento.

La jugada maestra (Pawn sacrifice, 2014) es el título con el que se comercializa en español el undécimo largometraje para cine de Edward Zwick, un viejo conocido de la taquilla estadounidense por sus grandilocuentes pero poco memorables melodramas épicos como Leyendas de pasión (Legends of the fall, 1994) o Diamante de sangre (Blood diamond, 2006). Regresando al título que nos ocupa, es importante mencionar no solo lo limitado de su distribución sino el considerable retraso con el que se estrenó en salas, ya que se encuentra disponible en formato digital desde hace varios meses.

La película se construye a partir del enfrentamiento que a la postre daría el título de campeón mundial a Bobby Fischer. La acelerada presentación de la infancia del protagonista, incluye una madre dominante y un entorno de persecución (por momentos real, por momentos imaginaria), hasta que el joven Bobby conoce el ajedrez y se obsesiona con el juego. Su meteórico ascenso (fue campeón estadounidense a los catorce años), lo llevó a Islandia, donde en 1972 se llevó a cabo el llamado “match del siglo”, el cual ocupa una buena parte del metraje y ofrece los momentos mejor logrados del filme.

La elaborada narración del enfrentamiento (los desplantes de Fischer y la tensión política del momento, enmarcados en un buen diseño de producción), no encaja con su narrativa fragmentada, así como con la utilización de recursos visuales y auditivos que pretenden resaltar el desequilibrio interior del malogrado ajedrecista estadounidense, quien para esos momentos ya daba muestras innegables de un marcado deterioro mental.

La cinta no se enfoca en contar a detalle la vida personal de su protagonista. Sus escasas interacciones con otras personas son una parte mínima de la obra, varias subtramas que podrían haberse explorado, como los lazos con sus mentores y aquellos que aún conservaba de su entorno familiar, son dejados de lado para concentrarse en el encuentro ajedrecístico como fenómeno mediático.

El título original (cuya traducción literal sería “el sacrificio del peón”) hace referencia a una estrategia utilizada en el ajedrez para desbalancear la estructura de juego del adversario mediante la entrega de un peón, lo que permite ganar tiempo o liberar espacios para la movilidad de las piezas mayores. En cierta forma, tanto Spassky, quien era vigilado constantemente por los servicios de inteligencia soviéticos, como el propio Fischer, eran simples peones en el tenebroso juego de la política mundial. No tardaron en darse cuenta de ello. Años después Spassky se nacionalizó francés y Fischer obtuvo un pasaporte islandés para evitar su deportación a los Estados Unidos.

Al margen de su escaso parecido físico, el ex hombre araña Tobey Maguire no parece haber sido la mejor elección para representar con credibilidad el carácter hosco y antisocial del jugador estadounidense, algo que pesa mucho para la credibilidad de la cinta. El principal mérito de La jugada maestra es que puede avivar la curiosidad del espectador más inquisitivo. Pero desafortunadamente su narrativa dispersa y descriptiva ahoga los pocos momentos verdaderamente emocionantes del filme, haciendo que sus casi dos horas de duración nos hagan sentir por momentos como desapasionados espectadores de una anodina partida de ajedrez.

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