SEGUNDA PARTE
Por Jorge Leonardo
Se solicitaban voyeristas capaces de mantener sus manos fuera de sus pantalones mientras observan la escena y todo lo que implica la realización de una película para adultos.
Los requisitos eran simples, se debían pagar quinientos pesos y acudir aseado. Las mujeres no debían pagar ese precio, de nuevo mi pene causaba conflicto con la convocatoria. Mi cerebro empezó a formular un plan: asistiría a la grabación, luego le preguntaría al director sobre Julieta. Él grabó con ella, seguramente sabía alguna referencia, tendría que ser un buen soborno, claro, pero con suerte podría conseguir su número o alguna forma de contactarla. Solo pedía una oportunidad para conocerla.
Reservé y al día siguiente tuve una contestación. Grabarían en un motel de la ciudad de México. Compré un boleto. La empresa ya me estaba costando bastante de mi sueldo, así que tuve que ajustar varios gastos. Pero no podía rendirme estando a unos pasos, no sería como esos apostadores miedosos que se retiran antes de ganar el premio gordo.
No dormí durante el camino, estaba pensando, formulando planes, ¿cómo les ofrecería dinero por información sin que esto fuera insultante? No se trataba de una multa de tránsito, ni de un policía corrupto, era un productor, alguien que guarda sus secretos más leves mejor que un espía de la KGB.
Al llegar al motel, llamé por teléfono como se me había indicado en el correo electrónico. Me atendió una chica con voz suave, dijo que bajaría por mí, que esperara afuera. Al poco tiempo una chica de corta estatura, pantalón de mezclilla y camisa blanca, me llamó. Advertí que usaba lentes y estaba malhumorada, pero de forma sutil, con un rostro amenazante pero relajado.
-¿Vienes al casting o a ver? –dijo.
-La segunda –respondí.
Me vio de arriba a abajo, luego volvió a hablar:
-Dame tu credencial.
Obedecí. Saqué de mi cartera -ya sin dinero porque lo había distribuido en partes estratégicas de mi cuerpo como cualquier otro provinciano crecido con la visión de Ciudad de México setentera- una vieja credencial manchada por tinta y tela. Ella no se fijó si era legítima o no, ni siquiera si yo era el que aparecía en la imagen, solo caminó por un pasillo. Sentí escalofríos, no de esos que anticipan una desgracia, sino de lo que angustian, de los que te hacen tenerle miedo al miedo: ¿y si todo fue en vano? ¿Y si la chica de mis sueños solo es eso, una fantasía condenada a permanecer en los sueños?
Abrió la puerta.
Dentro de una habitación relativamente grande había a la vista cinco personas: un camarógrafo, un encargado de sonido, el director, una chica desnuda a la cual le estaban tomando fotos, y un chico acomodando la iluminación en un panel de luz.
-¿Que hay, mi estimado? –dijo el director de la película.
-Ho… hola. –Solté una leve risa.
-¿Y esa risa de nervios?
Sus palabras fueron como un flashback que me regresaron a la imagen de Julieta.
-No, es solo que… -no dije nada más, tenía la esperanza de no necesitar explicaciones.
-Tranqui, aquí todo será rápido y relajado. Mira, ahorita que salga el actor vamos a grabar, no nos deberá tardar más de un par de horas. Cuando terminemos podrás tomarte las fotos con la chica, o el chico de la película, y recibir autógrafos… Cindy –le dijo a la chica de lentes-, no seas malita, preséntale a todos los demás.
Cindy asintió. Me tomó levemente del brazo y me condujo unos metros. Hacia el fondo, donde el camarógrafo tomaba las fotos de la modelo.
-Hey, pausa, Ferchi me pidió que les presentara al invitado de hoy, que por cierto ya pagó, ¿verdad?
Afirmé con la cabeza. Tragué saliva. La modelo usaba un short deportivo y unos tacones altos, su torso estaba descubierto, mostrando unos grandes pechos que culminaban en un par de pezones morenos por encima de cicatrices que revelaban el procedimiento quirúrgico. Gajes de su oficio.
-Ella es Esthela, seguramente la has visto antes, ahorita es nuestro top en rating, va a grabar con el Mudito… ahorita está en el baño.
Esthela me dio la mano y saludó como si estar desnuda no representara una barrera.
-El de la cámara es Sergio, el del sonido Juanjo, y el de las lámparas, Roy. Están, como ya viste, en sesión de fotos, no los interrumpimos más.
Después de hablar, Cindy se fue sin decirme a dónde, y yo quedé frente a ellos, muy tenso, mientras sonreían seguramente esperando a que me machara.
-Oye, no nos dijeron cómo te llamas –dijo Roy, era el más bajo de los tres.
-Soy Lucas. –Inventé un nombre, ellos también lo hacen, seguramente Esthela se llama algo así como Lucía o Yaretxi, no lo sé, pero yo tampoco pensaba decir mi nombre, y menos con la naturaleza de mi investigación que estaba en una línea muy delgada entre la legítima curiosidad y el acoso, muchas personas no lo entenderían y no estaba dispuesto a arriesgarme si no era por algún avance significativo.
Se rieron de mí. Juanjo, el más gordo y con cara licantrópica, soltó carcajadas que humedecieron sus ojos.
-¿Lucas? No mames, es un gran nombre. ¿Seguro no te dedicas a esto? Lucas el Caballo Loco, ¿qué tal? –dijo todavía riéndose Sergio.
Sonreí, no sería tan petulante para corregirlo y decirle “pendejo, ya existe ese personaje”, él ya lo sabía, seguramente, solo era falto de creatividad, quizá también era el guionista de las películas. No me sorprendería.
Esthela rio mostrando unos dientes amarillentos, quizá rastro de nicotina, puede ser por cafeína.
-Oye, don Lucas, haznos un favor, el Mudo todavía no ha salido del baño, a lo mejor tiene pedos de… ya sabes… concentración.
-Pensé que eso no pasaba con los actores… -interrumpí a Sergio.
-Pues pensaste mal, a las mejores enchiladoras se le queman los tomates, mano, pero haznos un favor, llévale esta pastillita –me alcanzó una lámina de plástico recubierta por aluminio y, en el centro, una burbuja con una pastilla azul. Miré al reverso de la lámina y leí “Sildenafil”-, el baño está por allá –señaló hacia el fondo.
No parecía una habitación de hotel, sino un departamento. Han progresado mucho desde el video de Julieta. He visto videos actuales de esa productora, no me puedo considerar un fanático, pero ocasionalmente, cuando el ocio me vence, termino por buscar sus videos, desde luego en alguna página gratuita.
Pasaron de cámaras de 700 megapixeles a cámaras 8k, prácticamente pasaron de ver desnudos como en un sueño nublado a ver a través de una ventana. No importaba tanto, para ser sincero, me parece Julieta aumentaba mucho el valor de la obra, así fuera grabada por un celular viejo.
Caminé hacia donde estaba el baño. Toque a la puerta y nadie respondió. Volví a tocar pero ahora más fuerte. Como no hubo respuesta, estaba a punto de volver a tocar, pero ahí fue cuando se abrió. Un hombre de casi dos metros, con pectorales y abdomen macizo como yo nunca había visto, de barba abundante y capaz de hacer temblar la heterosexualidad a cualquier macho, me incluyo, salió en toalla.
Sin decir nada, me hizo una seña como preguntando “¿qué pedo?”.
-Eh… allá me pidieron que te diera esto –estiré la mano con la pastilla.
El mudo vio la pastilla con cierto desprecio, luego a mí, luego a los del staff y a la actriz. Volvió a entrar al baño y me dejó con la mano estirada.
El director escuchó el azotón de la puerta.
-¡¿Qué hiciste?! –me gritó el director.
-Nada… le di la pastilla que me dijeron.
-¿Le ofreciste viagra al Mudo?
No dije nada. Sí, la pastilla era azul, pero en ningún lado decía viagra, esas cosas deberían tener anuncios incandescentes, bien podía ser un antidepresivo coloreado.
Cindy me miró reprobando mi simple presencia.
-Mudo, no te preocupes, fue una broma del… invitado. Ya sabes que tenemos que tolerarlos un poco, y, Mudo. Éntrale al jale, mi rey –el director le hablaba a la puerta-. Recuerda que si grabas esta escena te vas a ganar el bono por cien escenas.
Luego de decir esto, el Mudo salió, de nuevo en toalla, tenía los ojos cristalinos, asintió con la cabeza como diciendo “lo haré” y dejó caer la toalla. Todos aplaudieron cuando el majestuoso pene que casi le llegaba a la rodilla se iba irguiendo.
El mudo se dirigió a Esthela. El director se apresuró a darle órdenes a los del staff. El Mudo era imparable, pero tenía un paso muy lento. Esthela se recostó en la cama y abrió las piernas, era una forma de recibirlo. Cindy me hizo una seña de “silencio”. Fueron cinco maravillosos minutos. Cualquier voyerista se hubiese vuelto loco ante ese espectáculo. El Mudo terminó sobre el abdomen de Esthela, luego se levantó, no dijo nada, se volvió y tornó camino hacia el baño de nuevo. Cindy le alcanzó la toalla mientras el semental caminaba.
-Muy bien, todos, pausa para comer, nos vemos en media hora.
No entendí muy bien qué había pasado. Cinco minutos no estaba mal, pero imaginé que una estrella duraría más.
-¿Terminaron la grabación? –pregunté a Cindy.
-Shhhh. ¿No estás agusto con el insulto que le hiciste al Mudo? Es muy sensible con estos temas. Haremos una pausa y grabaremos otra escena luego de que el Mudo se recupere…
-Hey Cindy, vamos por unos tacos con Robe, ¿jalas? –interrumpió Sergio.
-Voy –respondió Cindy.
Me quedé ahí viendo cómo Esthela se ponía la bata y hablaba con el director. Luego ellos me vieron.
-Si quieres fotos con ella, ahorita es cuando –me dijo el director.
-Bueno, en realidad quería hablar con usted.
Esthela se ausentó de la conversación y empezó a grabar reels con música para Instagram.
-Si no llenaste el formato correcto, no te podemos grabar… ¿Cuánto te mide?
-No es eso… bueno…
-Aquí trabajamos con momentos estéticos, las medidas son importantes.
-No… quiero hablar sobre una actriz… una actriz vieja.
-No hay excepciones, 19 centímetros o nada.
-No, es decir, no soy gerontofílico, me refiero a una grabación del 2007, una chica, se llama Julieta.
-Lo siento, niño, no doy información de las chicas con las que trabajo, laboro con la confianza.
-Es que no me expliqué bien, necesito saber quién es…
-Eso dicen muchos, pero no puedo hacerlo, además, aunque tuviera una moral tan rebajada, he trabajado con muchas chicas, ya ni me acuerdo de quién hablas.
Sabía que mentía, era cierto, ya han pasado casi quince años, seguramente ha grabado miles de escenas con distintas actrices… pero en el 2007 se creó la empresa, Julieta debió ser de las primeras mujeres que pasaron por el lente del director… no me creo ese juego moral del respeto, en realidad creo que él trataba de ocultar algo.
LEE AQUÍ EL PRIMER CAPÍTULO
La mujer de mis sueños: reverbaración de los gemidos
Imagen: Flickr/Thierry Llansades