Por Jorge Leonardo
A la mañana siguiente, tomé una hoja de papel y un lápiz. Empecé a elaborar preguntas que no sonaran tan personales, pero que me dieran suficiente información sobre su vida “¿tienes pareja?, lo digo porque suele ser difícil dedicándote a esto”, la explicación era indispensable.
Acudí al café 20 minutos antes. Era un lugar pequeño, pero con bastante afluencia, pedí una mesa en la terraza, luego un latte. Empecé a temblar de nuevo.
Se dio la hora y sentí como si algo dentro de mí se inquietara, como un motor dentro del estómago. Pasaron quince minutos. Nada. Ella seguía sin aparecer. Pasó media hora y empezaba a darme por vencido.
Una mujer se aproximó.
-¿Jorge?
-¿Dígame? –le dije a la chica, quizá era la ayudante de Julieta.
-Soy Julieta, he estado esperando en aquella mesa por media hora.
Escruté a la chica. No era Julieta. Pensé se trataba de una prueba, esta chica si bien era delgada, tenía ojos azules, piel muy blanca y una barbilla prominente.
-Eh…
No supe qué decir.
-Creí que tú te acercarías, no tenía forma de saber quién eras, lo supuse porque has estado solo viendo a la nada por bastante tiempo y pensé que o eras el de la entrevista o te matarías en cualquier momento.
La impostora jaló una silla para sentarse.
-Bueno, inicia. Supongo que quieres hablar de que soy la primera actriz porno que estudió una maestría en literatura –al decir esto el mesero la miró-, seguro te interesa la polémica… Fershi y yo no estamos peleados, solo ya no me ha dado papeles. Actualmente produzco mis propias escenas… pero anda, pregunta algo…
-Seré sincero… no soy periodista.
-¿Otro fan?, tengo un teaser y afuera me esperan amigos dispuestos a matarte si me tocas… -Empuñó una cajita negra que se asomaba de su bolso.
-No… no soy nada de eso… en realidad solo… solo… yo… pfff. No sé qué estoy haciendo.
Mis ojos se humedecieron. Apreté los párpados.
-Hey, vato, ¿estás bien?
No lo había notado hasta ese momento, la chica tenía acento norteño.
Mira, estoy buscando a alguien, se llamaba Julieta… pero no eres tú, es otra Julieta, el puto Mudo me dijo que sabía de quién hablaba, pero no hay manera de que seas tú, aparte eres muy joven, en el 2007 quizá tenías mi edad o menos.
-Ja, ja, ja –soltó carcajadas.
-¿Qué pasa?
-Pues, en primera, yo inicié en el 2017, no en el 2007, y otra, el pinshi Mudo no habla, está mudo…
-Ya sé, ya sé… ¿sabes? En verdad quería conocer a Julieta, o sea, a Julieta del 2007, no te ofendas… de cierta forma me alivia, sinceramente no sabría qué hacer si estuviera Julieta en frente.
-Pues a como lo veo… estás en una situación jodida.
-Lo sé, pero bueno, por lo menos te agradezco que no me juzgues.
-Mira, como veo que no habrá entrevista, aunque de todas formas te voy a cobrar, te daré un consejo: no conozcas a tus héroes… a tu heroína, no sirve de nada. Esa morra, si la llegas a conocer, no hagas nada, sería muy decepcionante. A veces nos aferramos a sueños idiotas que nos explotan en la cara. ¿Qué esperarías que hiciera?, ¿que cayera a tus pies y te la chupara?, no, shiquillo, ella quizá ya tiene hijos, o marido, o en una de esas ya se murió. Te estás aferrando a un sinsentido.
Quedé sin palabras. Como si se revelara ante mí un espejo gigante y viera cómo la encomiable hazaña que me proponía para conciliar mis deseos con mis recuerdos se volvía absurda.
La actriz se fue del café y yo me quedé ahí, con la cuenta y un vacío en el estómago. El camino de regreso a casa fue mucho más largo. ¿Qué esperaba? No tenía ni una pista para localizarla en un mar de 130 millones de personas, no tenía más que una imagen vieja e incompleta y un nombre falso.
***
Pasaron los días. Volví al trabajo. Me dediqué a ver películas. Hay algo que duele más que la muerte de un amor: un amor que no nació. Un amigo me sugirió que diera paseos, que conociera gente “la soledad te va a matar, Jorge”. Pero la soledad nunca ha matado a nadie, aunque no estoy muy seguro de que sea igual con la decepción.
Y cuento todo esto porque hoy decidí hacer caso, dar un puto paseo. Caminaba por el bosque. Cada pareja que veía me parecía una abyecta representación del absurdo. Vi, por un lado, a adolescentes abrazados, volví mi vista luego hacia un hombre adiestrando a un dálmata, del otro lado estaban con trajes deportivos un grupo de niños haciendo ejercicio.
-Okay, peques, vamos a calentar los tobillos, cuenten hasta seis con este movimiento… uno… dos…
Es una voz particular, bastante nasal, miré a la maestra. Tiene lentes y cabello largo.
-Ahora, peques, vamos a estirarnos.
Usa una blusa fosforescente, y al estirarse, su ombligo queda al descubierto. Hay abultamientos por grasa, pero, más importante que eso, hay un lunar, no es tan obscuro, más bien parece una marca de nacimiento, algo como un manchón.
Mi corazón late cada vez más rápido. Sin darme cuenta, exhalé profundamente.
Es ella. Estoy seguro. No. ¿Qué posibilidades hay de que ella viva aquí? Aunque, qué mejor lugar para ocultarse de su pasado que Morelia. ¿Tendría una actriz porno vocación para ser educadora? ¿Y qué tal si todos los niños son suyos, productos de su carrera cinematográfica? Qué pendejadas se me ocurren. ¿Por qué no sería ella? ¿No acaso se la pasan mamando que la entropía esto y la entropía aquello? Debe ser, solo cambió el antifaz por los lentes. Solo preguntando podría saberlo. ¿Cómo se supone que se aborda esto? ¿Debería llegar y pedirle un autógrafo? “Oye, tú eras Julieta, ¿verdad?”. ¿Y qué si no es ella? Es mucho más bajita que en los videos, y su cabello es lacio, su piel no es tan morena, pero ese lunar, ese puto lunar… Debo ir, cómo puede uno ver a su futuro de frente y no hacer nada…
Ilustración superior: Leonardo Beltrán
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Primera parte: reverberación de los gemidos