Icono del sitio Revés Online

La reforma de Low; la contrareforma de Osorio

Por Raúl Mejía

PRIMERA PARTE.

Cuando México hizo su preparación con rumbo al mundial de 1978 yo estaba iniciando mis poderosos veintidós años. Fue un proceso impecable. La raza cósmica y yo estábamos ilusionados de manera exultante respecto al futuro balompédico mexicano. En ese tiempo, de acuerdo a los decretos del Presidente en turno, ya estábamos listos para consolidar un desarrollo inconmensurable y seríamos ricos en cosa de dos o tres semanas, pero Túnez, Alemania y Polonia, en ese riguroso orden, hicieron ver que los detalles fácticos suelen ser más necios que los esotéricos. Volvimos con varias marcas insuperables a nivel de representativos nacionales en mundiales futboleros y, poco después, entramos en una crisis económica con lesiones dolorosas hasta este momento.

Desde entonces Alemania se convirtió en el referente de nuestras limitaciones y placeres más sombríos, por ejemplo, dar por descontado que, sin fallar, nos ganarán en cualquier cotejo aunque sea de canicas. Somos perfectamente capaces de ganarle a Italia, empatarle a Brasil, pasar por encima de Francia, jugarle sin complejos a Holanda (todo en mundiales de fucho)… pero con Alemania no podemos ni en sueños.

Y bueno, el mundial 2018 es el segundo que por azar me toca pasarlo fuera de México. Está primera parte de la crónica la escribo cuando faltan cinco horas para el silbatazo inicial. Ya una parvada de mexicanos pigmentada con otras nacionalidades armamos el guateque: Yuri, una moreliana avecindada en “la cuna del Renacimiento” desde hace un chorro de años, ofreció su casa para empezar el calentamiento y convocó una banda latina alrededor de “una carnita asada”, quesos, vinos, chelas… de ahí saldremos ilusionados y convenientemente entonados al estudio de Gil, otro moreliano con casi dos décadas en esta hermosa ciudad. El famoso fotógrafo ya acondicionó el espacio con pantalla gigante y los líquidos pertinentes. Dada la importancia del evento, los mexicanos seremos mayoría, pero seguro conviviremos con italianos, españoles, uruguayos y dos tres centroamericanos.

SEGUNDA PARTE

CUANDO DIOS ANDA DE BUENAS, LUTERO LE HACE LO QUE EL VIENTO A JUÁREZ (UNA VISIÓN LIBERAL DEL PARTIDO)

Nunca me ha satisfecho el sistema de Osorio y mi pesimismo era supremo hoy. Pensé “un tres cero me parece correcto” y con ese ánimo me senté en mi silla. Pedí un vaso lleno de ron y una cajetilla de cigarros al lado porque la idea era cambiarme de nombre (ponerme Pedo).

“Más sin embargo…” y como un hecho verificable, a los veinte minutos me llegó una sensación novedosa que no supe si atribuirla a que ya cotizaba en el rango de la borrachera: estaba seguro que Alemania no nos iba a hacer un gol bajo ningún esquema cognoscible. Los puti-rombos de Osorio estaban funcionando de manera perfecta. Como una máquina alemana, para ponerlo claro.

México jugó bajo los parámetros usados por Islandia con Argentina: una marca perrísima desde la media cancha, una muralla disciplinada luego de esa área y nada de distraerse. Ni una décima de segundo. Esos alemanes son unos perros y era necesario no salir envalentonados. Nada de “chingue su madre, vámonos al ataque”. No, no. Todo con una pauta y el contragolpe de rigor que el microscópico, infeccioso y letal Lozano (a pase el Chícharo) convirtió en un gol con recorte incluido.

Es la primera vez en mi vida que llego al minuto ochenta, ochenta y cinco, noventa, noventa y uno… sin la zozobra de que nos meterían un gol. Estaba seguro de eso: Alemania no anotaría jamás. Los hijos de Osorio transmitían esa seguridad desconocida en territorio nacional desde el inicio de los tiempos.

Era el partido más cabrón. Era una derrota anunciada. Era la constatación de nuestros traumas… pero no. México ganó y, desde mi punto de vista, Alemania jugó mejor… pero México ganó. Así se le debe jugar a las potencias. Con precaución. Nada de envalentonarse, sino como hizo Islandia con Messi, como lo hizo Suiza con Brasil. Los dioses del olimpo deben dejarse de displicencias. Parece que esto ya cambió.

Me gustará escuchar a ese sujeto que no ha sabido envejecer (Joserra) y a toda la banda de detractores (yo incluido). México jugó poca madre pero, sobre todo -al menos a mí- me dio algo novedoso: seguridad.

Un día feliz… me cae.

*Foto: Flickr / Enicok

Salir de la versión móvil