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Lady Bird: una mirada a la adolescencia post 9/11

Únicamente cinco mujeres han sido nominadas al premio a mejor dirección en noventa años de Oscar (sólo una de ellas ganó: Kathryn Bigelow en 2010). La estadística es demoledora y pone en relieve las distintas manifestaciones que demandan igualdad de oportunidades y el cese del hostigamiento sexual al interior de la industria cinematográfica estadounidense. Tomando en cuenta lo anterior, la nominación de Greta Gerwig resultó doblemente significativa, no solamente por el reconocimiento a su largometraje debut, sino también por el momento en que llega.

Lady Bird (2017) es el nombre con el que insiste ser conocida Christine, una joven que cursa el último año de la preparatoria en un colegio católico de la ciudad de Sacramento, California. La tensa relación con su madre y la incesante búsqueda de una vida más glamorosa, acompañan a la adolescente en sus primeras (y fallidas) relaciones amorosas, al tiempo que acentúan su deseo de emigrar a la anhelada ciudad de Nueva York.

Hay mucho de autobiográfico en el guion escrito por la propia Gerwig. La actriz, guionista y directora creció en la capital californiana y pasó sus años de adolescencia en un colegio católico femenino antes de mudarse a Nueva York para estudiar en el Barnard College. Los paralelismos continúan si comparamos las ocupaciones de los padres de la autora con los de su protagonista, así como el periodo en que se desarrolla la historia: apenas un par de años después de los atentados a las Torres Gemelas, justo cuando Gerwig estaba por iniciar sus estudios universitarios.

A pesar de lo anterior, la joven cineasta insiste en que no es un trabajo propiamente autobiográfico, sino que tomó algunas experiencias de sus años escolares para incorporarlas a una historia que ya tenía, por decirlo de alguna manera, una vida propia. Pero a fin de cuentas, eso es lo importante para el filme, ya que la naturalidad con que se cuentan las anécdotas le da un agradable tono de veracidad tragicómica. Es posible imaginar esta serie de viñetas juveniles empalmadas en una historia más grande y cotidiana, pero no por ello menos profunda.

No hay mucha originalidad en los temas que toca la película: el despertar sexual, el accidentado camino hacia la madurez y la compleja relación entre padres e hijos. En este caso, el choque de dos personalidades tan fuertes moldea involuntariamente el entorno hogareño, al grado que aspectos tan importantes como la pérdida del empleo de uno de los padres o la inexplorada conformación de la estructura familiar, pasan irremediablemente a segundo plano. No obstante, la sensación de honestidad que permea la narrativa de la cinta, el humor agudo de Gerwig, además del gran desempeño de la dupla Ronan-Metcalf, la vuelven sumamente atractiva.

Hay también algo de nostalgia Lady Bird, no solo por la juventud que se ve cada vez más lejana, sino por lo que representó esa época en términos políticos y sociales, que van desde la condenable invasión a Irak hasta el tortuoso procedimiento para tomar un vuelo comercial. No es un debut perfecto, pero promete. Tiene voz propia y es rentable. Greta Gerwig representa una bocanada de aire fresco en una industria que arriesga poco y es además inequitativa, pero las posibilidades de cambio siempre están ahí y hay que aferrarse a ellas.

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