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Libros: esos polémicos objetos

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Es curioso que a pesar de los bajos índices de lectura en varios países del mundo, en la historia se han dado polémicas y discusiones intensas. En México se lee un promedio de 2.8 libros al año, en Chile 5.4, en Colombia 5 y en España casi el 40% de la población no lee.

Las conversaciones más recientes ocurrieron en México y Argentina a finales del año pasado. La primera por la quema de libros que realizó un colectivo feminista afuera de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. La segunda porque el embajador de México en aquel país robó un ejemplar de una librería.

La incineración de un libro en el marco de la feria más importante de lengua española despertó acalorados comentarios. Hubo quienes defendieron el acto como parte de las protestas feministas que están cimbrando al mundo ante las aterradoras cifras de feminicidios, la violencia, el abuso y el acoso contra ellas. La consigna es que ningún objeto o monumento -tenga así tanto valor simbólico como los libros- puede estar por encima de una vida humana. No obstante, otros como el escritor y periodista Diego Petersen comentó:

“Lo que no podemos permitir en aras de ninguna causa es la quema de libros… Tan malo es que los grupos conservadores ejerzan presión por motivos ideológicos, como que se quiera erradicar simbólicamente una forma de pensar a través de la quema de una de las expresiones más sólidas, que es el libro.”

Y es que si los nazis condenaron al ostracismo y destruyeron obras de Marx, Freud, Thomas Mann, Alfred Döblin, Stefan Zweig, Max Brod, entre otros, por considerarlas “peligrosas”; en Guadalajara se les prendió fuego a libros de conversión homosexual, cuyos autores consideran la homosexualidad como una enfermedad que se puede curar y los cuales forman parte de un elaborado sistema charlatán que oferta cursos y talleres de disuasión de orientación sexual, que valga decir, se encuentran bajo el ojo de la legislación mexicana para su regulación.

Sobre el caso del hurto en octubre de 2019, el embajador de México en Argentina Óscar Ricardo Valero Recio fue descubierto llevándose sin pagar un ejemplar de Giacomo Casanova, del historiador Guy Chaussinand-Nogaret. El hecho ocurrió en la mítica libería El Ateneo, poniendo fin a su larga carrera diplomática. El robo de esta obra que no supera los doscientos pesos mexicanos puso en entredicho al presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno, puesto que el estandarte de su política es la cero tolerancia la corrupción.

El acto fue celebrado por muchos, entre ellos el destacado historiador y académico mexicano Pedro Salmerón, quien dijo:

Y repudiado por otros, como el expresidente de México, Felipe Calderón, quien aseguró:

Lo anterior pone a los libros ante la mirada del mundo: ¿robar es un acto heróico o uno detestable? Este acontecimiento nos hace recordar otros más célebres, como el del librero norteamericano Charles Romm, que lideró una banda de ladrones de libros en los años 30. También el de William Jacques, que robó en los noventa el equivalente a un millón de libras esterlinas en libros, o el de Stephen Blumberg, ladrón de alrededor de 23 mil libros.

La visión romántica del libro (como objeto de placer, de conocimiento y de superación) así como sus vicisitudes (las prohibiciones, el ataque, persecución a autores, editores y libreros) lo ha colocado a través de la historia en no pocas controversias desde ambas trincheras.

Sin embargo, más allá de los actos trasgresores o superfluos (la quema, el hurto), el libro mantiene un discurso profundo al que debemos prestar atención. No debemos olvidar que apenas al abrirlo nos encontramos con palabras, historias e ideas, aquellas que fueron pronunciadas por primera vez oralmente. Y después han sido materializadas en arcilla, papiros, pergaminos, papel y digital; y que han preservado nuestra memoria y nos han transformado -y lo seguirán haciendo- como humanidad.

Foto: Twitter/@renovarmx

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