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Los Bañistas: fraternidad ante la crisis

Con el modesto objetivo de durar más de una semana en la cartelera, se presentó en apenas catorce salas Los bañistas (2014), ópera prima del director mexicano de origen uruguayo Max Zunino.

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La película tuvo su debut hace ya dos largos años en el Festival de Cine de Guadalajara, certamen en donde recibió el reconocimiento como mejor largometraje de ficción (uno de los premios paralelos que se otorgan en el FICG), el cual sirvió como punta de lanza para iniciar su recorrido por el circuito festivalero antes de su estreno comercial.

La película retrata un país sumido en el caos económico provocado por una serie de reformas impulsadas por el gobierno federal. Las demandas de grupos de trabajadores y estudiantes ante la falta de empleos y servicios educativos se reflejan en una serie de manifestaciones en las calles del centro de la capital mexicana.

Un campamento de estudiantes se ubica frente al edificio de departamentos donde habitan Flavia, una joven que finge estudiar pero que en realidad quiere mantenerse alejada del divorcio que enfrentan sus padres, y Martín, un viudo de rígidas costumbres que recién perdió su empleo. A pesar de sus diferencias, al verse ante una situación tan adversa, ambos deberán enfrentar la posibilidad de ayudarse mutuamente para sobrevivir a las dificultades que les rodean.

El guion fue escrito por el propio director y su protagonista Sofía Espinosa, a quien recientemente vimos en Gloria (2014), el desabrido melodrama dizque biográfico inspirado en la cantante Gloria Trevi, que a la postre terminó engrosando la lista de enormes fracasos comerciales del cine mexicano (algo de lo que no tiene culpa alguna la actriz, quien cumplió en su papel).

Uno pensaría que el relato se inspiró en las ineficaces reformas económicas del gobernante en turno, pero la realidad es que Zunino y Espinosa tomaron como base las manifestaciones del “movimiento de los indignados” en Madrid, el cual ocupó las principales notas de los diarios españoles a mediados del 2011. Ambos habían trabajado juntos en una serie de televisión, pero decidieron seguir colaborando en un proyecto propio, hasta llegar a la cinta que nos ocupa.

En contra de lo que podría esperarse, la cinta evita el dramatismo exacerbado para ubicarse en un tono de humorismo discreto. Quizás por ello la cinta falla en los momentos en que pudiera ofrecer mayores dosis de tensión (salvo una escena, en donde Martín enfurecido empuja a Flavia contra la pared). También pudiéramos reprocharle la desconcertante inclusión de apariciones fantasmales de la esposa fallecida y además debemos mencionar algunos ligeros desajustes en el audio en un par de escenas (¿o sería la sala?), aunque en conjunto, dichos elementos no afectan de gran manera la percepción general del trabajo.

Zunino tiene el acierto de encontrar una duración adecuada para el filme, poco más de una hora y veinte minutos, resultan suficientes para contar la historia. La estructura narrativa es convencional pero efectiva y ágil. A esto hay que sumar el buen trabajo del reparto conformado por el experimentado Juan Carlos Colombo y la joven Sofía Espinosa, quien por momentos hace completamente suya una película que no intenta castigar a sus protagonistas, sino buscarles una salida digna a sus problemas cotidianos.

En ese sentido, la cinta apela a las cosas que nos unen en tiempos de crisis, una de ellas es por supuesto, la satisfacción de las necesidades básicas: la comida, un lugar donde dormir y asearse. Los bañistas no se preocupa por ofrecer una solución a los grandes problemas que aquejan a la sociedad que habitan sus personajes. En cambio, les brinda un atisbo de esperanza: no podrán cambiar al mundo, pero algo cambiará dentro de ellos, haciéndolos más receptivos a su entorno y fortaleciendo su noción de fraternidad.

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