Aunque limitado al circuito de arte, la distribuidora 20th Century Fox cumplió con el estreno de Isla de perros (Isle of Dogs, 2018), noveno largometraje que firma el director, guionista y productor Wes Anderson. La coproducción germano-americana abrió la 68 edición del Festival de Cine de Berlín, en donde el cineasta oriundo de Texas obtuvo el reconocimiento como mejor director. Ésta es la segunda incursión de Anderson en el cine de animación, ya que hace unos años había adaptado el clásico de Roald Dahl, El Fantástico Sr. Zorro (Fantastic Mr. Fox, 2009). Su más reciente trabajo se ha anotado un pequeño éxito tras haber recaudado más de 47 millones de dólares a nivel mundial desde su estreno en Estados Unidos a finales de marzo.
Anderson recurrió nuevamente a la técnica de animación cuadro por cuadro para dar vida a los personajes de Isla de perros, la cual se sitúa, como anuncia un texto al inicio del filme, “20 años en el futuro” en una gran urbe japonesa cuya clase gobernante detesta a los perros, acusándolos de ser la causa de múltiples enfermedades y de reproducirse sin control. La solución inicial consiste en confinar a todas las mascotas caninas en una enorme isla repleta de basura. Pero el joven sobrino del alcalde, inconforme con la medida, decide internarse en el peligroso lugar para recuperar a su fiel y querido animal.
Los protagonistas son cinco machos alfa (todos ellos con nombres que denotan autoridad), abandonados a su suerte, enfermos y dispuestos a pelear por el contenido de una bolsa de desperdicios. No obstante, sus actitudes contrastan la fidelidad canina con la ingratitud humana. Y es que desde el título, un juego de palabras que en inglés podría sonar como “I love dogs”, se plantea la estrecha relación que puede establecer una persona con su mascota.
La atención a los pequeños detalles tan característica del cine de Anderson se nota en las tomas desde la perspectiva de los perros, las cuales no incluyen colores como el verde o el rojo (se considera que los canes son parcialmente daltónicos). También debemos resaltar la viveza de las texturas y la meticulosa elaboración de los espacios de este Japón imaginario.
Es justamente la visión del cineasta sobre el país oriental lo que desató una ola de críticas que van desde la simplificación de la cultura japonesa a la figura del americano que ayuda a poner las cosas en su lugar (en este caso, una chica estudiante de intercambio). Sin embargo, los ataques se centran en la peculiar división de los diálogos: los perros, protagonistas del filme, hablan completamente en inglés, mientras que solo se incluye una traducción parcial de los parlamentos en japonés. Aunque si lo vemos como un espectador neutral, dicha decisión le da un toque particularmente interesante a la película: aunque se infiere lo que dicen los personajes, no podemos entenderlo del todo. En ese sentido, se agradece que las copias que se distribuyen en México no hayan sido dobladas.
Isla de Perros es tan espectacular desde el punto de vista visual que por momentos parece que la forma supera al contenido. De hecho, la complejidad de la historia es solo aparente y hay una serie de situaciones que son resueltas de una manera claramente arbitraria. Pero el peculiar humor del cineasta aunado al encanto de sus personajes, nos permiten entrar en su mundo sin oponer demasiada resistencia. De fondo simple, pero en conjunto entrañable y deslumbrante, así es lo nuevo del fantástico señor Wes Anderson.
LOS MACHOS ALFA Y UNA VIDA DE PERROS
Armando Casimiro Guzmán
Aunque limitado al circuito de arte, la distribuidora 20th Century Fox cumplió con el estreno de Isla de perros (Isle of Dogs, 2018), noveno largometraje que firma el director, guionista y productor Wes Anderson. La coproducción germano-americana abrió la 68 edición del Festival de Cine de Berlín, en donde el cineasta oriundo de Texas obtuvo el reconocimiento como mejor director. Ésta es la segunda incursión de Anderson en el cine de animación, ya que hace unos años había adaptado el clásico de Roald Dahl, El Fantástico Sr. Zorro (Fantastic Mr. Fox, 2009). Su más reciente trabajo se ha anotado un pequeño éxito tras haber recaudado más de 47 millones de dólares a nivel mundial desde su estreno en Estados Unidos a finales de marzo.
Anderson recurrió nuevamente a la técnica de animación cuadro por cuadro para dar vida a los personajes de Isla de perros, la cual se sitúa, como anuncia un texto al inicio del filme, “20 años en el futuro” en una gran urbe japonesa cuya clase gobernante detesta a los perros, acusándolos de ser la causa de múltiples enfermedades y de reproducirse sin control. La solución inicial consiste en confinar a todas las mascotas caninas en una enorme isla repleta de basura. Pero el joven sobrino del alcalde, inconforme con la medida, decide internarse en el peligroso lugar para recuperar a su fiel y querido animal.
Los protagonistas son cinco machos alfa (todos ellos con nombres que denotan autoridad), abandonados a su suerte, enfermos y dispuestos a pelear por el contenido de una bolsa de desperdicios. No obstante, sus actitudes contrastan la fidelidad canina con la ingratitud humana. Y es que desde el título, un juego de palabras que en inglés podría sonar como “I love dogs”, se plantea la estrecha relación que puede establecer una persona con su mascota.
La atención a los pequeños detalles tan característica del cine de Anderson se nota en las tomas desde la perspectiva de los perros, las cuales no incluyen colores como el verde o el rojo (se considera que los canes son parcialmente daltónicos). También debemos resaltar la viveza de las texturas y la meticulosa elaboración de los espacios de este Japón imaginario.
Es justamente la visión del cineasta sobre el país oriental lo que desató una ola de críticas que van desde la simplificación de la cultura japonesa a la figura del americano que ayuda a poner las cosas en su lugar (en este caso, una chica estudiante de intercambio). Sin embargo, los ataques se centran en la peculiar división de los diálogos: los perros, protagonistas del filme, hablan completamente en inglés, mientras que solo se incluye una traducción parcial de los parlamentos en japonés. Aunque si lo vemos como un espectador neutral, dicha decisión le da un toque particularmente interesante a la película: aunque se infiere lo que dicen los personajes, no podemos entenderlo del todo. En ese sentido, se agradece que las copias que se distribuyen en México no hayan sido dobladas.
Isla de Perros es tan espectacular desde el punto de vista visual que por momentos parece que la forma supera al contenido. De hecho, la complejidad de la historia es solo aparente y hay una serie de situaciones que son resueltas de una manera claramente arbitraria. Pero el peculiar humor del cineasta aunado al encanto de sus personajes, nos permiten entrar en su mundo sin oponer demasiada resistencia. De fondo simple, pero en conjunto entrañable y deslumbrante, así es lo nuevo del fantástico señor Wes Anderson.