Icono del sitio Revés Online

Los mejores XV años: la unión hace la fiesta

Proemio a manera de disculpa

Mucho ha pasado desde la última vez que escribí para Revés, pero de todo eso quiero destacar la lucha a dos de tres caídas entre El Santo y Alex El Chupón Pelayo, en la que nuestro Enmascarado de Plata se impuso sobre la arrogancia, petulancia y clasismo del director de la Cineteca Nacional. ¿Qué enseñanza saco de esto? Mis opiniones sobre el Festival de Cine y mucha de la gente que a él acude no han sido del todo erradas, así que quince años sin ir a una sola función y contando. Aclaro: yo sí hablo a título meramente personal, mis motivos tengo. En fin, si se me permite, prometo no ausentarme tanto de aquí.

Ahora pasemos a lo que hoy nos ocupa

Si algo quedó patente tras los sismos de septiembre es la capacidad de la sociedad mexicana para solidarizarse y pasar de la simple empatía a la acción en apoyo de aquellos que lo necesitan, de “los hermanos en desgracia”, como suelen decir en las televisoras. El Himno Nacional atronando el cielo, puños alzados, el orgullo de una vez más, como en 1985, volcarse en masa en busca de cualquier esperanza de vida por mínima que sea. Pero también la celebración es motivo de unión y cooperatividad entre vecinos.

En San Agustín del Maíz, en el municipio de Copándaro, a unos kilómetros de Morelia, hay una mujer que siempre quiso su fiesta de XV Años. De entre 40 y 50 años, con un padecimiento de sus facultades mentales que no me atrevo a definir porque no sé específicamente qué sea o a qué se deba, Beatriz siempre hablaba de cuando le hicieran su fiesta. Su padre, don Antíoco, murió hace muchos años, de hecho yo no lo recuerdo, y su madre, doña Beatriz, partió hace algún tiempo, dejando “sola” a su hija, quien desde siempre se ha dedicado a acarrear agua (San Agustín es de las muchas localidades donde el servicio es poco más que deficiente) o hacer mandados.

El caso es que como platicando, lo que hubiera parecido broma poco a poco tomó forma y seriedad y así, entre algunas señoras, surgió la idea de organizarle su festejo, y es que esta muchacha es de las personas más apreciadas del rancho. Así, cooperando unos con una cosa, otros con otra, aquel con dinero, este en especie, cada quien según sus posibilidades, en pocos días se organizó todo para hacer la fiesta de XV Años.

Habiendo llegado el domingo señalado, a la plaza de la localidad llegó la camioneta con el mobiliario: mesas y sillas para albergar a más o menos 200 personas, sin faltar la instalación de lonas. A la casa que funcionó como cuartel general fueron llegando los donativos: ya sopa de arroz, ya tortillas, ya carne guisada, ya mole con pollo, ya refrescos, etcétera.

Llegada la hora, Beatriz salió rumbo a la iglesia local luciendo un despampanante vestido azul con blanco. Ahí, flanqueada por sus chambelanes, todos ellos chavos de la localidad que se ofrecieron, la festejada recibió la bendición del cura para entonces sí, con banda y todo, bailar su vals y ser, al menos por una tarde, la reina de la localidad que se unió en torno a ella, ser la ahijada de todos.

Creo que ese ejemplo deberíamos tomarlo y replicarlo, porque no siempre es necesaria la participación del gobierno para hacer las cosas para mejorar nuestro entorno; basta que deje de valernos madre lo que le pase al vecino, lo que le ocurra a la persona que nos topamos en la acera, para decidirnos a hacer algo constructivo y productivo. San Agustín del Maíz es un ejemplo para todo el municipio de Copándaro y muchos otros del estado de que no basta ser localidad, también hay que ser una comunidad en toda la extensión de la palabra, pues a partir de ello es que se puede hablar de ser una sociedad, y aunque parezca cliché de político chafa, formar ciudadanía.

Vaya, no esperemos a que se nos caiga un edificio para ser empáticos y solidarios ni tenemos que hacer cosas descomunales, todos podemos hacer algo que, aunque parezca pequeño, puede provocarle una sonrisa a alguien, y entre más sonrisas haya el mundo será un mejor lugar para vivir, un sitio donde, por ejemplo, los pendejos no deciden qué sí es cultura y qué no; un lugar donde, de hecho, eso importa un cacahuate. Salud.

Salir de la versión móvil