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Lucille calló: B.B. King nos ha dejado

Para Fer, mi “hummingbird”

Chingao, hace varios días murió Ben E. King, a quien le debemos esa joya titulada Stand by me; ahora, hace algunas horas, dejó el mundo terrenal uno de los más grandes guitarristas de blues de todos los tiempos, El Rey del Blues, B.B. King.

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La noticia ya se veía venir, pues desde hace algún tiempo había sido hospitalizado, y es que a sus casi 90 años, hay cosas que se asumen como inevitables, pero de todos modos es de esas muertes que calan hondo, porque músicos así no deberían morir nunca, pero así es este mundo matraca. Chingao de veras.

Con B.B. King se muere una parte del blues, un sonido, una esencia característica de un estilo, estilo labrado a lo largo de muchos años de carrera, de muchos discos, muchos éxitos que ahora forman parte del acervo inevitable de quien se precie de gustarle el blues.

Si algo ha distinguido a B.B. King es su versatilidad, esto se debe a que no se encasilló en un blues clásico, sino que a partir del blues eléctrico diversificó su espectro sonoro hacia el rock, el rhythm and blues, el soul, incluso el funky y el rock pop. ¿No me cree usted?, escuche, por ejemplo, Get off my back woman y notará cómo el soul se posesiona de King; o consulte en Why I sing the blues para corroborar cómo el Chicago blues logró que el género volviera a ser bailable.

Pero no sólo fue un innovador del blues, B.B. King, siendo él mismo parte de la tradición, exploró sonidos más sureños, aún muy permeados de góspel, y una prueba de ello la tenemos en Nobody loves me but my mother. Con ese título no tenemos que ahondar mucho.

En muchas canciones se hace patente la maestría de B.B. King con la guitarra, pero hay algunas en las que, por su cadencia y sensualidad, Lucille es simplemente luminosa, tales como King’s special, To know you is to love you, I like to live the love o una de mis favoritas, Into the night, con un sonido ochentero que le da otro aire a la voz desgarrada de B.B. King.

A propósito de su voz, resulta bastante agradable que, teniendo ese color negro casi aguardentoso, no se encasilló en un estilo, como sí lo hizo Padreblues John Lee Hooker. Esto le ha dado a su tesitura una riqueza que en pocos blues men se presenta, por eso es que lo mismo hizo duetos con Eric Clapton que con U2, con Tracy Chapman que con Heavy D, con Jimmy Vaughan que con The Rolling Stones o con Robert Cray, este último uno de sus herederos en cuanto a estilo, aunque tiene un sonido propio.

Otro factor que distingue a este máster es que, aunque tenga el blues, tiene letras sencillamente hermosas, casi melosas, como Hummingbird, Guess who o Making love is good for you, que en contraste con Philadelphia, Midnight believer o The thrill is gone (el extinto Naranjito Blues, de Guadalajara, con el poeta Enrique Carlos al bajo, la tocaban de forma excepcional, aún conservo el disco que lo hace constar), hacen de las canciones de B.B. King un repertorio delicioso por donde se le aborde.

Es por eso que B.B., de Blues Boy, apodo ganado cuando era DJ en una estación de radio, fue, es y seguirá siendo el rey del blues, y aunque Lucille, su guitarra, termine colgada en alguna pared o en una vitrina, aunque ya no haya quién la toque, no dejará de ser una de las guitarras emblemáticas del blues, con nombre e historia propias, con un sonido inconfundible y un aura casi mística.

El hombre corpulento de la grande y entrañable sonrisa, el que parecía cantar cada nota de tan conectado que estaba con Lucille pues el instrumento era el vínculo entre su alma y nuestros oídos, el que lo mismo ponía a bailar a un teatro estadounidense repleto que a un auditorio europeo o a un estadio sudafricano, el mismo que igual se presentaba a lado de James Brown que con Van Morrison, uno de mis músicos más admirados y queridos, gracias al cual me aficioné al blues, ese de quien nunca tendré suficientes discos, The King of the Blues, no ha muerto, sólo colgó su guitarra para irse a tocar a otro plano, donde seguramente hará duetos con otros grandes como Stevie Ray Vaughan, Elmore James, Lowell Fulson, Muddy Waters o el casi padre fundador Robert Johnson.

Salud pues, que B.B. King no se ha ido, vive en su música, porque recuerden aquello “music is love and my love is music in perfect harmony”, por eso, de manera personal lo digo, “I like to live the love and I sing about it in my song”, no hay más. Salud y larga vida al blues.

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