Revés Online

Luis Buñuel, aquel peregrino

ALGÚN DÍA MI GATO COMERÁ SANDÍA

Por Omar Arriaga Garcés

Peregrinar, dice el diccionario, es andar por tierras extrañas o ir en romería a un santuario, por devoción o por voto. El peregrino resulta tanto un extranjero como un expatriado, un exiliado en tierra ignota, lo que puede interpretarse de los modos más disímiles.

La búsqueda de lo sagrado o lo desconocido plantea de cualquier forma poner en riesgo la propia identidad que, como una gota de agua, trémula e irresoluta, se revuelve sin que se sepa todavía en qué dirección habrá de correr.

Quizá entre los peregrinos que llegaron a México por la dictadura franquista haya sido Luis Buñuel el más singular y prestigioso, y eso que no fueron pocos los insignes personajes que en este país se refugiaron para encontrarse a sí mismos.

Buñuel como tantos otros, a diferencia de, por ejemplo, la filósofa María Zambrano (que se fue corriendo de Morelia a Puerto Rico antes de cumplir un año de estancia), sí que hizo huesos viejos aunque no haya sido, cronológicamente hablando, de los primeros en venir al estallar la Guerra Civil Española.

Su caso, semejante al del fundador del Museo Iconográfico del Quijote en 1987, ubicado en Guanajuato, Eulalio Ferrer Rodríguez, es (también como el de tantos otros) un arduo éxodo en pos de una tierra donde más que la supervivencia se reencontrasen el ritmo de la respiración y un pedazo al que poder llamar propio y sobre el cual habitar.

“Anduvo algún tiempo entre gentes extrañas, gentes de otra lengua y otra cultura. Y un día, en busca de la paz y la libertad que ya no había en su patria, llega a una tierra hospitalaria en la que se habla su propia lengua. Se da cuenta entonces de que está en la otra cara de su patria”, profiere sobre Ferrer el poeta José Hierro en referencia a Guanajuato con palabras que bien podrían dirigirse a Buñuel y a la Ciudad de México.

Tras una estadía de aproximadamente ocho años en Estados Unidos, de andar yendo y errando de un lado a otro sin consolidarse profesionalmente por su precaria condición de forastero, algunas veces incómodo, Buñuel es invitado a México (de rebote y a punto de renunciar a la cinematografía) por el productor ruso Oscar Dancingers para dirigir Gran Casino (1947).

Después de haber rodado en España dieciocho años antes el cortometraje El perro andaluz (1929) y el de La edad de oro (1930), así como el documental Las Hurdes, tierra sin pan (1933), su cuarto trabajo fílmico no fue exactamente el mejor debut que pudo haber tenido en América, pues las críticas al filme protagonizado por Jorge Negrete y Libertad Lamarque no le granjearon mayor notoriedad que aquella con la que arribaba.

Sin embargo, para 1949 las cosas cambiaron con la dirección de El gran calavera, tras la que el realizador aragonés filmó en México alrededor de una veintena de películas, para, poco más tarde, emigrar a Francia, donde sus últimas seis producciones verían la luz.

Dato curioso: desde 1948, Buñuel escribiría los guiones de todos sus films en el balneario de San José Purúa, en Jungapeo, Michoacán, cerca de Angangueo (hotel diseñado por los arquitectos Jorge Rubio y Max Ludwig Cetto Day), por lo que por demás está decir que, aparte de que la peregrinación de Buñuel rindió frutos, cambió, efectivamente, su identidad: hoy se le considera uno de los cineastas más importantes de México y España sin que ninguno de los dos países pueda ser soslayado. Antes bien, su trayectoria fílmica es otro de los múltiples puentes tendidos en esa relación de siglos entre ambas naciones.

Balneario de San José Purúa, fotografiado por Buñuel.

Vayan estas líneas en memoria de Luis Buñuel Portolés y sus Hurdes, su tierra sin pan, sus olvidados en la Ciudad de México y en las trincheras de la Guerra Civil, este 25 de julio, día de Santiago Apóstol, patrono de España, pueblo que desde el 15 de mayo pasado marcha por las calles, “anda de un lugar a otro buscando o resolviendo algo”, última de las acepciones del diccionario para ese peregrinar que también llevan a cabo los personajes de La vía láctea, el último gran homenaje del director a la cultura española.

Buñuel moriría en la Ciudad de México un 28 de julio hace 28 años.

omarastrero@hotmail.com

Salir de la versión móvil